Jakub Włodek es un fotoperiodista de 36 años que trabaja en Gazeta Wyborcza, el primer diario independiente fundado tras la caída del comunismo en Polonia. Hoy se encuentra en la ciudad ucraniana occidental de Lviv. "Hay frecuentes alarmas de bomba en el oeste de Ucrania, pero cuando te acostumbras a ellas, solo te alejas de las ventanas", dice.
Włodek subraya que no es un periodista de guerra, a pesar del entorno en el que informa. Él y su equipo son inspeccionados varias veces al día por la policía ucraniana, el ejército y las fuerzas de defensa territorial. Las ancianas les interrogan: "¿De dónde son, cuánto tiempo llevan aquí?". La gente está aterrorizada, y tiene razones para estarlo.
Włodek ha registrado las emociones de los habitantes de las ciudades destruidas por el asalto ruso, que después de varios días llegaron a la relativa seguridad del oeste de Ucrania. Salen de los trenes en Lviv, pero no saben qué camino tomar desde allí. No hay suficientes voluntarios para asistir al abrumador número de refugiados. La estación de tren está abarrotada, y los ucranianos que huyen suelen tener que esperar en la cola durante horas antes de subir a los trenes para continuar su viaje a Polonia.
"Cruzamos la frontera en Medica [Polonia] a pie", recuerda Włodek. "Observamos cómo se formaban las colas a las seis de la mañana, y luego caminamos con los refugiados por el control fronterizo".
Los trenes esperan durante horas, y a veces incluso días, entre Lviv y la frontera polaca. La situación es tensa e incierta. "Registro estas emociones y las siento yo mismo. Me acerco a alguien solo si es necesario, solo cuando la foto merece la pena. Suelo intentar no molestarlos", dice Włodek. "Pero en Lviv me sentí aliviado. Esta es su penúltima parada, y hay esperanza".
Adam Lach, de 39 años, ha publicado sus fotografías en revistas polacas, el New York Times y Le Monde, entre otros medios. Ha expuesto su trabajo en París, Praga y Berlín.
Hoy se siente frustrado por el hecho de que los medios de comunicación extranjeros sean los que contratan a fotoperiodistas polacos. "La mayoría de las redacciones polacas tratan la fotografía como un elemento no válido; se ahorran el dinero en fotógrafos", afirma.
Desde el estallido de la guerra, Adam Lach y su esposa, Dyba Lach, periodista independiente y podcaster de 30 años, han estado informando desde el lado polaco de la frontera ucraniana. Millones de ucranianos han huido a Polonia desde finales de febrero, algo que los Lach han visto de cerca.
"Los dos primeros días no paré de llorar", dice Dyba Lach.
"Cuando estás trabajando, es más fácil sobrellevar las emociones", añade Adam Lach. "Los medios fiables son vitales para informar al mundo de que algo horrible está pasando aquí".
La ética de su trabajo es lo más importante para él: "Estás frente a una elección moral. Por ejemplo, cuando llega una multitud de madres con niños que cojean, entonces entiendes que la fotografía puede aportar algo", explicó. "Sin embargo, es importante tu comportamiento a la hora de hacer una foto de este tipo: si te alejas y fotografías desde la distancia, o si te sitúas a milímetros de las personas".
Dyba Lach describe ese constante acto de equilibrio: "Muchos quieren compartir sus historias, pero puede que seas la primera persona en este lado del mundo que las escuche, y puede que se desmoronen".
Comparó el paso de la frontera con un extraño festival: "Hay una fila de personas que quieren ayudar a los refugiados. Hay dulces, juguetes para niños y 15 puestos de cocina. Solo cuando están alimentados y descansados intentamos acercarnos a ellos".
"El lado equivocado de la frontera"
Jowita Kiwnik Pargana, periodista de 42 años de la sección polaca de la Deutsche Welle, suele escribir sobre la legislación de la Unión Europea desde su sede en Bruselas, Bélgica. Ahora está cubriendo la invasión rusa de Ucrania. Hace poco regresó de la frontera polaco-ucraniana, donde estuvo informando y ayudando.
"Todos los que cubren este tema deberían ver y experimentar la frontera", dice Pargana. "Oigo muchas voces en Occidente; algunos piensan que Ucrania debería rendirse, pero ellos no están geográfica y culturalmente cerca de Ucrania como nosotros, los polacos. Mi madre vive en el centro de los bloques de apartamentos comunistas de Gdańsk. En Ucrania se están destruyendo barrios similares. Si estuviera en el lado equivocado de la frontera, mi casa familiar ya habría sido arrasada".
Negándose a dejar inundar por el miedo, Pargana organizó en marzo una recaudación de fondos para apoyar a los refugiados ucranianos. En solo dos días recaudó más de US$3.000 de su red de amigos de Facebook. Compró ayuda médica, sacos de dormir y linternas, y los llevó a la frontera.
"El momento más duro es cuando vuelvo a Bélgica. En Polonia tengo adrenalina, no puedo dormir hasta las cinco de la mañana. De vuelta a Bruselas, de repente todo se vuelve surrealista".
Foto de Marjan Blan | @marjanblan en Unsplash.