Cuando Vladimir Putin lanzó su invasión a Ucrania por tierra, aire y mar el 24 de febrero de 2022, las imágenes de la guerra alcanzaron a espectadores de todo el mundo. Lejos de la acción, muchos de nosotros seguimos la agresión leyendo coberturas en línea o viendo televisión, repletas de explosiones y personas huyendo del peligro y agolpándose en búnkeres subterráneos.
Medio año después, la violencia continúa. Pero para quienes no se han visto directamente afectados por los acontecimientos, esta guerra en curso y sus víctimas se han desplazado a la periferia de su atención.
Este alejamiento tiene sentido. La gente no está bien preparada para mantener una atención sostenida en acontecimientos continuos o traumáticos.
Además, desde que comenzó la guerra en Ucrania, han surgido muchos otros acontecimientos que han ocupado la atención del mundo: sequías, incendios forestales, tormentas relacionadas con el calentamiento global, tiroteos masivos y, en Estados Unidos y la revocación del caso Roe v. Wade.
Como se preguntaba el psicólogo William James: "¿Acaso cada choque repentino, aparición de un nuevo objeto o cambio en una sensación no crea una verdadera interrupción?”
Los eventos trágicos en curso, como el ataque a Ucrania, pueden desaparecer de la atención de la gente porque muchos se sienten abrumados, impotentes o atraídos por otros asuntos urgentes. Este fenómeno se llama "fatiga de crisis".
Raíces de la fatiga de crisis
Actores autoritarios como Putin son conscientes de la fatiga del público y la utilizan en su beneficio. "La fatiga de la guerra está haciendo acto de presencia", dijo el primer ministro estonio, Kaja Kallas. "Rusia está jugando con nuestro cansancio. No debemos caer en la trampa".
En un discurso dirigido a profesionales del marketing en Cannes (Francia), el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, les pidió que mantuvieran al mundo centrado en la difícil situación de su país. "Seré sincero con ustedes: el final de esta guerra y sus circunstancias dependen de la atención del mundo...", dijo. "¡No permitan que el mundo cambie de tema!".
Por desgracia, muchos de nosotros ya cambiamos de canal. Lo trágico se ha convertido en banal.
Me interesé por el fenómeno de la fatiga a raíz de mis investigaciones académicas sobre la atención moral. Esta idea fue articulada por la filósofa y activista social francesa del siglo XX Simone Weil.
La atención moral es la capacidad de abrirnos plenamente –intelectual, emocional e incluso físicamente– a las realidades que encontramos. Weil describe esa atención como una vigilancia; una suspensión de nuestros marcos de referencia y deseos personales impulsados por el ego en favor de una vacuidad mental de tipo budista. Esta mentalidad recibe, en bruto y sin filtrar, todo lo que se presenta, sin evitarlo ni proyectarlo.
No es de extrañar que Weil considerara que la atención es inseparable de la compasión, o del "sufrimiento con" el otro. No se puede evitar el dolor y la angustia cuando se atiende al afligido; de ahí que escribiera que "el pensamiento huye de la aflicción tan rápida e irresistiblemente como un animal huye de la muerte".
La sensibilidad que implica la atención a las crisis puede ser un arma de doble filo. Por un lado, la atención puede poner a la gente en contacto con la vida de los demás, de modo que los afligidos son realmente vistos y escuchados. Por otro lado, esa apertura puede abrumar a muchos de nosotros por el trauma vicario, como han señalado las psicólogas Lisa McCann y Laurie Pearlman.
Sin embargo, la dificultad para mantener la atención puesta en acontecimientos como la guerra no solo se debe a la fragilidad inherente de la atención moral. Como han señalado críticos culturales como Neil Postman, James Williams y Maggie Jackson, el ciclo de noticias de 24 horas al día y 7 días a la semana es una de las muchas presiones que reclaman nuestra atención. Nuestros teléfonos inteligentes y otras tecnologías con incesantes comunicaciones –desde triviales hasta apocalípticas– diseñan entornos para mantenernos perpetuamente distraídos y desorientados.
Por qué las audiencias se desconectan
Aparte de la amenaza a la capacidad de prestar atención que suponen nuestras tecnologías de distracción y la sobrecarga de información, también está el hecho de que la fatiga de crisis lleva a los lectores a consumir menos noticias.
Este año, un análisis del Instituto Reuters mostró que el interés por las noticias ha disminuido drásticamente en todos los mercados, del 63% en 2017 al 51% en 2022, mientras que un 15% de los estadounidenses se ha desconectado por completo de la cobertura informativa.
De acuerdo con el informe de Reuters, las razones de esta caída se relacionan, en parte, con la afiliación política. Los votantes conservadores tienden a evitar las noticias porque las consideran poco confiables o parciales, mientras que los votantes liberales las evitan debido a una sensación de impotencia y cansancio. Los medios digitales, con su perpetuo afán de mantener los ojos de los usuarios fijos en las pantallas, están socavando involuntariamente sus propios objetivos: ofrecer noticias y mantener al público informado.
Un nuevo enfoque
¿Cómo podemos recuperar la capacidad de atención y respuesta en medio de noticias incesantes, inconexas y abrumadoras? Distintos expertos han elaborado una serie de recomendaciones, normalmente enfocadas en controlar el uso de los dispositivos digitales. Más allá de eso, tanto lectores como periodistas podrían considerar lo siguiente:
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Limitar la ingesta diaria de noticias puede ayudar a las personas a estar más atentas a determinados temas de interés sin sentirse sobrepasadas. En su libro "La ecología de la atención", Yves Citton insta a los lectores a "extraerse" del dominio del régimen mediático de alerta". Según él, los medios de comunicación actuales crean un estado de "alerta permanente" mediante "discursos de crisis, imágenes de catástrofes, escándalos políticos y noticias violentas". Al mismo tiempo, la lectura de artículos y ensayos de largo aliento puede ser una práctica que ayude a cultivar la atención.
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Los periodistas pueden incluir más historias basadas en soluciones que aborden posibilidades de cambio para ofrecer a los lectores vías de acción que permitan contrarrestar la parálisis que se siente ante una tragedia. Amanda Ripley, ex periodista de la revista Time, señala que "las historias que ofrecen esperanza, alternativas y dignidad parecen noticias de última hora en este momento, ya que estamos tan acostumbrados a lo contrario".
Weil, quien estaba comprometida con la responsabilidad de la atención moral pero no romantizaba la tragedia, escribió: “Nada es tan hermoso y maravilloso, nada es tan continuamente fresco y sorprendente, tan lleno de dulzura y éxtasis perpetuo, como el bien".
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons.
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