Más de 40 periodistas y trabajadores de los medios se encuentran actualmente tras las rejas en Bielorrusia.
La lista incluye a profesionales que ya no están en activo, como Larisa Shchiriakova, condenada en agosto de 2023 a tres años y medio de cárcel, y Ales Liubenchuk, condenado a tres años en 2022.
Algunos periodistas que estuvieron tras las rejas y abandonaron el país ahora trabajan desde el exilio. Hablé con ellos sobre cómo volver a informar tras sufrir persecución política.
Olga Loiko
Hasta el día de su detención, en mayo de 2021, Olga Loiko fue redactora jefe de la sección de política y economía de Tut.By, el entonces mayor medio independiente de Bielorrusia, que las autoridades cerraron ese mismo año.
Loiko pasó 10 meses en un centro de detención antes de ser puesta en libertad. Seis meses después, el gobierno la incluyó en su lista de personas implicadas en actividades terroristas, obligándola a huir del país.
Loiko veía su regreso al periodismo como el único camino posible. "Mientras siga siendo considerada una terrorista, cualquier otro trabajo, ya sea como empleada o involucrando a otras personas en mis actividades 'criminales', según el régimen, está descartado. No estoy dispuesta a poner en riesgo a gente en Bielorrusia que me ofrezca empleo o trabajen para mí", dice. "Como el Estado me ha catalogado como terrorista, me siento obligada a hacer honor a ese título".
Para Loiko era importante apoyar a sus colegas de Tut.By que también se fueron de Bielorrusia. "La gente está realmente en peligro mientras permanezca en el país. Todo el mundo les dice que se vayan, pero ¿adónde? Nuestro trabajo no es apto para el traslado; estamos especializados en Bielorrusia", señala. "Para mí era importante asegurarme de que podían contar con alguien. Una cosa es decirles simplemente que se vayan, y otra es ofrecerles un trabajo o un empleo a tiempo parcial que puedan aceptar porque entonces tienen adónde ir".
Mientras la represión continúa en Bielorrusia, Loiko dice que no puede quedarse de brazos cruzados. Señala que, además de la brutal represión del régimen de Lukashenko contra sus propios ciudadanos, la complicidad de Bielorrusia en la guerra de Rusia contra Ucrania es aún más importante de cubrir.
Alexander Otroshchenkov
Alexander Otroshchenkov describe su trabajo antes de su detención en 2010 como una intersección entre el periodismo, las relaciones públicas, el activismo y los derechos humanos.
Como periodista, escribió para el medio independiente Charter 97 y trabajó como secretario de prensa para el movimiento de protesta juvenil Zubr, la campaña "Bielorrusia Europea" y el candidato presidencial Andrei Sannikov.
Otroshchenkov fue detenido al día siguiente de las elecciones bielorrusas de 2010, mientras cubría las protestas que denunciaban la falsificación de los resultados electorales. Fue acusado de participar en ellas y condenado a cuatro años de prisión. Para entonces, Otroshchenkov ya había sido detenido unas 50 veces y había cumplido varias condenas de corta duración, de entre cinco y 15 días.
"Sabía muy bien lo que hacía, a lo que me exponía y que un día probablemente terminaría en la cárcel. Pero tuve la suerte de acabar allí en tiempos relativamente benignos", dice. "Por supuesto, hubo presiones, torturas y —aunque no tengo pruebas— el uso de drogas psicotrópicas, pero era un régimen muy liviano comparado con el infierno que tienen que pasar los presos políticos hoy".
Otroshchenkov fue liberado tras nueve meses, cuando el régimen de Lukashenko fue amenazado con sanciones internacionales. Casi inmediatamente después de su liberación, cuando aún estaba en Bielorrusia, volvió a trabajar. "Me di cuenta de que durante algún tiempo iba a ser objeto de una mayor atención, e intenté aprovecharla para llamar la atención sobre quienes seguían entre rejas. En aquella época viajé, pronuncié discursos y colaboré muy estrechamente con la Carta 97, pero era más activismo, defensa de los derechos humanos, no periodismo puro", cuenta.
Otroshchenkov abandonó Bielorrusia un año después de ser liberado, y más tarde dejó de trabajar tanto con Carta 97 como con Bielorrusia Europea. "Estaba quemado y deprimido, necesitaba un cambio, así que empecé a trabajar de taxista", explica. "Aun así, no dejé el periodismo del todo. Seguí escribiendo como freelance y participé en proyectos de investigación. Tomarme ese tiempo de descanso me ayudó y volví a sentir la curiosidad de antes".
En 2018, junto con Fyodor Pavlyuchenko, Otroshchenkov fundó el medio Reformation, donde sigue trabajando. También copresentan un programa de YouTube llamado "Sasha, ¿de qué vas?", en el que infunden humor al análisis político de Bielorrusia.
Inna
Inna* no ha querido revelar los detalles de su identidad, su caso penal o su trabajo anterior por motivos de seguridad. Aunque lleva ya un tiempo fuera de Bielorrusia, las autoridades siguen teniendo medios para presionarla a ella y a su familia.
Antes de su detención, Inna trabajaba en periodismo y comunicación. Tras pasar varios meses entre rejas, abandonó el país y seis meses después de su liberación volvió a trabajar.
Estando en la cárcel, Inna experimentó sentimientos de injusticia y resentimiento, preguntándose por qué, si había trabajado tan duro, había acabado en esa situación. Pero vivir en el exilio no es fácil: "Sigue habiendo un sentimiento de amargura, y no creo que sea la única. Simplemente no se habla sobre el tema. Pero sigo sintiéndome como una rehén".
Inna cuenta que volvió al periodismo tras su liberación por desesperación económica: "Estoy en contra de la glorificación de los periodistas y de todos los demás. No somos héroes, solo personas cuyos destinos han pasado por una picadora de carne".
Cuando salió de la cárcel, le dijeron que tenía que entender que ahora su profesión estaba totalmente prohibida e incluso la invitaron a trabajar para el aparato de propaganda del gobierno.
Tuvo claro que no le permitirían vivir en paz en Bielorrusia, así que se fue. "No sé qué le espera al periodismo bielorruso y qué le espera a la gente que dedica todos sus esfuerzos y recursos mientras gana muy poco", dice.
Yevgenia Dolgaya
Hasta 2020, Yevgenia Dolgaya escribía principalmente sobre temas sociales, como el sistema penitenciario de Bielorrusia y las condiciones en que las mujeres cumplen sus condenas.
Cubrió las protestas de 2020 para medios extranjeros, que no podían enviar a sus propios periodistas para informar en persona. Fue detenida delante de su hija de ocho años y pasó tres días en prisión, donde la amenazaron con una condena de 15 años y enviar a su hija a un orfanato.
Una semana después de su detención, Dolgaya partió a Ucrania y escribió sobre los estudiantes bielorrusos que habían escapado de la represión, el asesinato de Raman Bandarenka en Minsk y los presos políticos y sus familias. No mucho tiempo después le diagnosticaron trastorno de estrés postraumático. A día de hoy, sigue pensando con regularidad en la celda en la que estuvo recluida.
A veces piensa dejar el periodismo, admite, pero no se atreve. "Creo que todos nuestros periodistas tienen el 'síndrome del salvavidas'. Me parece que si dejo de escribir, traicionaré a quienes han sido detenidos y siguen en la cárcel. Marfa Rabkova, Katya Andreeva, Nasta Loiko. Creo que es importante aguantar, también por ellas".
Dolgaya cuenta que suele pensar cómo se registraba la historia en la época de los gulags soviéticos y los campos de concentración nazis.
"No puedo creer que nadie asumiera la responsabilidad de registrar todo lo que estaba ocurriendo. Hay libros sobre quienes sobrevivieron al Gulag. Pero hay muy pocas notas y memorias de quienes vieron cómo se llevaban a sus vecinos, que describan cómo vivieron después las familias afectadas. ¿Cómo es que no hubo ni una sola persona que viviera cerca de un campo de concentración y registrara lo que vio?", se pregunta.
"Creo que necesitamos ser capaces de, en el futuro, explicar a nuestros nietos cómo fue la represión actual. Porque si no asumimos al menos la responsabilidad de dejar constancia de lo que está ocurriendo, el círculo vicioso va a continuar".
Hoy Dolgaya escribe sobre las presas políticas bielorrusas, describiendo su vida tras las rejas.
Las condiciones allí son muy parecidas a las de un gulag, dice: las mujeres no tienen una nutrición adecuada ni atención médica oportuna y realizan trabajos forzados y peligrosos.
*Inna no es el nombre real de la periodista.
Foto de Andrew Keymaster en Unsplash.