Los periodistas bielorrusos han pasado por mucho desde 2020: la pandemia de COVID-19, protestas y represión política, y la guerra en la vecina Ucrania. El exilio entre los trabajadores de la prensa se ha vuelto una moneda común, sin mencionar las dificultades generales con las que lidian trabajando en la industria de los medios.
En consecuencia, no son pocos los periodistas que hoy necesitan apoyo para su salud mental. Cientos han recurrido a la Asociación Bielorrusa de Periodistas, explica el secretario de prensa de la organización, Barys Haretski. "Estos trabajadores han perdido casi cualquier atisbo de estabilidad. Y creo que la mayoría no pide ayuda rápidamente; vienen cuando ya alcanzaron un estado realmente difícil, cuando ya no pueden arreglárselas solos", cuenta.
Tres periodistas bielorrusas cuentan su experiencia a continuación.
Victoria
Victoria* lleva más de seis años trabajando en el periodismo bielorruso.
Tras el inicio de la pandemia de COVID-19 —cuando el país se preparaba para las elecciones y las celebraba, y en medio de la represión y las protestas que siguieron— la comenzaron a atormentar la ansiedad y el insomnio, y apenas tenía tiempo para descansar, recuerda.
Y una de esas emociones era el miedo constante: las protestas terminaban con explosiones de granadas aturdidoras y manifestantes golpeados y detenidos.
"Ibas a trabajar y no sabías si ibas a volver a tu casa", dice. Victoria perdió peso, dormía mal y tenía constantes pesadillas que continúan tres años después.
Los temores de Victoria eran fundados, ya que muchos de sus compañeros periodistas fueron detenidos. "A partir de octubre de 2020, era habitual escribir cartas a los colegas encarcelados, recoger paquetes y trabajar sin identificación para evitar convertirse en objetivo. Me considero muy afortunada: solo me detuvieron dos veces y por periodos cortos. No acabé en la cárcel, pero viví en modo lucha o huida hasta que salí de Bielorrusia en junio de 2021", cuenta.
La salida del país, sin embargo, no minimizó el impacto de lo vivido en la salud mental de Victoria. Todavía le cuesta asimilar la injusticia de la situación en Bielorrusia.
"En 2021 vinieron a casa de mis padres con una orden de registro en relación con un caso penal contra mí. Esto puso fin a mis sueños de ver Bielorrusia y a mi familia en un futuro próximo", dice. "Durante mis dos años en el exilio, murieron dos familiares cercanos y continuaron las medidas represivas en el país. Tengo miedo de otro registro y, Dios no lo quiera, de que detengan a alguien".
La guerra en Ucrania ha vuelto a sembrar la inquietud; el día de cualquier periodista suele empezar con noticias chocantes.
Como ha perdido el contacto con su público en Bielorrusia y trabaja en el anonimato por razones de seguridad, Victoria ha acudido a un psicólogo en busca de ayuda. Intenta distraerse y encontrar lo bueno en la vida: vivir el presente y esperar lo mejor.
Olga
La historia de Victoria no es infrecuente entre los periodistas bielorrusos.
Olga* estudió periodismo en Minsk en 2020, y entró en la profesión durante las protestas de ese año. Su cobertura cuando aún estaba estudiando desató presiones, y fue expulsada y posteriormente detenida durante 30 días. En el verano de 2021, abandonó Bielorrusia con la intención de permanecer un mes en el extranjero. Todavía no ha regresado.
Olga se trasladó a Kiev, pero se mudó de nuevo cuando Rusia invadió Ucrania, en 2022. Se matriculó en una universidad de otro país de Europa, y sus estudios fueron intensivos. En la redacción, trabajó muchas horas cubriendo la represión en Bielorrusia.
En abril de 2023, Olga estuvo de baja por enfermedad y pasó un tiempo en un hospital de día en Lituania. Trabajó con un psicoterapeuta durante un mes y hoy toma antidepresivos. Trabaja para mejorar su vida, sobre todo profesionalmente.
Natalya
Natalya* abandonó Bielorrusia a finales de 2020, pocos meses después de las elecciones presidenciales del país. Antes de marcharse, la policía la retuvo durante más de un día en una celda sin ventanas. La amenazaron con presentar cargos penales y sus familiares también fueron presionados. Al principio, se fue por unas semanas a Letonia, pero nunca pudo regresar debido a la amenaza de persecución penal.
Vivió en un campo de refugiados durante seis meses, lo que le causó una fuerte impresión: "Nunca pensé que me encontraría en un lugar así. Pero resultó que era bastante capaz de sobrevivir allí".
Natalia cuenta que su estado psicológico empeoró después del inicio de la guerra en Ucrania y debido a problemas personales: su padre falleció en Bielorrusia.
"Ya he aprendido a vivir con episodios depresivos... Desde 2020 no han cesado. Es difícil, pero estoy tratando de aceptar que debo convivir con esto y regularme a mí misma con la ayuda de antidepresivos, psicoterapia, ejercicios especiales y paseos", cuenta.
Sergei O.
Psicólogo y terapeuta de trauma, Sergei O. trabaja con periodistas bielorrusos.
"Quienes han acudido a mí suelen tener síntomas de trastorno de estrés postraumático (TEPT), que incluyen la reaparición de recuerdos dolorosos y la disociación emocional: algunos volvían obsesivamente a los lugares de su detención y constantemente reproducían esos pensamientos, mientras que otros, por el contrario, evitaban al máximo cualquier contacto con ellos", explica.
Los métodos de ayuda por parte de las redacciones y de los propios periodistas deberían incluir el otorgamiento de permisos, revisión del horario laboral, derivación a un psicólogo y ejercicio físico, dice.
"Es importante recordar que las experiencias postraumáticas no desaparecen por sí solas. Pueden ser selectivamente reprimidas, pero esto no disminuye su influencia negativa", remarcó.
*Los nombres de los periodistas han sido modificados por su seguridad. Las autoridades bielorrusas siguen persiguiendo a los corresponsales independientes y presionando a sus familiares que permanecen en el país.
Este artículo fue originalmente publicado en IJNet Ruso.
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