Casi tres meses después de las protestas postelectorales en Bielorrusia, miles de ciudadanos han sido detenidos y se ha reprimido a los periodistas que informan sobre los disturbios.
La represión contra la prensa surgió a raíz de las controvertidas elecciones presidenciales del país a principios de agosto, en las que Alexander Lukashenko, presidente durante 26 años, reclamó la victoria por sexto mandato consecutivo. Su principal oponente en las elecciones, la líder de la oposición Svetlana Tikhanovskaya, se fue del país mientras cientos de miles de bielorrusos se manifestaban en las calles para exigir elecciones libres y justas.
Las protestas continúan y la respuesta del gobierno se ha vuelto cada vez más violenta. Al menos tres personas murieron y se ha reportado la tortura de 500 manifestantes. Se han presentado más de 1.800 denuncias de violencia por parte de la policía y las fuerzas especiales.
Los periodistas se han convertido en uno de los principales objetivos de la administración gobernante. En los dos primeros meses de protestas se presentaron más de 400 casos de persecución a periodistas. Han sido arrestados en sus casas o golpeados mientras cubrían los hechos. Otros han sido acusados penalmente y sentenciados, sin estar siquiera presentes en sus audiencias judiciales.
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En septiembre, dos periodistas fueron condenados a 11 días de prisión por su trabajo. Y en octubre, unos 40 periodistas en Minsk fueron detenidos y obligados a pasar una noche en la comisaría. Una periodista, Evgeniya Dolgaya, fue arrestada en su casa y detenida durante casi tres días, tras lo cual una audiencia judicial le ordenó pagar una copiosa multa por participar en las protestas.
Stas Ivashkevich, periodista de la estación de televisión independiente bielorrusa Belsat, pasó varios días en prisión después de ser arrestado mientras informaba sobre las elecciones del 9 de agosto. Aunque tenía credenciales de prensa válidas, la policía se opuso a que cubriera las demandas de los ciudadanos para que se contaran los votos “La policía me llevó la cárcel y confiscó todas mis pertenencias".
Ivashkevich pasó dos días en una celda de prisión abarrotada con otras 13 personas. En ese tiempo los prisioneros recibieron solo una barra de pan para compartir. Una vez, la policía los golpeó con porras de goma.
Y, sin embargo, Ivashkevich se encuentra entre los afortunados. Tres días después de su arresto, un juez lo declaró culpable de "participar en una actividad no autorizada". Fue puesto en libertad tras pagar una multa. No hubo testigos ni policías presentes durante el juicio y no se presentaron pruebas. Ivashkevich cree que solo fue liberado porque tiene un hijo pequeño; muchos detenidos el mismo día recibieron más tiempo en la cárcel, dijo.
Numerosos periodistas de medios controlados por el estado renunciaron a sus empleos a finales de agosto en protesta contra la censura y la violencia estatales, e hicieron declaraciones públicas criticando la presión que estaban recibiendo del régimen para emitir propaganda.
Para llenar ese vacío, y en un esfuerzo por recuperar terreno político y el control sobre la narrativa mediática, Lukashenko invitó a periodistas rusos al país para informar de los eventos de una manera favorable al régimen, a menudo desde las instalaciones de los medios estatales bielorrusos.
También ha aumentado la violencia física contra los periodistas. “Las fuerzas progubernamentales y las unidades militares de la KGB apuntaban y disparaban contra periodistas”, dijo Franak Viacorka, periodista bielorruso y vicepresidente de Digital Communication Network. "Las armas utilizadas por el ejército y el grupo de la KGB 'Alpha' hieren y matan".
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Una periodista del popular periódico independiente Nasha Niva pasó más de un mes en el hospital después de que agentes de seguridad le dispararan durante las protestas de agosto. La redacción no informó de las lesiones a las autoridades porque temían persecución y multas por cubrir las manifestaciones.
Afortunadamente, en el momento de escribir este artículo, no se ha informado de la muerte de ningún periodista.
La represión se ha extendido también a los corresponsales extranjeros. La seguridad estatal ha conducido redadas en hoteles, dijo Viacorka. "Los servicios especiales buscaban periodistas extranjeros que trabajaran sin acreditación".
El gobierno ha deportado a numerosos profesionales de los medios de otros países y les ha negado la entrada a Bielorrusia. Algunos decidieron no mostrar o incluso no solicitar credenciales para evitar ser identificados por los funcionarios fronterizos como miembros de la prensa.
Sin embargo, a los periodistas internacionales les resultó difícil mantener un perfil bajo. Las fuerzas especiales de seguridad bielorrusas buscaban específicamente a los extranjeros que ingresaran al país alrededor de las elecciones, y muchos dejaron los hoteles en que se hospedaban para protegerse. Es cada vez más difícil para los corresponsales independientes informar desde Bielorrusia.
“En las condiciones actuales, el gobierno básicamente ha prohibido el periodismo”, dijo Simon Ostrovsky, corresponsal especial de PBS NewsHour en Nueva York, quien cubrió las movilizaciones. “El gobierno ha hecho todo lo posible para mostrarles a los periodistas que no será seguro para ellos trabajar allí. Eso incluye arrestos, detenciones, deportaciones y presentación de cargos simplemente por hacer su trabajo”.
La presión internacional sobre Lukashenko ha aumentado en respuesta a las elecciones y lo que ha sucedido en el país desde entonces. Estados Unidos, Canadá y la UE no reconocen a Lukashenko como presidente legítimo. Estados Unidos recientemente impuso sanciones contra el líder.
Organizaciones internacionales también se han pronunciado en contra del tratamiento a los medios de comunicación en el país. 16 organizaciones de libertad de prensa, incluidos Reporteros sin Fronteras, el Centro Europeo para la Libertad de Prensa y Medios y la Federación Europea de Periodistas, emitieron una declaración conjunta en la que instaban a las autoridades estatales a proteger a los periodistas y dejar de acosar a los que cubrían las protestas postelectorales.
El Comité para la Protección de los Periodistas instó a las autoridades bielorrusas a liberar a los reporteros detenidos y garantizar su seguridad. Amnistía Internacional pidió al Consejo de Derechos Humanos de la ONU que actúe en Bielorrusia para frenar las violaciones de derechos humanos.
Ostrovsky cree que la situación solo empeorará. Es probable que los periodistas independientes sean objeto de más ataques, especialmente si usan un chaleco de prensa u otra identificación.
“Para trabajar en un país con circunstancias como las de Bielorrusia, tienes que hacerlo de manera encubierta. Básicamente hay que eludir a las autoridades tanto como sea posible, no ser obvio y tener mucho cuidado”, dijo Ostrovsky. “Tienes que estar preparado para enfrentarte a problemas. No hay ningún seguro contra ser atrapado por el régimen".
Anna Romandash es una premiada periodista y corresponsal de Ucrania.
Imagen con licencia Creative Commons en Unsplash, vía Andrew Keymaster.