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En momentos en que se reúnen fuerzas en todo el mundo para combatir el nuevo coronavirus, algunos gobiernos hacen que sea aun más difícil para los periodistas escribir sobre el impacto de la pandemia. En Rumania, donde el gobierno limitó severamente el acceso a la información pública, dos periodistas se infiltraron para investigar el disfuncional suministro de máscaras en el país.
Ana Poenariu y Andrei Ciurcanu, dialogaron con la directora de engagement de ICFJ, Stella Roque, sobre lo que tuvieron que hacer para exponer un acto de corrupción en plena crisis sanitaria.
"Tienes que ser un actor muy bueno cuando estás trabajando de manera encubierta, y tienes que creerte lo que dices", dijo Ciurcanu. "Éramos periodistas, sí, pero también nos creímos que éramos empresarios".
Poenariu y Ciurcanu trabajaron con el Proyecto RISE Rumania y el Proyecto de Investigación para el Crimen Organizado y la Corrupción (OCCRP) para llevar a cabo su trabajo periodístico.
Se interesaron en el problema cuando uno de los amigos de Poenariu, que trabajaba en un hospital, le envió una foto de mascarillas y otros equipos de protección que se rompían constantemente y no se podían usar. Rastrearon las máscaras defectuosas hasta una empresa turca, que resultó estar exportándolas en colaboración con el crimen organizado de Rumania.
Las recientes restricciones impuestas por el gobierno a los periodistas hicieron mucho más difícil verificar esta información.
“Una de las primeras cosas que hizo nuestro gobierno fue restringir el acceso a la información durante la crisis”, contó Poenariu. "Normalmente, las solicitudes de información demoran 30 días, pero desde que comenzó la pandemia se ha incrementado a 60", agregó.
Una vez que identificaron a los jugadores locales, se dieron cuenta de que uno de ellos tenía vínculos con la oficina del Primer Ministro. Otro era un conocido criminal rumano con antecedentes de robo, extorsión y secuestro. Después de publicar una historia inicial sobre la empresa turca, varios informantes locales se acercaron a ellos para hablarles de los lazos rumanos. Así, decidieron acercarse de incógnito como posibles compradores de máscaras para conseguir pruebas.
La reunión con la red de crimen organizado se programó en una estación de servicio, y ya habían establecido su cobertura como compradores, contó Ciurcanu. Reconoció que dos personas encubiertas pueden suponer más complicaciones que una sola, pero agregó que lo lograron debido a su experiencia trabajando juntos.
“Cuando llegamos a la estación de servicio, no teníamos idea de con quién íbamos a negociar”, dijo Ciurcanu. “Pero lo sabíamos todo sobre el funcionamiento de la industria y estábamos bien blindados para hacernos pasar por personas de negocios. Sabíamos cómo se estaba desarrollando el mercado. Sabíamos negociar. Y fue muy fácil infiltrarnos de a dos porque somos muy buenos amigos y tenemos buena química".
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Ciurcanu describió cómo desempeñaron el papel alquilando un automóvil caro para ir las reuniones. También se aseguraron de que el seguimiento de ubicación en sus teléfonos estuviera activado para que sus colegas pudieran ver dónde estaban en todo momento.
Ambos periodistas hacen apariciones frecuentes en televisión; dado que Rumania no es un país grande, saben que podrían haber sido reconocidos. Pero uno de los beneficios de la situación actual, dijo Poenariu, era tener que llevar mascarillas puestas, lo que les ayudó a ir de incógnito.
Poenariu y Ciurcanu publicaron la primera historia sobre los tapabocas defectuosos en abril. El artículo de seguimiento, para el que actuaron de forma encubierta, se publicó a principios de julio. El gobierno no ha tomado ninguna medida oficial desde entonces.
“Si me preguntan, deberían haber sido las autoridades las que investigaran la forma en que evolucionó este fenómeno en Rumania”, observó Ciurcanu. "Desafortunadamente, incluso hasta el día de hoy, no tengo conocimiento de una gran investigación dirigida por una autoridad rumana para descubrir a los criminales detrás de este hecho".
Aliza Appelbaum es directora de programas de ICFJ.
Imagen con licencia Creative Commons en Unsplash, vía Andrei Terecoasă.