Las vivencias de seis mujeres latinas discapacitadas en cinco países diferentes que enfrentaron a la pandemia con muchos desafíos fueron rescatadas por las periodistas Natalie Van Hoozer (Estados Unidos) y Fabiola Gutiérrez (Bolivia), en una serie de reportajes que además buscaron innovar el formato, dando voz directamente a las protagonistas en primera persona, y haciendo que conversen entre ellas y den a conocer sus historias y preocupaciones. Ambas contaron detalles del trabajo en el seminario web “Mujeres con discapacidad hablan en primera persona: una manera de cubrir el impacto de COVID-19”, organizado por el Foro Pamela Howard sobre Cobertura de Crisis Mundiales de ICFJ e IJNet.
Las periodistas realizaron su tarea investigativa tras obtener la Subvención de Informes de Crisis de Salud Global de ICFJ-Hearst Foundations. Gutiérrez contó que eligieron encarar esta temática a partir de situaciones personales, ya que ella está casada con una persona ciega y tiene además otros familiares no videntes.
“Siempre nos han permitido ver de cerca los desafíos que implica la discapacidad, las dificultades de gestionar sus vidas y su autonomía. Percibimos que la pandemia hizo aún más difícil la situación, especialmente en las mujeres discapacitadas. Decidimos abordar sus historias, pero de una manera que ellas mismas puedan conversar entre ellas y contar sus historias en primera persona”, indicó.
Van Hoozer contó que también su mejor amiga en la escuela era ciega y que conoce de cerca la situación de muchas personas con discapacidad. “La mayoría de los medios periodísticos no se ocupan de la situación de estas comunidades, que ya sufrían situaciones de discriminación antes de la pandemia, pero aumentaron más durante la crisis”, explicó.
Recurriendo a la modalidad del periodismo colaborativo, pudieron conectar a Karina Ramírez, de Costa Rica, que vive en Madrid; Lida Margarita Carriazo, de Colombia, que vive en Asturias; Margareth Durán Vaca, de Santa Cruz; Zaría Abreu Flores, de Ciudad de México; Cristina Francisco, de Santo Domingo; y Pamela Molina, de Chile y que vive en Washington DC. Un conocimiento más detallado de estas mujeres con discapacidad, sus respectivos oficios y actividades, se puede conocer en este artículo, parte de la serie realizada por Gutiérrez y Van Hoozer.
Lo interesante, según destacan las autoras, es que en lugar de escribir los clásicos reportajes en que los periodistas son los que cuentan las historias, ellas decidieron crear conexiones para que cada una de las mujeres converse con otra y cuenten ellas mismas sus historias, con su propia voz, en primera persona.
“En lugar de que sean objeto de una investigación, buscamos que sean sujetos que aporten su propia experiencia, que se conozcan, que conversen, que propongan salidas a las situaciones en que están viviendo desde sus comunidades”, indicó Van Hoozer.
Un ejemplo de lo que se logró con esas conversaciones se puede apreciar en otro de los artículos publicados.
La serie de historias fue publicada por Global Voices, en inglés y español, también con traducciones al portugués, rumano e italiano.
Como dato indicativo, las autoras señalan que más de 70 millones de personas con discapacidad viven en América Latina, y es uno de los grupos de personas más afectados por la emergencia sanitaria mundial en la región.
En uno de sus informes, relatan que “para combatir la discriminación y el abandono, las seis mujeres entrevistadas para este proyecto trabajaron con otras mujeres con discapacidad”. Además, “se unieron a activistas y organizaciones de personas con discapacidad para hacer cambios para la comunidad de personas con discapacidad en general”.
Recomendaciones para reportear sobre discapacidad
Entre los aprendizajes que les dejó la experiencia, Gutiérrez enfatizó que pudieron abordar “otras maneras de reportear historias, ya no solo con el periodista pensando qué es lo que importa o qué es lo que la gente debe estar leyendo, sino dando voz directa a las fuentes”.
“Buscamos que el periodismo no sea solo un ejercicio individual, con una jerarquía del periodista sobre el entrevistado, sino generar mayor horizontalidad y conversación, que el periodismo sirva como un puente, como un espacio de encuentro, para reunir a personas con diferentes historias de vida, personas del norte con el sur, mujeres con distintos tipos de capacidad, migrantes o no, reunirlas para que conversen entre ellas. De ese modo buscamos fortalecer el tejido social, que puedan validar entre ellas sus propias vivencias”, destacó.
Una de las mujeres que fue partícipe de la experiencia, la mexicana Zaría Abreu Flores, intervino en el seminario web para contar que el trabajo periodístico la ayudó a visibilizar situaciones que la mantienen aún encerrada en su casa, a pesar de que muchos consideran que la pandemia ya ha terminado.
Abreu Flores, quien es escritora, dramaturga y poeta, se encuentra lidiando con el COVID-19 prolongado como una discapacidad adquirida además del autismo, la epilepsia y un sistema inmunológico comprometido.
“Invito a las personas a no hablar de la pandemia en pasado, porque eso es dejarnos a nosotras atrás y obligarnos a quedarnos en reclusión obligatoria, no podemos salir de las casas mientras no hay cuidado colectivo. Allí es donde la salud se vuelve colectiva. Si tú no te pones un cubrebocas, quien paga el precio con su vida o el deterioro de su salud, discapacitándose aún más de lo que está, es una persona con comorbilidades o vieja. Creo que ha nacido un nuevo tipo de discapacidad, a la que llamaría “discapacidad inmunológica”, que de algún modo apela a que existan nuevos tipos de accesibilidad. Si el lugar no cuenta con las medidas sanitarias de seguridad como para que yo pueda ir sin correr el riesgo de enfermarme y morir, es un problema de accesibilidad que apela a la sociedad toda”, enfatizó.
Gutiérrez y Van Hoozer compartieron algunas recomendaciones para abordar la cobertura de comunidades de personas con discapacidad:
- No contar historias desde un enfoque paternalista.
- Tampoco contar la historia desde una visión de porno-miseria. Evitemos descripciones de lástima, como decir que están “postradas en una cama o en una silla de ruedas”.
- No caer en la tentación de describir sus esfuerzos con un tono de “porno-superación”.
- Debemos dignificar las vivencias de las personas con discapacidad, mostrar como luchan por su autonomía y ser cuidadosas con la salud mental. Desde antes de la pandemia ya vienen con sobrecargas mentales, por luchar contra un contexto que está empeñado en discapacitar.
- Debemos acompañar a través de la palabra, aliviarnos, empatizar. Notar que las luchas son comunes. Mostrar ese intercambio. Verlas como sujetos y no objetos de un reportaje o una investigación.
Pueden ver el seminario completo aquí:
Imagen de Sigmund en Unshplash.