Taiwán, una joven democracia que se desarrolla bajo la amenaza de su poderoso vecino, ocupa el puesto 38 en la clasificación de libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras. Se encuentra, además, entre los niveles más bajos de confianza en los medios de comunicación. El entorno mediático de Taiwán refleja su panorama político: cuestiona sus vínculos con la China continental y está dividido respecto de su concepto del país en sí. El resultado es una sociedad extremadamente polarizada. Pero algunos, especialmente los jóvenes, se apartan de la norma.
Este artículo de la periodista Alice Hérait es el primero de una serie que explora el tema: "Taiwán: ¿un entorno mediático verdaderamente libre?"
Entre la desinformación originada en China y la presión del continente sobre los propietarios de los medios de comunicación en Taiwán, Pekín está librando una guerra informativa cada vez más sofisticada contra la isla de 24 millones de habitantes.
En las calles de Taiwán, no es raro encontrarse con un local que emite el noticiario chino TVBS o CTV. Estas emisoras no reflejan la política del gobierno taiwanés, que es independentista y fue reelegido por amplia mayoría en 2020. Más bien, intentan mostrar el rápido desarrollo de la vecina China, destacar a los candidatos de la oposición que apoyan unas relaciones más fuertes con China y mostrar una imagen negativa de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, especialmente en época de elecciones.
En nombre de la democracia
China intenta infiltrarse en todas las instituciones taiwanesas (y los medios no son una excepción) con el probable objetivo de la anexión de Taiwán, que considera parte de su territorio, China utiliza tácticas de guerra informativa para influir en la opinión pública de la isla. Para el presidente chino Xi Jinping, el objetivo es anexionar Taiwán sin tener que ir a la guerra.
Así, los medios de comunicación chinos promueven la unificación entre Taiwán y China como la mejor, o incluso la única opción. Esto implica, por ejemplo, presentar a la isla como potencialmente más rica después de unirse a la China continental, o señalar la incapacidad del gobierno de Taiwán para ofrecer servicios diplomáticos adecuados y, por lo tanto, incapaz de proteger a sus ciudadanos. Esta última situación, cabe señalar, es el resultado de la negativa de China a reconocer a Taiwán.
Mientras tanto, la información falsa se difunde en aplicaciones de mensajería como Line o Whatsapp, o directamente a través de la aplicación china WeChat, utilizada por personas en Taiwán que tienen vínculos profesionales o familiares en el continente.
"Dado que en Taiwán la censura es un tema sensible, cualquier plataforma puede verse influenciada", explica Billion Li, director de proyectos de Cofacts, una plataforma colaborativa de verificación de hechos del proyecto de gobernanza transparente G0V (pronunciado "gov-zero"). "Mientras los chinos o los equipos que emplean puedan generar debates en la opinión pública a través de empresas de marketing y relaciones públicas, pueden dividir a los taiwaneses".
De acuerdo con Li, entre el 20 y el 30% de los contenidos que Cofacts verifica proceden de China continental. "Encontramos URLs y direcciones IP de China, o simplemente mensajes escritos en caracteres simplificados" (el sistema de escritura oficial en la China continental, a diferencia de Taiwán, donde se utilizan caracteres tradicionales). Otro 20% son contenidos "taiwaneses" que defienden intereses chinos.
La desinformación en las aplicaciones de mensajería, sin embargo, tiene una influencia limitada, especialmente cuando utiliza el lenguaje y la escritura típicos de la China continental. Solo llega a las poblaciones más vulnerables y a los individuos ya afines. Por desgracia, la desinformación no es ni mucho menos el único ejemplo de influencia china en el panorama mediático taiwanés.
Originalmente un proyecto ciudadano, la comunidad de hackers G0V colabora ahora con el gobierno taiwanés para combatir la desinformación procedente del continente. Esto ocurre mientras el Partido Democrático Progresista en el poder adopta una postura cada vez más desafiante hacia China. En el discurso de inauguración de su segundo mandato, la presidenta Tsai Ing-wen destacó la determinación de su gobierno independentista de luchar contra la guerra informativa como parte integrante de su programa de defensa nacional.
¿Propaganda o periodismo independiente?
En noviembre de 2020, la Comisión Nacional de Comunicaciones de Taiwán decidió no renovar la licencia de Chung Tien TV (CTI). CTI forma parte del grupo Want Want, un gigante taiwanés de la industria alimentaria propiedad del magnate Tsai Eng-Meng, cuyas fábricas se encuentran principalmente en China continental. El grupo también es propietario del China Times, uno de los mayores diarios del país. A finales de 2019, CTI había dedicado el 70% de su tiempo de emisión al candidato de la oposición prochina Han Kuo-yu.
La Comisión citó problemas de organización en el seno del CTI, como la falta de disciplina interna y de mecanismos de control. Pero los partidarios del bando político "azul" (los que están a favor de estrechar los lazos con China) condenaron la censura y denunciaron la decisión como "políticamente motivada".
Want Want, que también es propietaria de CTV, no es el único grupo mediático con intereses financieros en China; lo mismo ocurre con la empresa taiwanesa HTC, propietaria de TVBS. Pero en Taiwán, donde las inversiones procedentes de China continental se limitan a unos pocos sectores, Want Want plantea un problema importante al tratarse de una empresa alimentaria. "A diferencia de la industria electrónica, que tiene una rara ventaja tecnológica y siempre puede decidir trasladar sus fábricas a otro país, las empresas alimentarias compiten por las subvenciones del gobierno chino", señaló Will Yang, periodista del diario taiwanés The Reporter.
"Los medios del Want Want Group son claramente portavoces no oficiales del gobierno chino", cuenta un antiguo empleado que dejó la empresa en 2016. "Recuerdo nuestra fiesta anual del Año Nuevo chino en 2011. Funcionarios del gobierno chino aparecían en vídeo para darnos sus mejores deseos".
Ese mismo empleado, sin embargo, señaló que no hay pruebas de que el grupo recibiera inversiones directas de China. "Eso habría sido ilegal", dice, y añade que la explicación es más sencilla: "Tsai Eng-Meng no es una persona complicada. Simplemente piensa que lo que es bueno para su empresa es bueno para Taiwán".
Otro empleado, director de uno de los periódicos del grupo, corroboró esta afirmación al referirse a los "objetivos políticos" de Tsai Eng-Meng. "No creo que esté directamente a favor de la unificación. Creo que solo quiere mantener buenas relaciones con China. Cuando ciertas noticias no sirven a sus intereses, simplemente no las informamos. La influencia directa de China es muy relativa; sabemos dónde está la línea roja".
Desde que Tsai Eng-Meng adquirió el China Times, el periódico ha dejado de publicar contenidos sobre las protestas de la Plaza de Tiananmen, además de otros temas censurados en China. "No me siento especialmente censurado en mi trabajo diario", dijo el mismo editor, añadiendo que gran parte de las noticias que se publican no tienen que ver con China o con política. "A veces podemos dar noticias que no dan una buena imagen de China. Pero cuando se trata del gobierno chino, tenemos que tener cuidado".
Es difícil refutar el aspecto prochino del grupo y la influencia indirecta del gobierno chino: "Es muy probable que el director general reciba consejo o restricciones directas de funcionarios chinos", dice el editor. De acuerdo con un informe de Reuters de 2019, algunas noticias habrían sido patrocinadas directamente por el Consejo de Asuntos de Taiwán, el organismo chino encargado de las relaciones con la isla.
La línea entre lo que podría ser una cobertura espontáneamente positiva de China, que refleja las opiniones de una parte de la sociedad taiwanesa, y los contenidos patrocinados por el gobierno chino es cada vez más difícil de identificar. En Taiwán, el panorama político gira en gran medida en torno a los vínculos de la isla con China. "El problema en Taiwán es que, a diferencia de Francia, que tiene una izquierda y una derecha, nuestros políticos discuten sobre el nombre del país, en sí mismo, y no todos queremos el mismo país", dice Yang.