La aproximación del periodismo a las víctimas: explorar dentro de la cristalería

نوشته Moisés Alvarado
Jan 16, 2025 در Temas especializados
asdaafa

Una víctima es un tipo diferente de fuente. Entrevistar a una es, en palabras del periodista y editor salvadoreño Ricardo Vaquerano, entrar a una cristalería, a un territorio lleno de vulnerabilidad.

Por ello, una entrevista con una víctima (cualquiera sea su tipo) requiere de otro tipo de aproximación.

Vaquerano estuvo al frente del periódico digital El Faro durante más de una década, hasta que presentó su renuncia en diciembre de 2017. A su trabajo se debe una parte del prestigio de ese medio centroamericano, que se especializa en el periodismo de investigación. Y una parte esencial es el trato con las víctimas. Esa excelencia ha continuado en su labor freelance.

Nunca los ha escrito y sistematizado en un manual, pero siempre ha intentado trasladar a los periodistas a los que acompaña una serie de principios para abordar a una víctima. Si bien cada caso es particular, hay una serie de consideraciones generales. Antes, durante y después de la entrevista.

Lo primero, dice el editor, es que el periodista que entrevista a una víctima cuente con sensibilidad suficiente para empatizar con alguien que no es ni un familiar ni un ser querido. Y, para ello, es esencial estar consciente de la realidad de la otra persona.

En los casos más delicados, aconseja una labor de reporteo previo, en el que el periodista se pueda empapar de esa realidad. Indica la conveniencia de hablar con un especialista en el tema, a fin de conocer con detalle dónde pueden esconderse los dolores de esa persona. Y, con delicadeza, lograr rodear esas zonas.

“Es indispensable este esfuerzo para tomar decisiones acerca de cómo abordar a una persona que es víctima… Hay que aprender a ponerse en los zapatos del prójimo”, comenta Vaquerano.

En ese sentido, es necesario hacer algunas reflexiones, incluso, para elaborar el guion de la entrevista, como cuál es la manera en la que me gustaría a mí que un periodista se aproxime a mi madre o a mi hermano. Y qué cosas no toleraría, para evitarlas a toda costa.

Lo segundo, dice Vaquerano, es ser totalmente transparente con la persona respecto al propósito de la entrevista, pues, cuando ésta llegue al público, expondrá aspectos sensibles de su vida.

“Es inconcebible mentir para tener acceso a una víctima. No podemos estar pretendiendo ser algo que no somos… Somos periodistas y queremos contar esa historia porque consideramos que es valiosa para la sociedad”, apunta.

Vaquerano pone sobre la mesa un tipo especial de víctima, el más delicado: el de los menores de edad. Para esto, su regla es realizar la entrevista siempre en la presencia de un adulto responsable, que dé su consentimiento y provea su guía.

Lo que pasa después

En su estancia en El Faro (así como en los reportajes que ha acompañado como editor freelance) Vaquerano se ha involucrado en historias que tienen como protagonistas a víctimas de pandillas o de organizaciones del crimen organizado. Y también del Estado.

Por eso, es posible que, si no se cuidan los detalles, en la pieza final se revictimice a la persona que ha decidido, valientemente, compartir su testimonio. Por ejemplo, que se entienda que es en parte culpable de lo que le sucedió.

En este considerando entran en juego otras reflexiones: ¿Cómo interpretará el público esta historia? ¿Cuál será la discusión de la gente alrededor de ella?

“Puede ser que la intención de una pieza sea exponer la crueldad de un sistema ineficaz, pero la gente termina viendo otros aspectos como algo más destacable… El público termina lanzándose a la víctima como un vampiro”, ilustra Vaquerano.

El editor señala que es necesario, incluso, proteger a la víctima de sí misma. La experiencia puede enseñarle a un periodista si algo que se ha dicho en la entrevista podría traerle consecuencias a esa persona, a pesar de que las haya mencionado en sus cinco sentidos. Cita a Javier Darío Restrepo, el gran maestro de ética en el periodismo en Latinoamérica: uno no es sólo responsable de lo que publica, sino también de las consecuencias.

“De nuevo, hay que ponerse en los zapatos de la otra persona. ¿Me gustaría que pusieran estas palabras en mi boca?”, apunta.

Cuando ya se tiene el producto terminado, es posible que se tengan dudas sobre pasajes determinados, en el sentido de que puedan ser excesivamente dolorosos para la persona que abrió su vida a quien entrevista. Entonces, hay que sopesar si esos detalles son esenciales para la historia o se pueden omitir.

Todas estas consideraciones deben hacerse aunque no se incluya el nombre de la persona que compartió su historia, pues esta sí verá detalles de su vida en el dominio público a través de nuestro trabajo.

Puede suceder que las dudas sean tan fuertes que el periodista sienta la necesidad de consultarlo con la víctima. Para Vaquerano, es válido compartirle los párrafos o pasajes que generan más dilemas.

Y puede presentarse la ocasión de que el periodista se cuestione sobre la pertinencia de publicar la historia, que sienta que la exposición que se hace de la víctima sea mucho más pesada que su importancia para la sociedad.

Vaquerano es tajante: lo mejor es no publicar. Es algo con lo que le ha tocado lidiar en su trabajo. Pero, ¿cómo se deja en silencio una labor de meses y que ha podido costar mucho dinero? Es un supremo dilema ético que siempre debe resolverse dando protección a la víctima.

“Si pensara que esa historia no debe salir a la luz, lucharía hasta las últimas consecuencias porque sea así. El periodismo es un ejercicio intelectual en el que nos hacemos preguntas sobre la vida y sobre aquello que la amenaza”, reflexiona.


Imagen de David Geib en Unsplash.