La historia de una publicación no la hacen solo quienes aparecen en sus páginas, sino también quienes la hacen llegar al lector. La Revista Traços es exactamente eso. Además de difundir información y noticias sobre la escena cultural, saca a la calle a personas que actúan como vendedores o, como se les llama, "portavoces de la cultura". "Mucha gente quiere escuchar nuestras historias. Tenemos la oportunidad de ser escuchados como sociedad, no como habitantes de la calle", dice el director institucional de Traços, Rogério Barba.
La revista fue creada en Brasilia en noviembre de 2015, y ahora también se vende en Rio de Janeiro y Niterói. Cada ejemplar cuesta BRL10. De esa cantidad, BRL7 se quedan con el portavoz, quien emplea los otros BRL3 para comprar nuevos ejemplares. "El primer día en Traços, el portavoz ya no tiene que pedir dinero ni comer de la basura", explica Reinaldo Gomes, director general de la revista. "En unas semanas, ya puede alquilar un espacio. Estar en la calle para nosotros es un derecho, pero si una persona quiere salir de la calle, Traços puede conseguirlo".
El proyecto cuenta ya con más de 400 portavoces. Todos ellos empezaron a pagar sus propios alimentos y acciones de autocuidado. Más de 200 consiguieron empleos formales o informales.188 dejaron la calle definitivamente. Rogério Barba es uno de ellos. Hoy, a sus 51 años, dirige el Instituto "Barba na Rua", que ayuda a las personas sin hogar de diversas maneras, y es el director institucional de Traços. Barba vivió hasta los 18 años en orfanatos. Más tarde, el crack le hizo perder su empleo en una emisora de radio y vivir en la calle. Estuvo hospitalizado 14 veces hasta que consiguió librarse definitivamente de la adicción en 2014. Fue el primer portavoz de la cultura, se lanzó de cabeza al proyecto y se convirtió en referente. "En 2021, presenté la propuesta para representar a la revista de forma institucional, porque soy una persona bien articulada", dice Barba. "La revista me dio alas".
La distribución como estrategia social
La idea de crear un proyecto de apoyo a las personas sin hogar era un viejo deseo de Gomes y su socio, el periodista André Noblat. Mientras buscaban proyectos para este público, conocieron una publicación cultural que se vende en Argentina, llamada Hecho en Buenos Aires, que vinculaba la ganancia para las poblaciones vulnerables. Pronto descubrieron la Red Internacional de Revistas de la Calle y comenzaron a estudiar los formatos existentes.
El truco consistía en incluir a los sin techo no solo como receptores de los beneficios generados por las ventas, sino como participantes activos del proyecto. Para ello, el equipo diseñó un plan de distribución en el que Traços solo se vendería a ese público. "Elegimos hacer un producto cultural capaz de competir con otros productos de la calle. La revista tenía que vencer al agua, las mandarinas y la paçoca (pasta de maíz dulce), no solo por el deseo de los lectores, sino también por el precio", dice Gomes.
Instrumento de conexión y visibilidad
La revista es posible gracias a la financiación privada, a través de la Ley de Incentivos a la Cultura, y es producida por un equipo de 26 personas en el Distrito Federal y 28 personas en Rio de Janeiro. Las elecciones editoriales se basan en la lógica de las calles. "Las historias son temas fríos, es decir, sin fecha. De ese modo, la revista se convierte en un objeto duradero y coleccionable", explica Gomes.
Se eligió la cultura como agenda porque es una rama importante de la economía creativa, capaz de agregar diferentes públicos en un proceso constante de generación de ingresos. Otra razón es el entendimiento de que las historias contadas en la revista pueden ser utilizadas en la formación del portavoz y así producir valores.
Los portavoces no suelen trabajar en la redacción, pero sugieren temas, apoyando así el proceso de investigación. También pueden convertirse en personajes: cada edición tiene una sección llamada "3x4", que cuenta la historia de uno de ellos. "Fue uno de los días más felices de mi vida cuando me hice una foto para Traços y di mi entrevista. También fue increíble cuando la abrí y vi mi artículo allí. Me sentí muy honrada", recuerda Thifany Branco, de 41 años.
Ella conoció a Traços en un refugio LGBTQIA+ de Río de Janeiro. Cuando se lanzó la revista en la capital carioca, el equipo buscaba nuevos portavoces. "En ese momento estaba desesperada, no quería seguir dentro de un refugio, pero nunca encontré algo que me diera una oportunidad por los prejuicios que sufría por ser una mujer trans", dice. Empezó a vender la revista en la playa de Ipanema y en tres meses y medio consiguió salir del refugio y alquilar una casa para vivir.
Hoy Thifany ya no necesita acercarse a la gente: son los clientes los que la llaman. "Ayer me encontré con un antiguo cliente que preguntó por mí. La revista crea vínculos entre las personas, es un proyecto que da visibilidad a quienes han sido invisibilizados por el mercado laboral, por su condición sexual, por su condición económica". Barba también señala cómo cambia el comportamiento de la gente ante un vendedor de revistas. "El guardia de seguridad que te prohibiría entrar en el baño es el mismo que te permite entrar a vender las revistas. Son cosas muy significativas que cambian la vida de una persona".
La revista es un punto de partida
Como el producto se vende en la calle, la pandemia de COVID-19 se convirtió en un reto para la subsistencia de los portavoces. A través de un fondo de emergencia organizado por el propio proyecto, empezaron a recibir una asignación, además de dos cestas de alimentos básicos al mes, proporcionadas por una acción movilizada por Barba.
Para volver a salir a la calle, los portavoces van equipados con guantes, mascarillas y alcohol para higienizar el plástico que protege la revista. El equipo también tuvo que replantearse las estrategias y el enfoque del comercio electrónico. "Creamos un club de suscripción y las revistas se venden por Internet", explica Gomes.
Pero Traços no es el lugar al que llegar: la propuesta es que los portavoces ganen autonomía en un máximo de dos años. "El portavoz tiene que saber que Traços es un proyecto y los proyectos terminan. No es una política pública. Es un periodo para apalancarse; para entender que es una oportunidad para entrar en el mercado laboral", explica Barba. Así, el proyecto cuenta con un equipo multidisciplinar que ofrece formación, organización financiera, asistencia psicológica y apoyo en la derivación a la asistencia social.
Thifany ya tiene planes para el futuro. "Quiero invertir en la escuela de periodismo. Ya soy licenciada en publicidad, así que me gusta la comunicación, me gusta esa magia que encanta a la gente", dice. "Quién sabe, después de graduarme en periodismo, podría ser colaboradora de Traços, ¿no? Eso es todo. Reinserción social, autoestima y muchos sueños por cumplir.
Fotos: Diego Padilha.