En 1917, el gobierno de Estados unidos creó una nueva agencia: el Comité de Información Pública (CPI), cuyo propósito era convencer a los estadounidenses de que respaldaran la entrada del presidente Woodrow Wilson a la Primera Guerra Mundial. El CPI lanzó una campaña masiva nunca antes vista para influir en la opinión pública. Si bien la organización solo duró 18 meses, sentó las bases para que los funcionarios del gobierno de Estados Unidos intentaran darle forma a la opinión pública de manera rutinaria.
Estas revelaciones están documentadas en un nuevo libro del profesor de periodismo y autor John Maxwell Hamilton titulado "Manipulando a las masas: Woodrow Wilson y el nacimiento de la propaganda estadounidense". Como dice Hamilton, "cada elemento de la propaganda moderna tiene sus raíces en el CPI".
En una entrevista con ICFJ, Hamilton, quien también se desempeña como tesorero de la junta directiva del Centro Internacional para Periodistas, habló sobre cómo la propaganda se convirtió en un instrumento sistemático y omnipresente del gobierno de Estados Unidos. También explicó en qué se diferencia a la desinformación de hoy en día y cómo el papel de los periodistas debería ser romper con esa tendencia.
¿Qué tácticas empleó el CPI para impulsar a los estadounidenses a apoyar la guerra?
El CPI utilizó todas las formas de comunicación que tenía a mano. Reclutaron a los mejores artistas del país para hacer afiches y carteles. Reclutaron líderes de la industria publicitaria para publicar anuncios en periódicos y revistas. Reclutaron universidades para que escribieran panfletos. Tenían una oficina de dibujos animados. Contrataron periodistas para que escribieran artículos, además de hacer de los comunicados de prensa una forma de comunicación cotidiana del gobierno. Utilizaron Boy Scouts para entregar información, y viajantes de comercio. La lista sigue y sigue.
El CPI también creó un servicio de noticias internacional que está en el origen de Voice of America (VOA) y, en general, fue un precursor de lo que hoy se llama diplomacia pública. Por primera vez en la historia, el personal de las embajadas no solo trató de persuadir a los líderes de opinión, sino también de persuadir al público.
Aquí hay un ejemplo de lo emprendedor que fue el CPI: convenció a voluntarios locales para que hablaran en las salas de cine durante los intervalos, que era el momento en que se cambiaban los carretes de la película. Al final de la guerra, había 75.000 de estos reclutas, a los que se llamó "hombres de los cuatro minutos".
Era una técnica de propaganda muy poderosa y se parece mucho a las redes sociales de hoy. Miras tu teléfono para encontrar un bar, pero te llega un mensaje del Comité Nacional Republicano o de alguna otra agrupación.
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¿Por qué concluyes que estos esfuerzos eran antidemocráticos?
Los propagandistas suelen pensar que lo que hacen es bueno para el resto. Y un propagandista puede ser honesto al tratar de contarte las razones por las que deberías hacer algo. Intentan informarte. Eso no es necesariamente malo.
Pero, ¿y si el gobierno apela a la emoción, al miedo o al odio? Cuando te hacen odiar al enemigo, cuando te hacen creer que la ciudad de Nueva York será bombardeada por aviones alemanes –como se mostró en uno de los afiches del CPI– , entonces no es un esfuerzo democrático. No estás siendo fiel a los hechos. Estás manipulando a las personas.
Durante tu investigación, ¿cuáles fueron los hallazgos que más te sorprendieron?
Un hallazgo fue hasta qué punto el CPI hizo esencialmente lo que hicieron todos los demás países en la guerra, aunque afirmara que no hiciera propaganda. Y esa es la primera ley de hierro de la propaganda: solo el enemigo la difunde, no tú. El CPI decía que no se parecía a otros países en la forma en que publicaba información, pero de hecho sí se parecía. A pesar de que lo negaban, trabajaron muy de cerca con otras naciones, particularmente los británicos, para producir y difundir propaganda.
Así que el libro va más allá del CPI. Trata sobre una tendencia más amplia en la gestión de la opinión pública, que comienza a finales del siglo XIX y se mantiene hasta la actualidad.
Un segundo hallazgo es que la organización estuvo conformada en gran parte por buenas personas. De hecho, diría que se trató de la mayoría. Pero no es una historia de buenas personas que hacen cosas buenas. Es una historia de buenas personas que hacen cosas buenas y muchas cosas malas.
La lección resultante es que la propaganda es muy seductora. Aunque todos los propagandistas afirman estar basados en hechos y ser democráticos, a menudo toman el camino fácil: atacan los procesos democráticos para obtener el resultado que desean.
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¿Qué diferencias hay entre la propaganda promovida por el CPI y la desinformación en las redes sociales de nuestros días?
La desinformación es una forma de propaganda, pero el CPI no usó desinformación en el sentido de publicar información o historias que fueran completamente inventadas. El CPI no fabricó documentos falsos.
Ocasionalmente utilizaron organizaciones de fachada para llegar a inmigrantes, trabajadores o audiencias extranjeras con información tendenciosa y que promovía solo un lado de la campana. No les contaban algo "inventado", pero sí "adornado". Eran deshonestos y poco transparentes, que es una forma de mentir, al trabajar a través de organizaciones sin decir que lo estaban haciendo.
¿De qué manera ha cambiado la desinformación desde principios del siglo XX?
La desinformación actual es diferente en varios aspectos clave. En primer lugar, la tecnología ha hecho posible que la información se mueva mucho más rápido. Es mucho más fácil difundir desinformación y difundirla a toda velocidad. Además, debido a nuestra capacidad para analizar lo que piensa la gente, hoy tenemos técnicas para dar forma a la desinformación de una manera que tenga más probabilidades de resonar en el público.
¿Cómo cubrieron los periodistas al CPI?
Es complicado dar una respuesta, y la razón es que la prensa apoyó mucho la guerra.
Al mismo tiempo, la prensa resintió el CPI. Donde antes había comunicados de prensa por goteo, con el CPI esos comunicados se convirtieron en una manguera de incendios.
A su vez, los periodistas llegaron a depender del CPI porque no podían cubrir lo que se había convertido en una política masiva del gobierno. Y así se ataron a los comunicados de prensa y los folletos. Tener que lidiar con ellos de hecho, hasta cierto punto, redujo su capacidad para hacer informes originales.
¿Los periodistas no se enfrentan actualmente a una avalancha similar de información gubernamental?
Sí, lo que pasó entonces es importante porque es lo que vemos hoy. El número de periodistas ha disminuido en Washington, por ejemplo, y la capacidad de cubrir Washington y el gobierno central se ha reducido porque no solo tenemos menos periodistas, sino que también tienen menos tiempo para hacer el trabajo debido a la necesidad de nutrir múltiples plataformas, lo que requiere robar tiempo a buscar noticias. Mientras tanto, el gobierno se vuelve mucho más experto en eludir a la prensa para difundir su mensaje.
¿Cuáles considera son los problemas en la forma en que el gobierno de los Estados Unidos distribuye información hoy?
La democracia depende absolutamente de que el gobierno brinde información. Necesitamos conocer las estadísticas económicas. Necesitamos saber qué tipo de comida es peligrosa y no peligrosa. Necesitamos saber qué políticas gubernamentales se están aplicando.
En muchos aspectos, la información gubernamental es una joya de la corona en Estados Unidos. Tenemos un gobierno con mucha información. El problema del otro lado es que el gobierno cuenta con numerosas herramientas que pueden usarse para subvertir el proceso de información democrático. Con demasiada frecuencia, el poder ejecutivo utiliza el dinero de los contribuyentes, no para informar a alguien sobre en qué consiste una política, sino para tratar de persuadir a la gente de que acepte esa política.
Desafortunadamente, las leyes que tenemos en los Estados Unidos para regular lo que el presidente, la Casa Blanca o el poder ejecutivo puede y no puede hacer son muy, muy turbias. De hecho, ni siquiera tenemos una buena definición que distinga la publicidad de la propaganda. Necesitamos dar un paso atrás y mirar la información gubernamental y encontrar formas de entender cuánto se está publicando y cómo cercar el tipo de información –propaganda – que no se suscribe a los principios de la democracia.
¿Cuál es el papel de los periodistas en este sentido?
Basta mirar la propaganda que hay en el mundo y la agitación política causada por ella. Los periodistas son más importantes que nunca para frenar esa tendencia. En la medida en que haya más herramientas para que el gobierno nos manipule, la solución es más periodismo. Periodistas que le dicen la verdad al poder.
Erin Stock es director de comunicaciones en el Centro Internacional para Periodistas.
Imagen cortesía de John Maxwell Hamilton e ICFJ.