Como ex residente del Reino Unido, el 23 de junio pasado me la pasé actualizando mi navegador cada 15 minutos para ver los resultados del referéndum sobre la salida o permanencia del país en la Unión Europea, y a la medianoche me quedé mirando con total incredulidad cómo el Brexit se convertía en una realidad.
Como periodista no pude evitar preguntarme hasta qué punto esto era culpa de los medios.
A pesar de los lamentos sobre el estado actual de la industria, el periodismo sigue desempeñando un papel vital en la democracia. Sin duda hay excepciones, pero la prensa sigue siendo la fuente de información más accesible y es clave en la formación de la opinión pública.
Un estudio previo confirmó que la cobertura en Reino Unido del histórico referéndum estaba "fuertemente sesgada en favor del Brexit". Y sin embargo, un día después de la votación, los británicos estaban googleando a lo loco “¿Qué es la Unión Europea?”, una demostración flagrante de lo mal que el periodismo sirvió a su propósito en un momento crítico.
En respuesta a la votación, algunos medios de comunicación británicos cometieron el error claramente no-británico de convertirse en víctimas de la histeria. Otros cometieron el error claramente británico de ser elitistas. Ambos contribuyeron a la fricción dentro de una sociedad ideológicamente fracturada que solo podía resultar en una gran agitación política.
Los principales periódicos -The Sun, The Daily Mail y The Daily Mirror- han sido abiertamente criticados por su cobertura de los refugiados en Europa. No ahorraron portadas en letras mayúsculas y frenéticas advirtiendo sobre los peligros de la inmigración. La columnista de The Sun, Katie Hopkins, llegó a comparar a los inmigrantes con “cucarachas” que “se extienden como el norovirus”. La declaración provocó críticas de Naciones Unidas, y constituye una indicación preocupante de los altos niveles de lenguaje hostil que los diarios británicos estaban manejando.
En el lado opuesto del debate había un elitismo silencioso que hizo muy poco por abrir un diálogo sobre los orígenes de tales sentimientos racistas.
Uno de los incidentes más ridiculizados en el período previo al referéndum fue protagonizado por el secretario de Justicia Michael Gove, quien afirmó que el público estaba "cansado de los expertos”. Fue una afirmación fácil de ridiculizar. Sin embargo, no querer más opiniones de "expertos" puede ser el reflejo no de la estupidez, sino más bien de una sensación de alienación.
Un artículo en The Telegraph destrozó el comentario de Gove, siendo descaradamente condescendiente con cualquiera que no estuviese de acuerdo, al comenzar así: “Esta columna es segura. No contiene ninguna ‘expertise’. También he intentado mantener a los así llamados 'hechos' al mínimo indispensable”.
Como periodistas, es fácil ponerle color a nuestro trabajo añadiendo nuestros puntos de vista cuando estamos siendo arrastrados por la furia de una crisis o turbulencia. Solemos tener opiniones fuertes sobre las cuestiones que cubrimos, y podemos sentir que estamos haciendo un servicio público al escribir sobre nuestras certezas, tanto si creemos que los inmigrantes nos llevarán al colapso económico como si pensamos que cualquier persona cansada de la opinión de los expertos está actuando a consciencia contra el interés nacional.
Incluso dentro de las coberturas más básicas y precisas se deslizó la campaña en favor o en contra de salir de la Unión Europea. Aunque hubo intentos de la BBC y de agencias independientes como Open Europe y Full Fact (e incluso de ciudadanos comprometidos) de chequear las afirmaciones hechas por ambas partes, muchos lectores no revisaron la información que consumían, asumiendo que ya había sido verificada por gente a la que se le paga para ello.
Estos no fueron los únicos problemas con la prensa, sino solo algunos ejemplos de los problemas subyacentes que pueden haber contribuido al Brexit.
La solución
Existe un innegable factor humano que contribuyó a la salida británica y que supera a lo que hagan los medios de comunicación. Como periodistas, no podemos esperar erradicar la xenofobia o la ignorancia voluntaria. Sin embargo, podemos examinar nuestros propios prejuicios personales y mantener nuestra labor en un nivel editorial superior. Afortunadamente, hay equipos que trabajan para que esto sea más fácil para la industria en su conjunto.
Unfiltered.news, un proyecto de visualización de datos, es una manera fácil de mostrar qué tan parcial es lo que estamos leyendo. Al hacer clic sobre distintas regiones, podemos ver qué temas no están siendo cubiertos, y al buscar por temas o personas, podemos averiguar qué se está diciendo sobre ellos en otras plataformas, en medios de diferentes partes del mundo o en distintos ámbitos de opinión.
No es una varita mágica, pero ayuda a poner a prueba nuestros propios sesgos y a asegurarnos de que, tanto como sea posible, hemos informado sobre las noticias tal como son y no como las vemos.
HackPack es una plataforma en la que los editores pueden encontrar a periodistas freelance que son nativos de los países en los que trabajan, obteniendo así una visión más matizada y responsable sobre los eventos y las personas que están dándole forma al mundo.
¿Podríamos, por ejemplo, haber tenido a un periodista trabajando y viviendo en un barrio popular del Reino Unido para explorar las razones detrás del sentimiento "anti-experto"? ¿Podríamos haber escuchado la voz de un somalí o de un sirio para deshacernos de la idea de que no cuentan con recursos propios? (Nota del autor: como parte de una beca de investigación, he trabajado con HackPack).
Se necesita fe en el público para creer que una mejor comprensión del mundo conduce a mejores resultados. No importa qué tan completos e imparciales sean los medios de comunicación, siempre habrá una minoría a la que no le afectarán las estadísticas, las investigaciones y las proyecciones. Al mismo tiempo, sabemos que los palos y las piedras rompen huesos, pero que las palabras empiezan revoluciones. Como periodistas, debemos ser cuidadosos con las que utilizamos.
Farahnaz Mohammed es periodista y actual becario Knight-VICE en Nueva York.
Imagen principal y tercera imagen con licencia Creative Commons en Flickr, vía Ed Everett.