"Luchamos en Twitter. La batalla está en Facebook. La guerra está en WhatsApp". La probabilidad de que este tipo de ideas se difundan más allá de la estrategia partidaria de la India es cada vez más evidente. El uso de WhatsApp, Signal, WeChat, Telegram, Line y otros espacios de mensajería cerrada está en pleno ascenso.
Según el Digital News Report 2018 del Instituto Reuters, las personas encuestadas (74.000 consumidores de noticias online en 37 países) han utilizado cada vez más aplicaciones de mensajería para cualquier propósito (44%), y el consumo promedio de noticias en estos espacios se ha más que duplicado al 16% en cuatro años.
De “The Rise of Messaging Apps for News,” Digital News Report, Reuters Institute for the Study of Journalism, 2018.
La razón de este cambio es bastante simple: un mayor deseo de privacidad, que es exactamente la razón por la cual aún no comprendemos bien estos espacios. Los datos relacionados con las conversaciones que se desarrollan allí solo están a disposición de los involucrados, que podrían ser tú y alguien más, un pequeño grupo de familiares y amigos, o cientos de personas.
Esto no es necesariamente malo. El cambio a conversaciones más privadas podría ser motivo de preocupación en términos del debate público que la democracia necesita. O podría estar bien: quizás discutir más noticias es mejor, no importa dónde sea; quizás una discusión privada conduzca a menos conversaciones, pero más civiles y mejor informadas. Es difícil saberlo; lo cierto es que no sabemos lo suficiente.
Así que nos embarcamos en la convocatoria de WhatsApp para alentar más investigaciones sobre el funcionamiento de este espacio. Queríamos averiguar dos cosas que conviven en aparente tensión: ¿cuáles son las metodologías para explorar la plataforma y obtener datos confiables? ¿Y qué ética de la situación debe tenerse en cuenta, dada la privacidad que promueve la plataforma?
Tuvimos la suerte de organizar este taller junto a Oren Levine del Centro Internacional para Periodistas, quien destacó la necesidad de la discusión dado el creciente uso de WhatsApp como canal principal para registrar y compartir noticias. Nos separamos en grupos, conversamos y llegamos a algunas ideas.
1. Necesitamos reunir más información sobre el tipo de contenido que se comparte y quién lo comparte
Debido a que estos espacios son privados, cualquier conocimiento sobre ellos requiere la participación de las personas que los utilizan. Es fácil imaginar un formulario de suscripción voluntaria para aquellos interesados y dispuestos, como una forma sencilla de obtener más información sobre cómo se están involucrando en aplicaciones privadas de chat, quiénes son y si les interesaría participar de un estudio.
Nuestra comprensión cualitativa acerca de los grupos de mensajería y el contenido que se comparte podría aumentar según las respuestas a estas encuestas. Un cuestionario sobre la distribución de mensajes con desinformación podría incluir, por ejemplo, las siguientes preguntas:
- ¿En qué idioma está el mensaje?
- Seleccione la escala del grupo de mensajería en el que encontró el mensaje: 2 personas, 3-5 personas, 5 <x <100, 100+
- Describa el perfil del grupo, si corresponde: familia, amigos, organización, causa
- ¿Puede proveer una captura del mensaje?
- Fecha en que se compartió el mesaje
- Contacto del encuestado: correo o número de contacto de whatsapp para responder preguntas.
- ¿Estaría dispuesto a responder más preguntas? Sí/No
Si el encuestado estuviera dispuesto, también podríamos preguntarle un poco más sobre sí mismo como una forma de entender a las personas que comparten ese espacio.
Por ejemplo, podrían completar una encuesta anónima que proporcione una cierta cantidad de datos demográficos y de experiencia de usuario:
- Edad
- Género
- País
- Espectro político
- Espectro económico
- Raza/etnia
- ¿Hace cuántos años utiliza WhatsApp? Menos de un año, un año, varios años.
- ¿Cuándo utiliza WhatsApp?
Al final, la recolección y comparación de esta información en contextos e idiomas nacionales podría proporcionarnos una mejor comprensión de lo que sucede en estos espacios.
2. Antes de implementar encuestas u otras investigaciones, piensa en qué conocimiento podrá recolectarse de manera confiable
Además de la información descriptiva obtenida a través de la encuesta, podríamos utilizar algo tan simple como las "líneas directas" de fact-checking o "tiplines" (como hace poco en México, próximamente en Brasil y hace tiempo en Taiwán): un número al que la gente podría reenviar contenido de sus mensajes privados para fines investigativos. En este caso, las donaciones de mensajes problemáticos junto con algún contexto adicional podrían contribuir a nuestra comprensión de estos espacios.
Sin embargo, las encuestas voluntarias plantean la probabilidad de que las respuestas sean poco auténticas.
En otras palabras, tal vez haya quienes contesten la encuesta con información falsa, simplemente porque pueden. Esto sugiere que cuanto menos anónimo sea el participante, más confiables serán las respuestas. Tal vez una mejor conexión entre el investigador y los sujetos estudiados redunde en un mejor conocimiento.
Desde ya, sin embargo, esto significa que nuestro aprendizaje sobre estos espacios no escalará. Al basarnos en redes confiables la investigación no se podrá ahondar en espacios de participación diferentes: es difícil imaginar que obtendremos respuestas de grupos de mensajería que alientan mensajes antidemocráticos o ilegales.
Un ejemplo de nuestro brain storming colectivo.
3. La vara ética puede necesitar ser más alta que la media, dado el contexto
Intentar aumentar la calidad a través de una cadena de participantes de confianza también plantea una cuestión ética. Por ejemplo, podríamos aprovechar nuestras propias redes, pero eso inmediatamente genera obligaciones para con nuestros amigos y familiares.
También tenemos que pensar en la desidentificación y la anonimización de estos datos (este artículo del Guardian brinda algunos buenos ejemplos de lo que sucede cuando no se hace correctamente).
¿Qué hay de la aceptación en términos de las personas con las que estamos hablando? ¿Hasta qué punto deberían tener voz y voto en la configuración de lo que se revisa, analiza y guarda incluso después del hecho?
Además, tendríamos que divulgar mínimamente nuestras intenciones, nuestras políticas de privacidad y tratar de encontrar evaluadores externos que nos ayuden a mantener la precisión en el proceso ¿Quién podría ayudarnos a hacer esto?
Finalmente, ¿cuál es el rol del investigador, especialmente si él o ella está tratando activamente de ingresar a espacios privados? Ciertamente, uno ha ido más allá de la simple observación y cualquier efecto de observación relacionado. ¿Y qué hay de las consideraciones de seguridad para estos reporteros e investigadores?
Repitamos: realmente tenemos que pensar en la desidentificación y la anonimización de esta información.
También tenemos que entender el sentido del consentimiento cuando (1) el individuo que presenta un contenido no representa al grupo o cuando (2) el hecho de avisar que uno es periodista puede hacer que sea expulsado de ciertos grupos o incluso acosado. En cualquier caso, estos fueron algunas de las ideas que surgieron en Washington DC, y nos encantaría escuchar otras.
MisinfoCon 4.0 de Washington, D.C. fue la cuarta reunión de la comunidad Misinfocon, un proyecto de Hacks/Hackers Foundation. A través de reuniones, trabajo de redacción y redes sociales, Misinfocon se dedica a buscar maneras de contrarrestar la desinformación y sus efectos mediante la mejora de la confianza, la verificación, el control de datos y la experiencia del lector.
Este es el segundo post de una serie de Credibility Coalition sobre lo que ocurrido en los talleres que dirigimos en MisinfoCon D.C. en el Newseum. Los talleres se desarrollaron en el transcurso de dos días, con la asistencia de unas 50 personas de distintas organizaciones en representación del gobierno, la investigación, la defensa, el periodismo y la academia.
Este post fue publicado originalmente en la página de Medium de Misinfocon y es reproducido en IJNet con permiso.
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