Los periodistas afganos transitan actualmente una dura represión contra los medios de comunicación y la libertad de expresión. A muchos no les ha quedado más remedio que abandonar el país.
En ese contexto, la situación de las mujeres periodistas es especialmente grave. Los talibanes, que retomaron el control del país en agosto de 2021, han restringido fuertemente su derecho al trabajo y a la educación.
Hablé con una periodista afgana, que utiliza el seudónimo de Hawa, sobre el asfixiante entorno en el que se mueven hoy en día los periodistas de su país, especialmente las mujeres. Hawa es una experimentada profesional que se desempeña en Kabul. Si bien ya antes del regreso de los talibanes al poder había padecido un entorno restrictivo, hoy la situación es más dura que nunca.
Cuéntanos sobre los medios bajo el régimen talibán.
Desde la toma del poder por los talibanes, las condiciones de trabajo de los periodistas se han vuelto muy difíciles. Se derogó la ley de acceso a la información y otras leyes relacionadas con los medios. En general, no podemos emitir noticias que sean críticas con los talibanes. Trabajamos bajo su mirada, y no se pueden publicar opiniones políticas sin censura.
Los debates televisivos tampoco pueden ser críticos, y hay noticias necesarias que no podemos publicar. Las protestas organizadas por mujeres, por ejemplo, solo pueden publicarse como noticias breves y sin los eslóganes que las mujeres gritan durante ellas. Cuando detienen a activistas de la sociedad civil y a mujeres, no se nos permite informar al respecto. Las noticias sobre grupos de la oposición como el Frente Nacional de Resistencia, el Frente Afgano por la Libertad y otros, y las actualizaciones sobre Ahmad Massoud, el líder de la oposición, no tienen ninguna posibilidad de ser publicadas.
Incluso las declaraciones de líderes extranjeros deben publicarse de forma que se omitan las duras críticas que puedan hacer a los talibanes.
¿Qué prohibiciones tienen las periodistas bajo el régimen talibán?
Las reporteras, presentadoras e invitadas no pueden salir en televisión sin hiyab y la cara cubierta. Mujeres y hombres no pueden estar juntos en un programa de noticias. Las periodistas y presentadoras deben llevar ropa larga y negra. Esto es obligatorio; si no hubiera talibanes, esto cambiaría naturalmente. Si consiguen una entrevista, las mujeres periodistas no pueden salir en cámara cuando entrevistan a los talibanes.
Muchos funcionarios talibanes no conceden entrevistas a las periodistas afganas y las mujeres ni siquiera pueden entrar en algunas instituciones como los ministerios de Defensa, Interior, Educación, Enseñanza Superior, Desarrollo Urbano y Vivienda, y Justicia. Ya los periodistas tienen dificultades para entrar en estas instituciones, pero las mujeres no pueden hacerlo en absoluto.
Cuando una periodista logra convencer al portavoz del Ministerio de Defensa de que le dé una entrevista, por ejemplo, éste la concede en la calle. Otra norma talibán es que una mujer periodista no puede entrevistar sola a estos funcionarios, sino que debe ir acompañada de un colega masculino.
Nuestras oficinas de trabajo están segregadas por sexos. Incluso las entradas y salidas son separadas, y no se nos permite hablar mucho con los hombres en la oficina.
Las restricciones a las mujeres aumentan día a día y tememos que se prohíba totalmente nuestro trabajo.
¿Cuál ha sido el impacto de estas medidas en la actitud de la gente hacia los medios?
La gente teme que hablar en contra de los talibanes pueda poner su vida en peligro porque no hay libertad de expresión. Nadie puede criticar al régimen ni expresar sus opiniones y reivindicaciones.
En consecuencia, la gente no habla con los medios sobre los talibanes ni sobre cuestiones políticas. A veces aceptan hablar de cuestiones sociales y económicas. Lo mismo ocurre con los expertos.
¿Qué trato reciben las mujeres periodistas por parte de los talibanes?
Cuando vamos al terreno a informar, tememos que los talibanes nos detengan. Una vez de hecho fui detenida. Las fuerzas de inteligencia nos llevaron a mí y a mi camarógrafo a un edificio que no reconocimos —no era la comisaría local— y nos interrogaron.
Nuestro único delito fue filmar a una vendedora y hacerle preguntas. Pero los talibanes cuestionaron la cobertura y dijeron que al mostrar la pobreza estábamos dando una mala imagen de los talibanes al mundo. Durante el interrogatorio nos maltrataron. Finalmente nos liberaron y pudimos publicar nuestro trabajo, pero solo después de que los talibanes nos insultaran, humillaran, y borraran partes de la entrevista que consideraban contrarias al régimen y que mostraban sus debilidades.
Cuando entrevistamos a personas en público o informamos sobre mujeres, el miedo a que nos detengan es mayor. Cuando los talibanes nos ven trabajando, la mayoría de las veces nos piden que les mostremos un permiso escrito del Departamento de Policía de Kabul o de la comisaría local. Ha habido muchos casos en los que nos han echado de una zona.
Los funcionarios del Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Mal suelen insultarnos y humillarnos. Nos pararon el coche varias veces y nos advirtieron de que si no llevábamos el hiyab según su interpretación del Islam, nos detendrían. Los talibanes han impedido varias veces mi transmisión en directo en público.
Durante la protesta de mujeres del 8 de marzo, nos amenazaron y borraron nuestras grabaciones. Aunque nos resistimos y seguimos trabajando, cuando llegaron las fuerzas especiales y dispersaron a las manifestantes, también tuvimos que abandonar la zona. En otra ocasión, cuando estaba entrevistando a niñas sobre la prohibición de la educación, los talibanes les impidieron seguir hablando y borraron mis videos.
En la situación actual, ¿qué puede esperarse de la comunidad internacional?
Intentamos publicar los hechos lo mejor que podemos. Pero cuando vemos que una cobertura pone en peligro nuestras vidas o provoca el cierre de nuestras redacciones, tenemos que dejar de publicar u omitir información importante y sensible. En mi opinión, estas restricciones han reducido la confianza de la gente hacia los medios de comunicación. Pero creo que es mejor que cerrar los medios por completo y tener un vacío informativo total en el país.
Lo único positivo es que tenemos más seguridad que antes. Los periodistas no temen atentados suicidas ni armados. Hay temor a los atentados del ISKP [Estado Islámico - Provincia de Jorasán], pero no como antes, cuando el temor era hacia los atentados talibanes contra los medios de comunicación.
Pedimos a la comunidad internacional que garantice la libertad de las mujeres para trabajar. Las mujeres deben tener sus derechos y poder trabajar en todas las oficinas gubernamentales, incluida la Radio Televisión Nacional de Afganistán. Deben gozar de sus libertades civiles y sociales, y se les debe permitir participar políticamente. El apoyo de la comunidad internacional debe ser significativo y pragmático.
Si la situación sigue así, los periodistas seguirán buscando formas seguras de salir del país. Yo sigo con mi trabajo en la medida de lo posible, por la gente y para animar a las mujeres. Veo mi trabajo como una protesta contra los talibanes.
Por razones de seguridad, no fue posible publicar ciertos detalles y fotos de la periodista entrevistada y se han editado nombres de lugares.
Este artículo se publicó originalmente en el sitio de IJNet en persa.