La desinformación prolifera en las comunidades de inmigrantes de Estados Unidos. Y no hace sino aumentar, debido en gran parte a las barreras lingüísticas, las redes sociales y la instrumentalización de temores arraigados por parte de los malos actores.
Muchos medios de comunicación, por su parte, carecen de recursos de comprobación de hechos para las personas que no hablan inglés.
En la actualidad, los estadounidenses de origen asiático son el grupo racial de más rápido crecimiento en el electorado estadounidense. Casi seis de cada diez son inmigrantes, mientras que poco más de la mitad de los recién llegados dicen dominar el inglés.
La desinformación dentro de las comunidades asiático-americanas se propaga ampliamente por la radio, Youtube y aplicaciones populares como WeChat y WhatsApp. WeChat, utilizada por cerca del 60% de la comunidad chinoamericana, es especialmente vulnerable a la desinformación, debido a un ecosistema hiperpartidista y conservador que premia los contenidos sensacionalistas.
Para saber más sobre el impacto de la desinformación en las comunidades asiático-americanas y cómo combatirla de forma eficaz y culturalmente consciente, me puse en contacto con Nick Nguyen, cofundador y director de investigación de Viet Fact Check, y Kyle Van Fleet, asociado de comunicación estratégica de APIA Vote y responsable del programa de vigilancia de la desinformación de APIA Vote.
Barreras lingüísticas
El idioma es un obstáculo importante para recibir información objetiva en muchas comunidades asiático-americanas.
El menor dominio del inglés y el menor número de medios de comunicación que operan en su lengua materna pueden hacer que los inmigrantes de estas comunidades sean más susceptibles a la información falsa y políticamente extremista difundida por malos actores, afirma Van Fleet. Además, faltan iniciativas de fact-checking en lenguas asiáticas, y las empresas de redes sociales también pueden tardar en retirar información falsa.
"Debido a la sequía del periodismo en general, cada vez hay menos fuentes fiables, y ese vacío lo llenan muchos activistas hiperpartidistas que se hacen pasar por periodistas", explica Van Fleet. "Eso es definitivamente cierto dentro de la comunidad asiático-americana".
Es vital que los periodistas comprendan el importante papel que desempeña el lenguaje en la difusión de la desinformación. Para empezar, las redacciones deberían traducir más sus reportajes a lenguas asiáticas, sugiere Van Fleet, que insta a los periodistas a ser conscientes también de los muchos grupos étnicos y lenguas asiáticos que necesitan información y merecen representación.
Por ejemplo, Viet Fact Check, un proyecto de la Progressive Vietnamese American Organization, publica análisis de datos para los vietnamitas estadounidenses. DesiFacts hace un trabajo similar en hindi y bengalí, y PiYaoBa verifica información en chino, por nombrar algunos.
Los periodistas y los fact-checkers deben saber que las lenguas asiáticas pueden diferir según las regiones de un país y los periodos de tiempo, añade Nguyen: "Una de las razones por las que creo que hemos conseguido durar tanto es porque invertimos en asegurarnos de que nuestro contenido es el vietnamita del sur idiomático de la época anterior a 1975".
Explotando el miedo y el conocimiento
Muchos medios de verificación de datos no reconocen el nivel de conocimiento que los inmigrantes pueden tener de las instituciones y los procesos electorales estadounidenses. Por ejemplo, es posible que a los inmigrantes asiáticos que no fueron a la escuela en Estados Unidos no se les hayan enseñado los pormenores de las instituciones estadounidenses y su funcionamiento, explica Nguyen. Esto puede hacer que arraigue y se extienda la desinformación sobre los procesos y resultados electorales.
"A veces hay una comprensión diferente de lo que es la democracia o de cómo se supone que debe ser la gobernanza", dice Van Fleet, añadiendo que los agentes de la desinformación se centran en los traumas de los inmigrantes asiático-americanos que proceden de países no democráticos, en un esfuerzo por infundir miedo.
"Esto también es una especie de vulnerabilidad para la desinformación, porque los traumas de la gente o sus malentendidos o sus diferentes perspectivas pueden ser utilizados como armas para impulsar algún tipo de agenda hiperpartidista", dice.
En concreto, en las comunidades de refugiados vietnamitas, los recuerdos del comunismo en Vietnam pueden utilizarse como arma, continúa Van Fleet, para sembrar el miedo al comunismo o al socialismo en Estados Unidos. En 2020, estos miedos se explotaron para ayudar a apuntalar falsas afirmaciones sobre el fraude en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020.
"Cantidades significativas de desinformación están dirigidas [al] trauma histórico de ser un refugiado, lo que atrae a la gente hacia los candidatos que ven como la mejor opción para preservar la estabilidad, el poder y el prestigio de Estados Unidos, ya que no quieren ser refugiados de nuevo", dice Nguyen.
Teniendo en cuenta lo anterior, antes de adentrarse en análisis del fact-checking sobre temas políticos complejos en Estados Unidos, como la sanidad o la economía, las redacciones deberían establecer definiciones básicas de instituciones y procesos políticos para sus lectores.
APIA Vote, por ejemplo, proporciona recursos útiles sobre el voto a individuos y organizaciones locales antes de las elecciones.
Haciendo foco en las comunidades
La lucha contra la desinformación requiere un esfuerzo diario, insta Van Fleet. Es importante contextualizar el modo en que la desinformación causa daños concretos a una persona o comunidad.
Videos de YouTube ampliamente difundidos y creados por actores malintencionados perpetúan narrativas de desinformación, como afirmaciones de fraude electoral en los Estados Unidos, y los agregadores de noticias sobre crímenes también son populares en las comunidades asiático-americanas, con muchos produciendo contenido sensacionalista en busca de dividir a grupos de personas. Estas narrativas pueden tener efectos perjudiciales en las comunidades asiático-americanas y en sus relaciones con otros.
"Lo principal es proporcionar suficiente contexto para ayudar a la gente a entender cómo creer una falsedad les causará daño, en lugar de limitarse a comprobar un hecho", dice Nguyen.
Centrar a las comunidades asiático-americanas en estos esfuerzos es clave. Los periodistas y las redacciones deben investigar las comunidades que cubren e incluirlas en las conversaciones sobre la desinformación.
Una forma de hacerlo es asociarse con organizaciones locales. APIA Vote colabora con estos grupos en todo el país y recopila informes sobre narrativas nocivas para enviarlos a mensajeros de confianza, que luego comunican sus conclusiones a nivel local, ya sea a través de programas o de relaciones directas con miembros de la comunidad.
"Tenemos que trabajar con organizaciones locales que gocen de la confianza de su comunidad, que no sean consideradas organizaciones o entidades partidistas", afirma Van Fleet. "Reúnete con la comunidad, habla con ella, entiéndela. Asegúrate de que estás elevando y centrando lo que tienen que decir en vez de hablar por ellos".
Imagen de Camelia Heins.