Desde hace un año, Hanna Valynets es una periodista en el exilio.
En 2020, protestas masivas estallaron en Bielorrusia tras la reelección del presidente Alexander Lukashenko, en unos comicios calificados de "no transparentes, libres ni justos" por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Un año después, Valynets se tomó unas vacaciones para escapar de la represión gubernamental a los medios de comunicación.
"Ese año fue difícil para mí, para mi salud mental. Tenía problemas para dormir, esperando cada día a ver si nos detenían por la mañana. Así que decidí tomarme un mes y medio de descanso en el extranjero", dijo.
Mientras estaba de vacaciones, el redactor jefe del sitio bielorruso Green Network, así como un miembro del personal administrativo, fueron detenidos por la policía. Como vicedirectora del medio, Valynets tuvo que asegurarse de que el sitio web no fuera dado de baja en ausencia de su editor.
"Tuve que cambiar todas las contraseñas, gestionar todas las redes sociales. Teníamos una lista de enlaces de seguridad para estos casos", cuenta. "El equipo tuvo que resolver qué hacer después; qué haríamos si nuestro redactor jefe permanecía en la cárcel durante mucho tiempo, no solo unos días".
Al final, Valynets se quedó en el extranjero para asegurarse de que al menos un miembro del equipo estuviera libre de la amenaza del gobierno bielorruso. Hoy vive en Lituania, donde además de su trabajo en Green Network, trabaja como freelance para varias publicaciones, entre ellas IJNet, donde ha cubierto desde la situación de Novaya Gazeta durante la invasión Rusia a Ucrania hasta cómo los periodistas bielorrusos están informando desde el exilio.
¿Por qué decidiste ser periodista?
Para aprender a hablar con la gente. El periodismo es un instrumento para conocer el mundo, para descubrirlo y para preguntar a las personas sobre cosas extrañas que me dan curiosidad.
¿Cuál ha sido la pieza más difícil en la que has trabajado?
En Bielorrusia, en agosto de 2020, tras las elecciones presidenciales, tuvimos una enorme ola de violencia, detenciones, torturas e incluso asesinatos por parte de la policía. Yo no estaba preparada. Nadie estaba preparado. Esa cantidad de crueldad fue inesperada para todos.
Un día, quizás unas semanas después de que empezaran las protestas, vi a uno de mis antiguos amigos de la universidad escribir en las redes sociales: "Gracias a todos, volví. Fue una experiencia muy inusual, les escribiré a todos en unos días". Me di cuenta de que había estado en la cárcel, donde 30, 40, 60 personas permanecían más de 24 horas sin poder siquiera tomar asiento. No podía imaginarme que alguien pudiera hacerle algo así a él, una persona tan amable e inteligente.
Le pedí una entrevista. Después entrevisté a más personas, pero esta vez acerca de las torturas a las que fueron sometidas durante los primeros días de las protestas. Eran cuatro chicos de 25, 30 años. Todos decían: "A mí no me pasó casi nada. Hubo mucha gente que lo pasó peor". Después de esas cuatro entrevistas no pude hacer más. A una de ellas ni la publiqué.
Como supe más tarde, el trauma de otras personas te puede marcar. Tardé unas semanas en volver a la normalidad. Trabajaba muy lentamente porque estaba en estado de shock.
El artículo que hice después no fue tan difícil porque recordé que es importante no intentar ponerse en el lugar de esas personas. Puedes lamentarte, pero no debes ponerte a pensar que eso podría ocurrirte a ti o a tus familiares.
Hoy trabajo en temas similares. No tan duros, pero sí similares. Pero está bien. Me encanta este trabajo. Es muy importante para mí. Tal vez no pueda arreglar mi país, pero puedo contar más sobre lo que pasa con la gente, y cómo se las arreglan para vivir con eso.
Publicas una serie en IJNet sobre periodistas bielorrusos en el exilio. ¿Por qué crees que es importante destacar sus historias?
El exilio es la experiencia de muchos medios que intentan trabajar en circunstancias insoportables. Si eres periodista o editor de un país en el que el gobierno está completamente en contra tuyo, tienes que transformar el periodismo de ser tu trabajo a ser tu deber. Y no es fácil.
Al mismo tiempo, no es fácil conseguir información sobre los exiliados. No porque sea conocimiento clandestino, sino porque esas comunidades están cerradas por razones de seguridad. Están amenazados y por eso no pueden hablar en voz alta de su experiencia. Tienen familiares dentro de sus países y tienen miedo.
Informar da la oportunidad de hablar con ellos y contar cosas de su vida que puedan publicarse sin poner en peligro a sus seres queridos. Además, informar sobre los medios en el exilio puede dar esperanza a otras personas que necesiten abandonar su hogar y organizar sus medios de comunicación en otro lugar.
¿Crees que podrás regresar a Bielorrusia?
No, no lo creo. Si eres un periodista independiente de Bielorrusia y escribes sobre derechos humanos, la guerra, los medios y, sobre todo, si utilizas tu propio nombre como hago yo, es solo cuestión de tiempo que te detengan. Y no hay forma de saber qué te van a hacer. Puede que solo te multen y ya está, o puede que tengas que pasar muchos años en la cárcel. No puedes elegir, por supuesto.
Así que ahora estoy viviendo a 100 kilómetros de mi ciudad natal, de mi familia. Pero es mejor para mí no visitarlos.
¿Algo que te gustaría transmitir a quienes nos leen?
Cuando trabajas como periodista, es muy importante entender que el mundo no es binario, es decir, no hay personas completamente buenas o malas, ni ideas completamente buenas o malas.
Por ejemplo, no me gusta la guerra, y estoy segura de que la violencia no debería existir. Pero al mismo tiempo, la gente que lucha en las guerras no puede considerarse que tenga pura maldad o pura bondad. También tienen su vida cotidiana.
Fotos cortesía de Hanna Valynets.