La reportera italiana Annalisa Camilli sabía que los periodistas corren el riesgo de sufrir acoso, pero nunca pensó que le tocaría a ella por trabajar en temas de migración.
"Siempre se piensa que los periodistas que sufren acoso son los que cubren crimen organizado, guerras o terrorismo", dice. Sin embargo, a medida que la tragedia de los migrantes mediterráneos se politizaba y alimentaba la propaganda contra los refugiados en todo el país, Camilli se convirtió en un objetivo para los trolls de extrema derecha, recibiendo comentarios misóginos y acusaciones despectivas, así como amenazas sexuales y físicas online.
El verano pasado, el hostigamiento se intensificó después de que, a bordo de un barco de Open Arms, Camilli informara sobre el rescate de una mujer migrante que probablemente había sido abandonada por la así llamada guardia de la costa libia. "Los ataques siguieron en las redes sociales, pero además empecé a recibir llamadas telefónicas y correos electrónicos", cuenta, explicando que el fin era asustarla para silenciarla. "Decían que me había inventado la historia, o que no era verosímil, atacando mi credibilidad, que es lo más importante que tengo como periodista".
Las llamadas telefónicas, a cualquier hora del día y de la noche, fueron particularmente angustiosas, y Camilli todavía no sabe cómo los acosadores consiguieron su número de teléfono. "Ya no volvía sola a casa y estaba todo el tiempo mirando por encima del hombro", recuerda.
Alguien presentó su caso ante el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), una organización internacional independiente sin fines de lucro que defiende a los periodistas bajo amenaza. Allí supo que su situación era lamentablemente común, especialmente entre sus colegas mujeres.
En 2018, un informe de Amnistía Internacional reveló que funcionarias políticas y periodistas mujeres habían sido sometidas a algún tipo de abuso en Twitter cada 30 segundos. Ese mismo año, una encuesta global realizada por la International Women’s Media Foundation y TrollBusters, descubrió que casi un tercio de las mujeres periodistas consideran abandonar la profesión debido a los ataques y amenazas que reciben online.
Profundamente angustiada y preocupada por su seguridad personal, la primera reacción de Camilli fue alejarse temporalmente de las redes sociales y de las historias sobre inmigración. Pero después de unas semanas, volvió a trabajar en el tema y publicó un libro al respecto.
"El punto de vista con el que hago mi trabajo no ha cambiado, pero ahora estoy mucho más alerta", dice. "Sé que estoy expuesta a ese tipo de ataques y cuando veo una ola de odio contra mí o mis colegas, sé que no debo restarle importancia".
María Salazar Ferro, directora de emergencias en el CPJ, señala que el hostigamiento tiene un impacto en los afectados, pero también es un ataque directo a la libertad de prensa y la independencia en un intento de silenciar voces e historias específicas.
A continuación, algunas de las consecuencias negativas más comunes que el acoso a periodistas, en todas sus formas, tiene sobre las noticias que regularmente consumimos.
Historias importantes corren el riesgo de no ser contadas
Ser el objeto de un acoso sistemático puede ser agotador, y tiene un costo psicológico increíble para el periodista, la redacción y otros colegas que trabajen los mismos temas, dice Salazar Ferro.
"Una consecuencia muy tangible es la censura: los profesionales dejan de informar sobre un tema determinado porque temen ataques", explica. "He hablado con periodistas que me dijeron que no cubrieron algo o que han evitado algún tema porque temen las consecuencias".
Se cuestiona menos al poder
Los periodistas trabajan para promover la transparencia y la rendición de cuentas. Y pueden ser víctimas de estrategias de silenciamiento cuando amenazan intereses poderosos o exponen a gobiernos o figuras importantes en nombre del interés público.
Es lo que está sucediendo en Filipinas, por ejemplo, donde el premiado medio de la periodista Maria Ressa, Rappler, ha sido objeto de una serie de procesos legales por parte del régimen autoritario de Duterte.
Incluso los intentos más sutiles de silenciamiento, como amenazar con iniciar una demanda contra un periodista ciudadano o un freelancer que no tiene un gran medio que lo respalde, o entrometerse en la vida personal de un reportero, pueden afectar el trabajo de periodistas de todos los niveles.
Se pone en riesgo la pluralidad
El acoso puede contribuir a que las mujeres se retiren de los campos tradicionalmente dominados por hombres, minimizando aun más las voces femeninas. "Sabemos a ciencia cierta que las periodistas reciben una cantidad desproporcionadamente mayor de ataques online que los hombres” dice Salazar Ferro. “Y es mucho más común si las periodistas en cuestión informan sobre temas como deportes. De este modo el acoso alienta una mayor disparidad de género en las salas de redacción”.
Es probable que un mecanismo similar afecte a otras minorías que trabajan en medios, como periodistas LGBTQ, por ejemplo, y de color. Como señaló el Comité para la Protección de los Periodistas, cubrir los problemas de la comunidad LGBTQ conlleva un mayor riesgo de amenazas y represalias. Y el informe de Amnistía Internacional de 2018 también reveló que las mujeres de color son objeto de una atención desproporcionada en las campañas de hostigamiento online, siendo un 34 por ciento más propensas a ser mencionadas en tweets abusivos o insultantes que las mujeres blancas, y en el caso de las mujeres negras, específicamente, el porcentaje aumenta a un 84 por ciento.
Estas amenazas crecientes para los periodistas de minorías desalientan su participación y podrían afectar la diversidad de las redacciones y los medios de comunicación, lo que conllevará mayores desafíos y limitaciones en toda la industria.
Imagen con liencia Creative Commons en Unsplash vía Arif Riyanto.