En junio, Melitopol Vesti reanudó su trabajo tras más de un año de interrupción. Había cesado todas sus operaciones a principios de marzo de 2022, poco más de dos semanas después de que Rusia invadiera Ucrania, y después de que las fuerzas rusas capturaran la ciudad de Melitopol, en el sur. Los últimos ejemplares del periódico se imprimieron el 23 de febrero de 2022, el último día de paz, recuerda el director y editor Mikhail Kumok.
Al comienzo de la ocupación rusa, el medio utilizó un lenguaje directo: la guerra es la guerra, los ocupantes son los ocupantes. Eso duró poco: la redacción se enteró de que los rusos iban a interrogar a dos de sus periodistas. "Dirijan todas las preguntas a nuestro editor. No sabemos nada", les aconsejó decir Kumok. Fueron liberados y abandonaron el territorio ocupado.
"El 11 de marzo suspendimos nuestro trabajo por una amenaza directa contra mis empleados: decenas de personas. Las vidas son más importantes que cualquier otra cosa", dice Kumok, que pronto se vio obligado a abandonar también Melitopol. Recibió amenazas, y más tarde los ocupantes rusos fueron a su casa y se llevaron una torre de computadoras y los documentos de propiedad de su departamento.
"Frenamos por completo nuestro trabajo, y a principios de este verano lo reanudamos. Creemos en nuestra victoria y que pronto volveremos a casa. Yo también he vuelto a trabajar, editando y preparando artículos, y haciendo periodismo de investigación", cuenta Kumok.
Como Melitopol es mayoritariamente rusoparlante, Melitopol Vesti solía publicarse en ruso. Kumok ha decidido pasar a publicar en ucraniano. Hoy el equipo editorial trabaja a distancia y utiliza WhatsApp y otras aplicaciones cifradas de extremo a extremo para comunicarse.
Los periodistas del equipo recurren a diversas fuentes para hacer su trabajo. Los redactores, por ejemplo, monitorean las páginas web públicas gestionadas por las fuerzas de ocupación rusas y sus colaboradores. "Suelen publicar noticias importantes. Las verificamos a través de nuestros propios canales y solo entonces las publicamos", explica Kumok.
Kherson
Irina Ukhvarina trabaja para Vgoru, un medio de Kherson, ciudad del sur de Ucrania que las fuerzas rusas ocuparon durante más de ocho meses en 2022. Aunque Ucrania recuperó la ciudad el año pasado, sigue bajo el fuego regular de la artillería del ejército ruso.
Durante la ocupación, explica Ukhvarina, la gente dejó de confiar en los demás por miedo a las traiciones. Ese temor se alivió con la vuelta de la ciudad al control ucraniano, pero otro ha ocupado su lugar: la gente tiene miedo de preguntar: "¿Cómo estás?".
"Da miedo oír que alguien murió, que un proyectil se estrelló contra una casa o que ha ocurrido alguna otra desgracia", explica.
Ukhvarina y sus colegas nunca publican fotos de lugares sobre los que se ha disparado; ni siquiera publican detalles después de los hechos. Las imágenes que publican no ofrecen ninguna referencia a la ubicación, para evitar ayudar al ejército ruso a dirigir su fuego.
Ella y sus colegas tampoco escriben sobre ningún acontecimiento en la ciudad, incluida la distribución de ayuda humanitaria. Quieren evitar que las tropas rusas se enteren de los lugares concurridos; de lo contrario, la zona podría convertirse en un objetivo.
Ukhvarina se refirió al intenso bombardeo del centro de la ciudad y de un supermercado local en el que murieron siete personas en diciembre de 2022: "Había escrito que por fin había abierto en Kherson nuestra tienda favorita, un lugar de encuentro para los residentes que llevaban casi un año sin verse. Al día siguiente, tras la publicación, fue bombardeada. Desde entonces, no hemos anunciado ningún evento en la ciudad".
Reportear bajo fuego
Los periodistas que trabajan en zonas ocupadas deben actuar de forma diferente a sus colegas que trabajan en zonas de combate o zonas liberadas como Kherson, que todavía podrían seguir bajo fuego, explica Andrii Ianitskyi, director del Institute for War and Peace Reporting de Ucrania.
Los periodistas que informan en territorios ocupados deben hacerlo de forma anónima y comunicarse solo con personas de confianza a través de aplicaciones de mensajería seguras, como WhatsApp y Signal, y ProtonMail, aconseja Ianitskyi. También deben utilizar tarjetas telefónicas desechables y nombres que no puedan relacionarse con ellos.
Ianitskyi advierte del peligro de hacer fotos o videos, especialmente de alguien detenido. Aunque es relativamente seguro fotografiar lugares turísticos, conviene tener cuidado: hay que tener en cuenta que los servicios de inteligencia disponen de cámaras de vigilancia que pueden utilizar para identificar a las personas.
Los periodistas que trabajan en zonas de combate pueden informar más abiertamente. Utilizar un nombre y una foto reales, y una biografía que los acompañe puede ayudar a aumentar la credibilidad, afirma Ianitskyi: "Cuanto más sepa el lector sobre un periodista, más confianza tendrá en su material".
Es fundamental que los periodistas que trabajen en zonas de combate sigan cursos de primeros auxilios, y que lleven chalecos antibalas y cascos con la etiqueta "PRENSA" escrita en el equipo, para que los militares ucranianos puedan identificarlos fácilmente.
"Al principio de la guerra, todo el mundo se convirtió de repente en periodista militar. Pero al mismo tiempo, prácticamente nadie tenía chalecos ni cascos, y mucho menos conocimientos sobre qué hacer cuando te bombardean o te hieren. Además, muchos periodistas que intentaron llegar a las zonas más peligrosas del frente resultaron heridos y corrieron el riesgo de morir", explica Ianitskyi.
En Ucrania, un periodista que informa en el frente o en zonas de combate necesita una acreditación del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ucranianas. Pero cada vez es más difícil conseguirla, señala Ianitskyi. Los militares también suelen exigir a los periodistas que tengan un encargo editorial de una redacción o un permiso por escrito del jefe de prensa de la unidad militar.
"Debido a estas dificultades, los periodistas pueden presentarse como voluntarios que ayudan a la gente, al tiempo que filman historias de guerra. Todo suele depender de los contactos personales de los periodistas o fixers con los jefes de prensa militares", explica Ianitskyi.
La relación entre periodistas y oficiales de prensa pueden complicarse por el hecho de que ambos cargos tienen objetivos diferentes. Los oficiales de prensa, además de garantizar la seguridad física de los periodistas, deben impedir que se revelen secretos militares, como la ubicación de las tropas, la disponibilidad de equipos y el número de efectivos.
Los periodistas, entretanto, documentan la realidad de las situaciones. A veces, sin darse cuenta, pueden hacer pública información sensible que perjudica a los militares. Ianitskyi recordó un reportaje de Forbes sobre el despliegue por Ucrania de su 82ª Brigada de Asalto Aéreo en la zona de contraofensiva de Zaporizhzhia, tras el cual la viceministra de Defensa del país, Anna Malyar, comunicó que las tropas rusas habían llevado a cabo cinco ataques aéreos contra la unidad militar en un solo día. Malyar tituló su post "El precio de los titulares".
Después de que Ucrania recuperara las regiones del norte del país, los frentes de guerra se estrecharon considerablemente y al Estado Mayor le resultó más fácil controlar el trabajo de los periodistas. A todos los equipos de video que trabajan en el frente se les ha asignado un jefe de prensa, y se ha prohibido viajar a las zonas de combate sin chalecos antibalas y cascos. Como resultado, los periodistas corren menos peligro y se han minimizado las muertes.
Sin embargo, las relaciones entre los periodistas y el ejército siguen siendo tensas, de acuerdo con Ianitskyi. Los militares cambian a menudo las reglas de funcionamiento en zona de combate sin consultar a los trabajadores de los medios y, a veces, sus decisiones no parecen suficientemente razonadas. Por ejemplo, los periodistas ucranianos protestaron recientemente por la introducción de tres zonas para regular su trabajo en el frente. Pueden trabajar libremente en las zonas verdes; las zonas amarillas exigen que vayan acompañados de un responsable de prensa, y tienen prohibido trabajar en las zonas rojas.
Para Natalya Humeniuk, jefa del centro de prensa del ejército en el sur de Ucrania, las nuevas normas no se han introducido para complicar el trabajo periodístico, sino "para organizar adecuadamente el trabajo teniendo en cuenta las necesidades del ejército".
"Los periodistas siempre quieren más libertad, y es normal", concluye Ianitskyi.
Este artículo fue publicado originalmente en IJNet en ruso.
Foto de Kyrylo Kholopkin en Unsplash.