En Indonesia, donde vivo, la desinformación es más común que nunca ya que su distribución se ha diversificado y se ha vuelto difícil de suprimir.
Solo en abril, cuando el país celebró sus elecciones generales, el Ministerio de Comunicación y Tecnología de la Información identificó 486 piezas de información errónea compartidas en varias plataformas online, 209 de ellas relacionadas con la política. El Ministerio señaló que ese número había aumentado antes de las elecciones, y que no ha hecho más que incrementarse desde entonces.
Para comprender mejor cómo y por qué se difunde la información, tanto veraz como engañosa y falsa, realicé una encuesta en febrero de 2019 junto con Tirto.id, una de las redacciones con las que trabajé como becaria ICFJ TruthBuzz. Lo que descubrí desafía la suposición de que es la falta de pensamiento crítico lo que más motiva a las personas a compartir información errónea tan fácilmente.
Cómo diseñamos el estudio
Más de 1.500 personas de la isla más poblada de Java respondieron 31 preguntas sobre cómo acceden a la información. También incluimos tres conjuntos de imágenes, incluyendo artículos de los principales medios, memes virales y capturas de pantalla de redes sociales. Les pedimos a los encuestados que decidieran si la información de las imágenes era precisa o no, y si las compartirían online.
El primer conjunto incluía posts de redes sobre vacunas y salud, los refugiados rohingya y la Franja de Gaza. Se trataba de publicaciones no verificadas de fuentes no creíbles o desinformación. Las imágenes del segundo conjunto eran de naturaleza política, tomadas de medios de comunicación creíbles, así como de grupos partidarios de Facebook. Todas estaban relacionadas con los candidatos presidenciales de entonces, Joko Widodo y Prabowo Subianto. El tercer conjunto incluía imágenes de artículos precisos y verificados, publicados por el Ministerio de Comunicación y Tecnología de la Información y por organizaciones de fact-checking.
Quién comparte qué
Testeamos una serie de factores que pueden influir en la probabilidad de que un encuestado comparta información en WhatsApp, incluyendo género, nivel educativo y edad. El género y la educación no tuvieron efecto, pero los resultados de nuestra encuesta mostraron una relación directa entre la edad avanzada y una mayor confianza en la información que circula en esa aplicación de mensajería.
Si bien el 41% de todos los encuestados dijeron que confían en la información que reciben vía WhatsApp, ese número aumenta al 67% en los encuestados mayores de 45 años. Solo el 35% de los encuestados de entre 17 y 21 años dijeron confiar plenamente en la información que encuentran en la aplicación de mensajería.
Las personas mayores también tienen más probabilidades de compartir un contenido que encuentran en un grupo a otro grupo de WhatsApp. Casi el 50% de los adultos mayores de 45 años dijeron que compartieron la información que recibieron en un grupo de WhatsApp con otro, en comparación con el 24% de los jóvenes de 17 a 21 años y el 30% de los encuestados entre las edades de 22 y 35.
Los encuestados tenían más probabilidades de compartir imágenes que contuvieran declaraciones no verificadas o desinformación. Una imagen contra la vacunación resultó ser la más pasible de ser compartida (31%), seguida de una imagen no verificada del atleta indonesio Lalu Muhammad Zohri celebrando una victoria con la bandera polaca (20%). Al menos el 10% de los encuestados dijeron que compartirían esas imágenes.
En total, los encuestados tenían más probabilidades de compartir contenido relacionado con la salud –falso o no–, seguido de mensajes que contuvieran información sobre nacionalismo, economía, religión y política, todos temas delicados para los indonesios.
Por qué se propaga la desinformación
Sin embargo, saber quién comparte qué información falsa no explica por qué lo hace.
Para comprender mejor el por qué, recurrimos a Ismail Fahmi, fundador del sistema de análisis de redes sociales Drone Emprit. Explicó que hay dos tipos principales de difusores de desinformación e información falsa. En primer lugar hay personas que creen que cualquier información que circula en las plataformas de mensajería es verdadera y, por lo tanto, la comparte. Luego, hay quienes no se preocupan por la precisión del contenido, siempre que reciban la información de parte de alguien en quien confían.
Mucho trabajo actual en torno a la desinformación se basa en el supuesto de que quienes comparten esos contenidos no pueden identificar qué es real y qué es ficción. Tal presunción forma la base de iniciativas de alfabetización mediática que enseñan pensamiento crítico a los consumidores de noticias para que puedan identificar mejor la información no verificada, engañosa o falsa.
Nosotros quisimos saber si esa suposición es cierta, por lo que realizamos un test de reflexión cognitiva (TRC, por su sigla en inglés), desarrollado por el psicólogo y profesor Shane Frederick en 2005 para evaluar diferencias individuales en el pensamiento crítico, junto con la encuesta preelectoral. Los que pasan el test se consideran mejores pensadores críticos que los que no lo hacen.
Cuando administramos el test durante la encuesta preelectoral, solo 16 encuestados –1%–, aprobaron. Aun así, estos pensadores más críticos no eran inmunes a compartir información no verificada o falsa. Cuatro de los 16 que aprobaron el test compartieron información errónea contra la vacunación, y siete compartieron información política falsa.
Llegamos a la conclusión de que las personas que comparten desinformación no necesariamente consumen información de manera menos crítica, lo que contradice la presunción de que la única clave para combatir la difusión de falsedades y desinformación es el desarrollo de habilidades críticas. Si bien las personas que aprobaron el CRT difundieron información errónea a una tasa significativamente más baja en comparación con aquellos que no aprobaron, hay otras razones por las cuales las personas con fuertes habilidades de pensamiento crítico transmiten de todos modos información que no está verificada o no es cierta.
Una de estas razones tiene que ver con las creencias políticas. Al examinar contenidos falsos desmentidos por el Ministerio de Tecnología de la Información y la Comunicación de Indonesia, vimos que muchas de las personas que habían compartido contenidos apócrifos apoyaban firmemente a uno de los dos candidatos presidenciales. A partir de esto, determinamos que los partidarios políticos fervientes son un grupo que tiende a difundir información falsa o no verificada indiscriminadamente.
Por su parte, las personas mayores difunden información errónea porque realmente creen que es verdad. Incluso otros comparten información falsa o no verificada porque confían en la persona que se la envía.
Para combatir la propagación de información falsa, necesitamos una mejor comprensión de las razones por las cuales las personas comparten declaraciones apócrifas o no verificadas vía WhatsApp.
La investigación que realicé junto a Tirto fue una de las primeras en Indonesia que intentó comprender mejor este fenómeno, y esperamos seguir en este camino. Solo con un mayor conocimiento del problema podemos desarrollar soluciones que aborden los diversos factores que motivan a las personas a consumir y compartir desinformación.
Imagen: Astudestra Ajengrastri trabajando junto a sus socios deTirto.id.
El contenido para este post fue originalmente publicado en la cuenta de Instagram de Tirto.