El presente artículo corresponde a nuestra serie sobre el coronavirus. Entra aquí para leer más.
La pandemia por la COVID-19 visibilizó y agravó lo que ya era una realidad: la falta de acceso a servicios de salud, las deficiencias en el servicio público frente al privado; la educación a distancia y la brecha digital, y el impacto económico y la compra de vacunas. En dos palabras: la desigualdad.
A más de un año de su comienzo, el saldo es de más pobreza y desigualdad creciente. Desde el ejercicio periodístico mucho se puede hacer para reducir esa brecha social, visibilizando la problemática, narrando historias, mostrando la urgente necesidad de políticas públicas que atiendan el tema de manera focalizada, y evaluando —junto con especialistas— las acciones y omisiones gubernamentales.
Abordar la desigualdad debe ser ya un tema de agenda diaria, si no una sección más en el menú de opciones informativas de los medios de comunicación. Esto impulsaría el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible desde el periodismo, un aporte en la Agenda 2030.
Compartimos cinco enfoques periodísticos para investigar la desigualdad:
Pandemia y pobreza
No todos recibieron la pandemia en “el mismo piso”: ya había condiciones de desigualdad que se fueron acentuando al mismo tiempo que avanzaban los contagios; desde quienes no pudieron dejar de trabajar, hasta quienes no pudieron protegerse por la falta de dinero para adquirir los insumos básicos de protección.
Se trata de analizar esas carencias desde los datos y acompañar con historias reales: ¿cuántas personas carecen de vivienda?, ¿cuántas trabajan en la informalidad?, ¿cuántas no tienen acceso a seguridad social? Generar contrastes, como revisar el ingreso promedio de las familias respecto del costo de las pruebas o tratamientos de la COVID-19.
Un seguimiento que nunca debe faltar es sobre las acciones de las autoridades para afrontar la pandemia y qué tan apegadas se encuentran a la realidad de las personas, si hay acciones específicas para sectores más vulnerables y si éstas han sido efectivas con la reducción de la pobreza o si la han aumentado.
En su más reciente informe anual, la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) abordó el tema pobreza y brechas estructurales derivadas de la pandemia generando hilos de discusión que bien pueden ser utilizados desde el periodismo para amplificar la conversación.
[Lee más: Consejos para abordar la desigualdad de género que la pandemia agravó]
Acceso a servicios de salud
La desigualdad en el acceso a servicios de salud de calidad se hizo presente, con mayor relevancia en la pandemia. El tratamiento frente a la COVID-19 no es lo mismo en un hospital público que en uno privado, ¿cómo relatar eso a las audiencias? ¿Los contagios o defunciones guardan alguna relación con el nivel socioeconómico de las personas enfermas? ¿Qué señalan los datos?
Con las nuevas variantes del virus, las personas en condición de pobreza, especialmente de América Latina, África y Asia, se encuentran aún más expuestas y vulnerables al doble impacto del virus. Por ello, narrativas que aborden sus oportunidades en acceso a la salud son necesarias para mostrar el desigual impacto de la pandemia en la población.
Desigualdad educativa
Las desventajas educativas entre estudiantes de escuelas pobres o ricas son otra realidad que se hizo presente durante la pandemia y agravó la ya marcada brecha educativa: tener o no computadoras, acceso a internet, seguimiento educativo por parte de los padres, o adaptación a la educación remota.
Es la generación COVID: por un lado, estudiantes que pudieron avanzar aún con las dificultades que representó la educación a distancia, y por otro, quienes perdieron un año de escolaridad por la falta de una planeación educativa emergente.
Pasado el año escolar ¿es posible medir el rezago educativo y las consecuencias en el desarrollo cognitivo de los estudiantes? ¿Fue efectiva la enseñanza online y el aprendizaje por televisión?
Con el regreso a clases ¿cómo se modificó el sistema educativo para adaptarse a la escuela en pandemia?, esto involucra un análisis con especialistas sobre las políticas públicas en aprendizajes locales y la implementación de sistemas híbridos. El Banco Interamericano de Desarrollo (IDB por sus siglas en inglés) tiene investigaciones sobre el tema.
Brecha de género
Con la pandemia, la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral se redujo, pues se normalizó la exclusividad femenina en labores domésticas y tareas de cuidado. Esto ha llevado a una mayor brecha de género.
En la pre-pandemia, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo era menor respecto de la de los hombres, sin considerar las condiciones inadecuadas que ya enfrentaban: bajos salarios y largas jornadas. En la post-pandemia, el escenario se recrudeció. ¿Cómo han relatado los medios este cambio?
Se trata de mostrar la precariedad laboral en medio de la pandemia, a través de historias de mujeres que tuvieron que abandonar su trabajo por la responsabilidad de la escuela o empleo en casa, quienes vieron reducidos sus ingresos por la suspensión de actividades no esenciales o guarderías, o quienes fueron obligadas a aceptar una baja de su salario o duplicar su jornada antes que perder su empleo.
En un seguimiento del tema, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) analiza cómo la pérdida de empleo debido a la pandemia afectó de forma desproporcionada a las mujeres y que esto seguirá en la etapa post-COVID. ¿Qué narrativas se pueden generar desde el periodismo de soluciones? Una de ellos puede ser explorar la economía del cuidado, otro la igualdad de remuneración.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha estudiado el caso de las madres trabajadoras afectadas por las medidas de confinamiento prolongado. En un análisis del caso en México, el PNUD plantea acciones de igualdad sustantiva en el acceso al trabajo y corresponsabilidad social que pueden ser retomadas en historias periodísticas.
[Lee más: Consejos y herramientas digitales para visualizar las cifras de la COVID-19]
Desigualdad laboral
Durante el primer año de la pandemia, la pobreza laboral se incrementó: el ingreso laboral de un hogar no fue suficiente para alimentar a todos sus miembros. En la gran mayoría de los países, la diferencia entre los ingresos de la población rica frente a la población pobre aumentó considerablemente.
Mientras la informalidad laboral se intensifica, la recuperación de empleo de calidad parece deficiente. Sobre ese tema, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) generó un estudio de América Latina y El Caribe.
Desde el periodismo es posible mostrar esas diferencias que parten desde el ámbito laboral e impactan en todos los aspectos de vida. Cuando la distancia social era necesaria, el trabajo en casa fue la única opción para evitar contagios, pero esa decisión no estuvo en poder de muchas personas, y lo que era una protección social se convirtió en privilegio para unos cuantos.
El periodismo tiene esa posibilidad: narrar desde la realidad de muchas personas la fragilidad del mercado laboral y la ausencia de políticas públicas focalizadas en las diferencias sociales; entre éstas, que la recuperación del empleo a un año de la pandemia es lenta y deficiente.
El choque que representó la pandemia obliga al periodismo a volver a su compromiso social, a explorar nuevos enfoques al abordar la desigualdad, las diferencias entre oportunidades y el desequilibrio en accesos que deberían ser igualitarios en emergencias sanitarias, pero que en realidad nunca ha sido así.
Lucero Hernández García es periodista independiente y estratega digital; maestra en Comunicación y Medios Digitales con Especialidad en Producción Multimedia; docente universitaria en Periodismo de Precisión y Periodismo Digital. Síguela en Twitter y en Instagram.
Imagen de Leks Quintero en Unsplash.