A la fotoperiodista paquistaní Sara Farid le llevó menos de un mes empacar, abandonar su país natal y mudarse a Francia. No le quedaba otra opción.
El 10 de enero de 2018, su marido, el reconocido periodista Taha Siddiqui, fue agredido y escapó por poco de un secuestro. Ya había recibido numerosas amenazas por sus críticas contra el ejército paquistaní.
La cadena francesa de televisión France 24, para la que colaboraba regularmente, le ofreció trabajar en París y la embajada francesa ayudó con las visas.
"Empacamos nuestra vida en Pakistán y nos mudamos", cuenta Farid, a cinco meses de su exilio forzado.
Cuando la pareja decidió huir del país con su hijo, pensaron que solo sería por unas semanas. Pero pronto se dieron cuenta de que la situación de los periodistas en Pakistán se estaba deteriorando y volviéndose más peligrosa.
"Está por haber elecciones en Pakistán [...] Otro periodista fue agredido por el ejército y todos nos han dicho que no es seguro volver", dice.
Además de lidiar con las amenazas contra su vida y la de su esposo, Farid también tiene que reconstruir su vida profesional, armar una nueva red de contactos, establecer relaciones con editores y seguir las noticias en Francia.
Después de una carrera de 15 años como productora de televisión, trabajó durante cuatro como freelancer para medios como Reuters y el New York Times. Una vez en París tuvo que contarles su situación y pedir que la conectaran con nuevos editores.
"No conozco a nadie, así que me va a llevar un tiempo entablar relaciones laborales. Literalmente es como empezar de cero", dice. "El trabajo freelance es difícil en cualquier lugar, incluso fue difícil en Pakistán, y ahora tengo la desventaja de no saber hablar francés".
Por ahora, también está ocupándose en encontrar vivienda. Los apartamentos son caros en París y Farid cree que tal vez tengan que instalarse en los suburbios. Ella y su esposo tuvieron que explicarle la situación a su hijo de cuatro años y ayudarlo a adaptarse a su nueva escuela francesa, a un idioma desconocido y al desarraigo general de sus amigos y familiares.
"Hemos sido muy abiertos con él; tanto como hemos podido” cuenta. "Le explicamos las circunstancias bajo las cuales tuvimos que decidir dejar nuestra vida en Pakistán y venir a Francia".
Adaptarse a París está siendo un desafío para Farid quien, además de lidiar con un exilio, nunca había vivido en el extranjero y no habla francés.
Tanto ella como su familia están recibiendo ayuda de Maison des Journalistes y Reporteros sin Fronteras. A través de estos contactos encontró lecciones de francés gratuitas impartidas por voluntarios.
Aunque su futuro es incierto, Farid está decidida a aprender el idioma para integrarse y eventualmente trabajar. En la Maison des Journalistes conoció a otros periodistas que tuvieron que huir de Afganistán y Siria y tampoco hablan francés.
"Nunca intentaron aprender el idioma porque no sabían si iban a quedarse por mucho tiempo pero terminaron viviendo aquí", cuenta. "Y después de varios años es más difícil de aprender porque te has acostumbrado a pronunciar mal”.
Para los freelancers que se encuentran en una situación similar, Farid aconseja conectarse con organizaciones del país de acogida, como Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras o, en el caso de Francia, Maison des Journalists.
“No tengas miedo de contactarte. Escribe y explica por lo que estás pasando. Personalmente me resultaba difícil explicarle mi situación a la gente, porque suelo mantener mis cosas en privado. Pero luego me di cuenta de que esto no tenía que ver con la privacidad, sino con una lucha por la supervivencia, y hay personas y organizaciones dispuestas a ayudar”, explicó.
Desde su llegada, Farid sigue la actualidad francesa a través del sitio en inglés de France 24. Ha trabajado para el New York Times nuevamente, publicando una historia sobre una estudiante musulmana en París, y espera que su mejora en el francés y la creación de redes la lleven a encontrar más trabajo y a seguir cubriendo historias de interés humano.
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