Nunca olvidaré el día en que un editor de la BBC le dijo a mi yo de 25 años que los periodistas no deberían estar en TikTok porque "ahí hay mucha desinformación". En aquel momento tenía unos 10.000 seguidores en la plataforma, posiblemente más, y el comentario me dolió. Mis TikToks, que habían expandido mi labor periodística y mi pasión por aprender nuevos idiomas, estaban bien documentados y yo esperaba hacer lo contrario a desinformar.
Pero más adelante me di cuenta de el comentario revelaba algo más: no solo que la dirección de un medio puede tener opiniones sobre las plataformas que no se basan en hechos, sino que muchos piensan que la desinformación es una razón para que los periodistas eviten una plataforma o un formato, en lugar de saturarlo.
La fuerza que ha guiado mi carrera —empezando como videoperiodista en la BBC, siguiendo por un puesto como periodista senior en VICE News y ahora como creadora independiente— siempre ha sido la misma: poner a la audiencia en el centro. Durante mi tiempo en el Servicio Mundial de la BBC, recibí una formación valiosa que me enseñó a identificar a las audiencias "desatendidas", un término clave en la jerga de la BBC que señala a quienes no están siendo alcanzados por nuestro trabajo. Comprender a fondo a quién no estamos llegando fue, y sigue siendo, una brújula fundamental en mi forma de contar historias.
Crecer en el ámbito digital era fundamental para llegar a nuevas audiencias, porque estaba claro que ellas no iban a encontrarnos en formatos tradicionales cuyo alcance venía en descenso: televisión, radio, prensa escrita. Ya en 2019, TikTok comenzaba a consolidarse como un verdadero zeitgeist, lo que me llevó a investigarlo más a fondo. Pronto entendí que no era solo una plataforma de playback y bailes, como muchos editores insistían en verla, sino un espacio donde los usuarios compartían información y contenidos de altísima calidad. Mientras en algunas redacciones seguían subestimando su potencial, yo me acercaba a mis primeros 100.000 seguidores con explicadores noticiosos he historias basadas en hechos.
El "condimento secreto" nunca fue realmente un secreto: los creadores de contenido que más crecían eran los que entendían que TikTok no exigía pedir permiso para informar, y que el centro debía estar puesto en la audiencia. Prestaban atención a lo que sus seguidores querían saber, no a las agendas que marcaban los grandes medios. Así lograban cubrir temas de justicia social, actualidad y, al mismo tiempo, sumarse a tendencias y formatos de entretenimiento sin perder profundidad ni relevancia.
@sophiasmithgaler My latest story from the coast and 👀effluent 👀 of Rosignano Solvay in Tuscany. What is going on - and why hasn’t the city hall funded this study into local pollutants and a possible link to diseases here yet 🤨 #solvay #italy #environment ♬ Creepy and simple horror background music(1070744) - howlingindicator
Y lo que es más importante: en TikTok los creadores estaban hablando directamente a cámara y editaban de una forma que haría temblar a cualquier editor de televisión tradicional. Mis videos actuales siguen llenos de zooms bruscos y saltos de edición. La alta densidad de contenido para retener la atención del espectador, sumada a un tono relajado y cambiante —como si le hablaras a un amigo—, se convirtió en la fórmula con la que periodistas pioneros como yo logramos que nuestros explicadores se volvieran virales, ya fueran coberturas de la agenda diaria o reportajes originales.
Muchos de nosotros tuvimos que desaprender las técnicas clásicas del guion audiovisual y adaptarlas al nuevo ecosistema algorítmico: incorporar ganchos efectivos en los primeros cinco segundos, utilizar un lenguaje directo y convincente, y priorizar el ritmo sobre la estructura tradicional. Aprendimos a narrar desde otro lugar. Hoy, en 2025, no solo todas las plataformas han imitado a TikTok lanzando sus propios formatos de video corto, sino que el ecosistema digital se ha fragmentado radicalmente. Los periodistas ya no pueden tuitear y asumir que su trabajo será visto, como ocurría a finales de 2010. Y lo que es quizás más preocupante: los medios se encuentran en desventaja dentro de las plataformas sociales que, paradójicamente, son hoy las fuentes de noticias de más rápido crecimiento.
Los datos del Informe de Noticias Digitales del Instituto Reuters lo confirman año tras año: las audiencias otorgan más confianza a influencers y creadores que a las marcas periodísticas tradicionales. Estamos en una era donde la confianza fluye desde los individuos hacia las marcas, y no al revés. Mientras los medios pierden a la vez audiencia y credibilidad, sus sitios web se vuelven cada vez menos relevantes.
@sophiasmithgaler The em dash. Hate it? Love it? Here’s why people are talking about it #emdash #language #ai ♬ original sound - Sophia Smith Galer
Por eso me preocupan algunos de los intentos actuales de las redacciones por crear contenido en video para redes sociales. Veo una y otra vez videos que repiten textos de agencias y reutilizan el mismo material de archivo que ya han publicado todos sus competidores. No aportan nada distintivo, cuando sabemos que lo que realmente impulsa el crecimiento de suscripciones son las investigaciones originales, el talento individual y el contenido con personalidad.
El público en redes quiere ver piezas que se sientan propias de la plataforma: contenidos con estilo, tono y ritmo orgánico. Algunas marcas, como el New York Times o el Times de Reino Unido, han comenzado a experimentar con periodistas que explican noticias a cámara en un formato más cercano al estilo de YouTube, con alta producción. Funcionan bien, pero son lentos de producir, poco ágiles para reaccionar ante la actualidad, y rara vez parecen contenidos nativos para redes.
En otros casos, los medios optan por delegar el trabajo audiovisual en una “lista” de periodistas jóvenes —generalmente de la generación Z— que presentan el trabajo de otros, sin involucrarse en los procesos ni generar una relación directa con la audiencia. No hay transparencia, ni identidad, ni comunidad.
Y lo más problemático: casi todos estos videos siguen siendo firmados por la marca del medio, no por el periodista. Pero si se empoderara a esos periodistas como creadores visibles, podrían construir audiencias fieles en torno a su trabajo. Y eso, sabemos, es lo que hoy genera más alcance, más apoyo y más confianza en las plataformas. Imagina si las estas estuvieran saturadas tanto de las cuentas oficiales de los medios como las de los periodistas, amplificando el contenido de calidad y llenando los feeds de mejor información.
¿Cuál es mi aporte? Una herramienta que llevas en el bolsillo y que puede ayudarte a publicar explicadores con tu propio estilo y que amplifiquen tu trabajo sin quitarle nada. Gané dos premios —el Georgina Henry del Reino Unido y el Disarming Disinformation Solutions Challenge del ICFJ— para crear Sophiana, una aplicación que convierte tu artículo, guion de documental o notas de investigación en un guion preparado para plataformas como Instagram y TikTok. Además tiene una función de teleprompter que reduce el tiempo de producción, lo que es importante para los periodistas que tienen poco tiempo, y que también asegura que quienes no están familiarizados con la escritura algorítmica no estén dedicando horas a hacer videos que están condenados a no funcionar nunca. Sophiana te ayuda a hacer lo que yo he hecho, sin que tengas que invertir los seis años de trabajo que me han llevado hasta aquí.
Bien utilizada, Sophiana conseguirá que los periodistas no solo hagan más videos, sino que vean un nuevo y saludable aumento del engagement. Comenzarán a notar un impacto transversal: mensajes directos con datos o pistas, comentarios que hacen avanzar las historias, y lo más importante, mayor visibilidad para su trabajo. Eso puede traducirse en todo, desde convertir espectadores ocasionales en suscriptores, hasta contar con métricas de impacto útiles para postular a premios. A largo plazo, para nuestra industria, Sophiana representa una herramienta que permite a más periodistas ocupar TikTok, Instagram y YouTube con su propio trabajo. No deberían ser solo influencers astutos o creadores de noticias quienes se hagan virales con contenido periodístico —contenido que, muchas veces, ni siquiera han producido ellos mismos. Deberíamos ser nosotros.
Imagen cortesía de Sophia Smith Galer.