Para estar a la moda en el mundo del periodismo de hoy en día se necesita una sola línea en el CV: “periodista de datos”. Puedes ganar Pulitzers y derrocar dictadores, pero esa obsesión por los datos no le hace ningún favor ni a los lectores ni a los escritores.
El periodismo de datos está en boca de todos y encabeza la lista de puestos de trabajo. Ha cambiado las reglas de juego de la investigación y verificación de la información en los últimos 10 años. La Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia ahora enseña programas de software Python a sus estudiantes de posgrado. Todo esto es bueno. El periodismo de datos, sin embargo, se ha convertido en una suerte de muleta; es demasiado dentro de la panacea moderna.
Por ejemplo, permítanme hacer referencia a la película ganadora del Oscar "Spotlight" (la película me encantó; ya la he visto tres veces e incluso organicé una reunión para verla con mis colegas en Sarajevo).
En la película, hay una escena en los archivos del Boston Globe, bien detrás de las imprentas, en las entrañas de la construcción de noticias. Los cuatro personajes principales descubren que parece haber una correlación entre sacerdotes sospechados de abusar de niños y las excusas dadas para ausentarse de sus funciones en las parroquias. Esta escena da cuenta de lo enorme que era la conspiración que los periodistas descubrieron trabajosamente.
Lo que más me llamó la atención de ese momento, sin embargo, fueron los minutos siguientes. El director crea un montaje de escenas breves en las que aparecen los archivos apilados de las parroquias y los periodistas encogidos en sus escritorios, iluminados por luz artificial y usando reglas para recorrer los registros nombre por nombre, línea por línea, subrayando a los probables abusadores y tomando notas a mano.
En la escena siguiente, están volcando todos esos datos en un archivo Excel.
En los tiempos actuales, un script de Python armado en 15 minutos haría en menos de un segundo todo el trabajo que a esos periodistas de investigación les llevó días, o tal vez semanas. Y al final, el resultado sería el mismo: una hoja de cálculo de referencias cruzadas con nombres y direcciones de los abusadores.
Lo que hacen estos pequeños programas de computadora es impresionante. Ahorran incontables horas y esfuerzo personal; todo el mundo llega a casa más temprano y ve a sus familias con más frecuencia. El problema es que hoy en día, la segunda mitad de la película, la parte en la que el editor dedica tiempo y recursos para enviar a los reporteros a tocar puertas y conseguir entrevista tras entrevista, a menudo se olvida. Pasa bastante seguido que, si algo no aparece en una búsqueda en Google, es como si no existiera.
Nadie pone en su currículum "dispuesto a sentarse en la sala de espera de un abogado durante tres horas" (como hizo Mike Rezendes en la película). La parte del proceso periodístico que involucra un trabajo de hormiga se pasa por alto y, en cambio, se alude a gráficos y listas de vagas conexiones. La historia se pierde y el lector se tambalea, en el mejor de los casos, entre nombres al azar y registros de empresas.
No soy un tradicionalista, en absoluto. Sucede que estoy convencido de que la tecnología, por el momento, puede revelar la pepita de oro, pero no hacer el trabajo de reporteo. La intuición, las entrevistas, la persistencia y las cualidades del periodista clásico siguen siendo las claves para que una investigación con verdadera relevancia sea destapada y finalmente escrita.
Para el martillo, todo es un clavo. Pero para el periodista de datos, no todo puede ser un gráfico.
Hay quienes han criticado al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) por retener los datos de los Panama Papers en lugar de liberarlos todos. Pero creo que entendieron lo que debían hacer para darles una vida más allá de los documentos. Sabían que los reporteros locales, con sus contactos, fuentes locales y comprensión, podrían proporcionar un contexto y un seguimiento que los números por sí solos no podrían generar nunca.
Las prácticas y los valores de la vieja escuela hoy son tan importantes como siempre. Tal vez incluso más. Encontrar la historia a través del ruido requiere formación, talento y probablemente demasiadas noches sin dormir.
Imagen con licencia Creative Commons en Flickr, vía M M.