Vivimos tiempos desconcertantes.
La guerra hace estragos en el corazón de Europa, y se espera que esos combates sin sentido lleven a un largo y duro invierno.
Los precios de los alimentos y el combustible se han disparado, lo que anticipa hambre y penurias, sobre todo para las comunidades vulnerables y que se encuentran muy alejadas del conflicto.
Las crecientes tensiones en Asia Oriental, en medio de la rivalidad entre Estados Unidos y China, convierten a Taiwán en un polvorín que podría estallar en una gran confrontación que nadie quiere ni podría controlar una vez que se desencadene.
Sobre este fondo, la cantidad de hechos relacionados con condiciones meteorológicas extremas en todo el mundo —inundaciones, incendios y sequías devastadoras—, hacen saltar las alarmas de que la crisis climática es cada vez más difícil de abordar.
No es de extrañar que el público diga que está agotado de las noticias. La gente está preocupada por los acontecimientos actuales y el rumbo que puedan tomar.
La información falsa y la desinformación se suman al malestar. Algunas se difunden deliberadamente para influir en la opinión pública, pero muchas se comparten inocentemente, incluso sin pensar, en las redes sociales. Y las medidas para controlar su flujo podrían limitar la interacción legítima.
En momentos como este, el Día Mundial de las Noticias, que se celebró ayer, tiene una importancia particular. Reflexionamos sobre cómo el periodismo puede marcar la diferencia y por qué es tan importante que lo haga.
Los periodistas de las redacciones profesionales tienen un papel vital en el bienestar de las comunidades para las que trabajan. Nuestras democracias dependen de que lo hagan, con eficacia y determinación.
¿Cuál es la mejor manera de hacerlo?
Desde mi perspectiva, tenemos que enfocarnos en ofrecer información, conocimientos e inspiración.
La información creíble —basada en hechos, fiable y oportuna— sigue siendo vital si queremos mantener debates razonados y razonables sobre cómo abordar los desafíos a los que nos enfrentamos y averiguar el camino a seguir. Aunque todos tengamos derecho a tener nuestras opiniones, no tenemos derecho a tener nuestros "propios hechos". Si no hay acuerdo ni siquiera sobre los hechos básicos, los debates democráticos se reducen a una cacofonía de afirmaciones, donde "los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de intensidad apasionada", como dijo Yeats.
El periodismo basado en hechos requiere un minucioso trabajo de campo por parte de los reporteros, una incesante verificación y control de calidad por parte de los editores, y un análisis e interpretación autorizados por parte de comentaristas experimentados.
No es de extrañar que, en esta época de desconcierto, el público busque voces de confianza. Múltiples estudios demuestran que, además de las noticias, el público valora las explicaciones, los antecedentes y los análisis, ya sea en línea, en video o a través de boletines informativos.
Más allá de esto, frente a las incesantes olas de fatalidad y pesimismo, la gente también quiere inspiración. Quieren oír hablar de posibles soluciones a los problemas y sobre quienes están dando un paso adelante para abordarlos. También quieren contenidos que iluminen los rincones oscuros y den voz a comunidades y temas que se suelen descuidar o ignorar.
Permítanme citar un ejemplo: una serie de videos, titulada "Asia invisible", en la que mis colegas de The Straits Times ponen de relieve a personas que viven en las sombras de sus sociedades.
Desde los burakumin o "intocables" condenados al ostracismo en Japón, hasta las penurias que padecen los limpiadores de alcantarillas en la India moderna y el ejército silencioso de trabajadores migrantes de China, así como la sensación de aislamiento a la que se enfrentan las desprevenidas novias atraídas desde el extranjero para casarse con hombres en Singapur.
La serie recibió el máximo premio de periodismo de video de investigación en los premios Editor & Publisher EPPY de 2021.
En el sitio web del Día Mundial de las Noticias se pueden encontrar muchos otros ejemplos de periodismo con impacto. El viejo adagio de las redacciones, "mostrar, no contar", se aplica aquí.
En momentos en el que el doble lenguaje orwelliano de "la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud" y las campañas de desinformación patrocinadas por los estados hacen estragos, parece apropiado recurrir a ese sabio del periodismo, George Orwell, en busca de inspiración en el Día Mundial de las Noticias.
En su ensayo de 1946, "Por qué escribo", Orwell sostuvo que toda escritura, pero tal vez especialmente los esfuerzos periodísticos, tienen un propósito político, así como la búsqueda de contar bien una historia.
Sus palabras siguen siendo válidas hoy. Escribió: "Mi punto de partida es siempre un sentimiento de injusticia.
"Cuando me siento a escribir un libro, no me digo: 'Voy a hacer una obra de arte'. Lo escribo porque hay alguna mentira que quiero exponer, algún hecho sobre el que quiero llamar la atención, y mi preocupación inicial es conseguir una audiencia.
"Pero no podría hacer el trabajo de escribir un libro, o incluso un largo artículo de revista, si no fuera también una experiencia estética... No puedo, ni quiero, abandonar completamente la visión del mundo que adquirí en la infancia. Mientras siga vivo y sano, seguiré sintiendo el estilo de la prosa...".
"El trabajo consiste en conciliar mis gustos y disgustos arraigados con las actividades esencialmente públicas y no individuales que esta época nos impone a todos".
Así ha sido, y así sigue siendo, especialmente hoy.
Warren Fernández es presidente del World Editors Forum, una red de editores dependiente de la Asociación Mundial de Editores de Noticias, y también redactor jefe de The Straits Times en Singapur.
Este artículo se publica con motivo del Día Mundial de la Noticia, el 28 de septiembre.
El Día Mundial de las Noticias es una campaña mundial de las redacciones para destacar el valor del periodismo. Está organizada por el Foro Mundial de Editores de la Asociación Mundial de Editores de Noticias (WAN-IFRA) en colaboración con la Fundación Canadiense de Periodismo.
Foto de Michael Fousert en Unsplash.