Después de terminar una carrera de 20 años en CNN, Maria Ressa, nacida en Filipinas y criada en los EE. UU. decidió volver a casa. Las posibilidades de desarrollo de nuevos medios en su país natal hizo que su decisión fuera más fácil, y pronto comenzó a trabajar en ABS-CBN.
Sin embargo, decepcionada por la lenta adopción de nuevas tecnologías en la redacción, Ressa decidió encarar su propio proyecto en 2011.
"Fundamos Rappler porque era más fácil comenzar de cero que innovar en una redacción tradicional", cuenta.
Rappler comenzó con un staff de solo doce personas, pero al año y medio ya tenía 75 y se convirtió en el tercer sitio de noticias más leído del país. Rappler vio posibilidades de desarrollo y colaboración en las redes sociales; su lema era "redes sociales para el bien social". Capacitaron a ciudadanos de todas las edades para aprovechar el poder de las redes en la lucha por determinadas causas, y utilizaron las plataformas como mecanismos para escuchar a sus comunidades. .
"El veinte por ciento del contenido de nuestro primer año fue creado por nuestra comunidad", dice Ressa. "Es gracioso porque hoy se habla de comunidad para monetizar, pero en ese entonces fue nuestra comunidad la que creó periodismo con nosotros".
Más tarde vio el lado desagradable de las redes sociales. El acoso sistemático comenzó en 2015 y se disparó después de la elección de Rodrigo Duterte en 2016, dice Ressa. Las redes contribuyeron a la pérdida de ingresos de Rappler, a la desinformación generalizada y al discurso de odio: a fines de 2016, Ressa llegó a recibir un promedio de 90 mensajes de odio por hora.
"Poco después, los mismos ataques y mentiras que se sembraron en las redes salieron de la boca del propio presidente Duterte", cuenta.
El gobierno acusó al staff de Rappler, a su junta directiva y a la propia Ressa de delitos que, de ser condenados, cerrarían la publicación y encarcelarían a Ressa por hasta 15 años. Estos incluyen un caso de difamación cibernética, un caso de evasión de impuestos y la afirmación de que Rappler es de propiedad extranjera. Ressa y su equipo respondieron en la corte, y están dispuestos a llevar el caso al Tribunal Supremo de Filipinas si es necesario.
Aunque Ressa echa buena parte de la culpa de lo que ha sucedido a Facebook y otros gigantes tecnológicos, no los ha dejado de usar. "Todavía estamos trabajando con Facebook porque creo que tiene un tremendo poder. No hubiéramos crecido como crecimos sin esa plataforma. Pero nuestra posible desaparición tampoco habría ocurrido sin Facebook. Conozco su peor y mejor cara y no estoy dispuesta a renunciar a su uso”.
A pesar de los desafíos, Ressa es optimista respecto del futuro. Antes de ser distinguida en la Cena de Premiación de ICFJ con el Premio Internacional de Periodismo Knight, hablamos con ella sobre sus experiencias -tanto buenas como malas-, y sobre las esperanzas que la mantienen en marcha.
Fundaste Rappler con la intención de hacer un periodismo de crowdsourcing. ¿Qué herramientas usaste y qué aprendiste de la experiencia?
Esperaba que la tecnología pudiera ayudar a impulsar el desarrollo de mi país. Lanzamos una plataforma de crowdsourcing, Agos, para reducir el riesgo de desastres porque en Filipinas hay un promedio de 20 tifones por año. La plataforma incluye información y la posibilidad de hacer llamados de emergencia y trabaja con el gobierno, ONGs y el sector privado. Nuestro equipo de participación cívica se sienta en la oficina de defensa civil cuando ocurre un tifón. Para 2015, el gobierno la incorporó a sus planes de desastre.
No todos quieren crear contenido, pero todos quieren ayudar cuando ocurre una catástrofe. La idea es reducir la fricción, así que construimos la plataforma y también usamos las redes sociales. Enseñamos a nuestra comunidad a usar hashtags. #RescuePH significa "Necesito ser rescatado", así que en plena contingencia, nuestra plataforma busca ese hashtag de Twitter y Facebook. Es un crowdsourcing que salva vidas.
También usamos la plataforma para otras cosas. Una campaña fue "Buscando a tus héroes", otra fue "¿Qué quieres decirle al Papa?" o #ShowthePope. Ahora es algo común pero en 2012 la iniciativa era muy nueva.
¿Qué crees que tiene que cambiar en las redes para que las cosas mejoren?
Un ingeniero toma decisiones en blanco y negro. Traza el mundo antes de construirlo. Los periodistas vivimos en áreas grises, donde nada es realmente blanco o negro. La cuestión es que ambas cosas se han fusionado; te guste o no, la tecnología es ahora guardiana de los hechos. Pero si no ejerce esa capacidad de control y discernimiento que tienen los periodistas, la tecnología te encierra en un pequeño mundo con una realidad propia.
Y no se le debería permitir hacer eso. Las plataformas siempre dicen que dan libertad de expresión, y que no pueden determinar lo que aparece en línea. Pero adivina qué: sí lo determinan. Se han arrogado ese poder y se lo han quitado a los periodistas.
¿Cómo se lidia con el acoso en línea?
Primero reconociéndolo como acoso y no permitiendo ese nivel de impunidad. No acosamos así en el mundo real. Si alguien te golpea, puede ir a la cárcel. Hay reglas, se llaman leyes.
Así es como lidiamos con el acoso en Rappler: lo reconocimos, y hablamos sobre él. A los periodistas que sufrieron la peor parte del acoso se les ofreció ayuda y orientación, pero nos dimos cuenta de que nuestros psicólogos y sociólogos nunca habían lidiado con algo así antes. Tuvimos que recurrir al Dart Center for Journalism and Trauma para capacitar a quienes podrían ayudarnos. Ese es el primer paso: reconocer el problema y crear grupos de apoyo.
El segundo es recopilar datos. Llegará el día en que los acosadores rindan cuentas y estamos preparados para ello. No creo que estas cosas deban permanecer impunes.
Por último, no pierdas la esperanza. No se trata de “la naturaleza humana”; se trata de ataques fabricados por el poder para mantenerse en el poder o ganar poder. Su intención es golpearte hasta silenciarte.
Y lo mejor que puedes hacer al respecto es un buen trabajo; así es como luchamos.