Este recurso forma parte del kit de herramientas para medios de comunicación en el exilio de IJNet, elaborado en colaboración con la Red de Medios de Comunicación en el Exilio (NEMO), y con el generoso apoyo del Fondo de Emergencia para Periodistas Joyce Barnathan.
En un contexto donde los ingresos tradicionales del periodismo escasean, varios medios en el exilio han redescubierto el valor pedagógico del oficio informativo y lo han transformado en productos formativos con potencial financiero. Tal es el caso de Efecto Cocuyo, El Pitazo y El Toque, y otros participantes del ecosistema de medios en exilio, que han optado por diversificar sus ingresos a través de programas de formación, alianzas educativas, talleres temáticos y capacitaciones.
Efecto Cocuyo es un medio venezolano independiente que ha desarrollado con éxito programas de formación ciudadana y escuelas temáticas. Ha trabajado en alianza con universidades y organizaciones como el Observatorio Global de Comunicación y Democracia para abordar temáticas como desinformación, derechos civiles, género y cobertura electoral.
Entre sus productos más conocidos ha estado la Escuela Cocuyo sobre cobertura electoral y desinformación, y el Festival Cocuyo de 2019, organizado con el apoyo de la DW Akademie y la embajada alemana en Caracas.
Como resume Danisbel Gómez Morillo, directora de Estrategia de Efecto Cocuyo, “una alianza educativa es un pilar que puede traer ingresos y además te forma redes de personas que después van a trabajar contigo o en función del ecosistema”.
Desde 2016, El Pitazo, también de Venezuela, ha apostado por talleres de formación para infociudadanos como una de sus estrategias clave para resistir la censura. Estos talleres brindan herramientas básicas para recolectar y difundir información a ciudadanos comunes, muchos de los cuales luego colaboran activamente en la producción de contenidos desde zonas bloqueadas o de difícil acceso.
Aunque estos talleres no representan ingresos directos por parte de los participantes —que no pagan nada—, sí forman parte de un ecosistema de sostenibilidad. Como explica César Batiz, su director, los talleres son posibles gracias a alianzas con organizaciones de cooperación que entienden la importancia de empoderar a la ciudadanía como respuesta a la represión digital: “Los infociudadanos han sido fundamentales para nosotros... nos han ayudado en coberturas electorales, investigaciones, incluso en ganar premios como el Ortega y Gasset”.
La innovación también se extiende a productos como los foro-chats: espacios de conversación en WhatsApp que sí se venden a organizaciones como herramientas de difusión y participación. Estos formatos surgieron tras los bloqueos a sus dominios web, y han demostrado que incluso en contextos de censura extrema, hay margen para crear y monetizar pedagogía informativa
El Toque, de Cuba, ha identificado la formación y el fortalecimiento de capacidades como una fuente legítima de ingresos. A través de su brazo institucional (Más Voces Foundation), ha desarrollado programas de capacitación dirigidos no solo a medios cubanos independientes, sino también a creadores independientes como YouTubers y podcasters cubanos.
El proyecto ha desplegado iniciativas como una que fue llamada “Acelérate”, y que durante dos años entrenó a creadores de contenidos para producir videos para Youtube o podcast y también para generar modelos de financiamiento para esos productos nacidos como “passion projects”.
Esta filosofía se convierte en una fuente de generación de ingresos una vez que el implementador consigue el apoyo financiero de alguna organización donante interesada en construir infraestructura en el ecosistema mediático de un país autoritario.
Estos tres medios que han optado por servicios educativos coinciden en que la formación no solo aporta ingresos, sino redes, legitimidad y comunidad. Aporta una forma de diversificación financiera con sentido estratégico y ético. Sin embargo, el modelo exige interdisciplinariedad en los equipos, con periodistas y pedagogos trabajando juntos, y alianzas con universidades y ONGs que faciliten recursos, legitimidad y acceso a audiencias.
Incorporar esta fuente de ingresos al modelo de negocios supone atender a sus retos comunes e intrínsecos:
- Carga operativa elevada: diseñar, vender, coordinar y ejecutar productos formativos requiere estructura adicional. Sin un equipo dedicado, puede desgastar severamente al staff editorial.
- Confusión entre impacto social y rentabilidad: muchas iniciativas educativas nacen como vocación de servicio, pero su monetización implica un cambio de mentalidad y requieren una estrategia comercial.
- Interdisciplinariedad: hacer pedagogía desde un medio exige sumar al equipo a docentes, investigadores, sociólogos. No basta con ser buen periodista, hay que saber formar.
Los productos educativos —cursos, escuelas temáticas, talleres, festivales— no son solo una estrategia de impacto, sino también un puente entre sostenibilidad y misión. Pero no es una solución mágica. Exige planificación, delegación, estructuras paralelas y apertura hacia disciplinas no periodísticas. Cuando se logra ese equilibrio, la formación deja de ser un esfuerzo extra y se convierte en un pilar.
Imagen de Wonderlane en Unsplash, con licencia CC.
Nieves creó este recurso como parte de su beca ICFJ Knight.