El rol del periodismo frente a los discursos de odio durante la pandemia

par Stephanie Demirdjian
15 juil 2021 dans Cobertura del coronavirus
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Cuando se declaró la pandemia de coronavirus, el 11 de marzo de 2020, la enfermedad todavía aparecía como desconocida para las comunidades científicas y no estaba del todo claro cuáles eran las vías de contagio, qué síntomas podía provocar o cuáles eran las poblaciones más expuestas. La incertidumbre de un fenómeno nuevo habilitó el espacio para la circulación de información falsa o engañosa –sobre la enfermedad y, más adelante, sobre las vacunas– y teorías conspirativas, que muchas veces incluían discursos de odio contra grupos o minorías, a las que se culpó de crear el virus o de propagarlo. En algunos países, los discursos de odio llegaron a alentar situaciones de discriminación en la vía pública y ataques xenófobos.

Ya en mayo del año pasado el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, advertía que la pandemia había desencadenado un “tsunami de odio y xenofobia” en el mundo “buscando chivos expiatorios y fomentando el miedo” y llamaba a actuar para “fortalecer la inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio”. “Se ha vilipendiado a los migrantes y refugiados como fuente del virus, y acto seguido se les ha denegado el acceso a tratamiento médico”, decía el jerarca en aquel entonces.

El informe “Las políticas de las grandes plataformas sobre discurso de odio durante el COVID-19”, publicado por UNESCO el mes pasado, reveló que durante la pandemia, de hecho, se registró un aumento del discurso de odio en las redes sociales. Según el estudio, el primer objetivo fue la comunidad china, porque fue en ese país donde surgió el virus, y luego “el odio se dirigió hacia el uso de mascarillas, hasta llegar incluso a culpar a la población LGBTI por ser el supuesto origen de un virus considerado ‘castigo divino’”.

El documento resalta que esa “intensificación de la retórica racista en redes sociales y medios de comunicación coincide con el aumento de ataques contra esos mismos grupos registrados en varias partes del mundo”. Y menciona casos en países de América Latina, como Brasil o México.

En este escenario, ¿qué rol tiene el periodismo? ¿Es posible cubrir los discursos de odio sin amplificarlos? ¿Cuáles son los criterios para el abordaje? ¿En qué circunstancias puede implicar límites a la libertad de expresión?

Para la periodista especializada en desinformación y plataformas digitales Ana Laura Pérez, quien es además la autora del informe de UNESCO, el periodismo tiene el rol de “construir condiciones de debate que sean sanas y, por ende, expulsen el discurso de odio”. Sin embargo, sostiene que no deben ser los periodistas quienes lo expulsen “de manera sistemática, diciendo qué sí y qué no”.

A su entender, si bien en algunos casos los periodistas “no tenemos más remedio que informar de esas cosas o está bien eventualmente que lo hagamos, deberíamos hacerlo de una manera menos acrítica, más sana, explicando o dándole más contexto a determinadas cosas”.

La profesional asegura que exponer o desmontar estos discursos desde la práctica periodística sin amplificarlos es difícil -porque implica “tiempo, análisis, reflexión y recursos humanos preparados”-, pero posible. La clave está en ejercer un periodismo que aporte rigor, presente datos con base científica y no revictimice.

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Dar o no dar la noticia

En algunos países de América Latina, se ha viralizado información falsa que señalaba a inmigrantes de determinada nacionalidad como culpables de brotes de coronavirus en barrios, comunidades o instituciones. ¿Esa noticia falsa se debe cubrir para alertar, justamente, que no es verdad? ¿Es mejor no publicar nada? ¿Cómo se puede cubrir sin volver a vulnerar al colectivo señalado? ¿Qué se debe evaluar para tomar la decisión?

Para Pérez, un primer elemento a tener en cuenta es el volumen de la viralidad de ese mensaje y entre quienes circula. “Si circula en un volumen grande de gente o las características de esa gente, por el lugar que ocupan en la sociedad, implicarán que eso termine en la agenda pública; y algo se tiene que hacer”, asegura.

Considerar el volumen también es importante porque “a veces salimos a desmentir cosas que supuestamente son virales y, cuando analizamos entre cuánta gente circuló, resulta que la viralidad eran 300 personas en Twitter”, dice la periodista. En ese caso, publicar la información puede ser “contraproducente” porque “amplificaría enormemente” el discurso.

Si se define publicar la información, hay que tener especial cuidado en “no vulnerar de nuevo o no revictimizar a los protagonistas del episodio”. “Pensemos si es importante decir en la nota que esta persona es china, por ejemplo, y en caso de que sea un dato que no es tan relevante pero nos parece que igual podría estar incluido, consideremos no ponerlo en el título, sino quizás más abajo, y agregando contexto”, sugiere Pérez.

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El caso de la entrevista

Otro escenario al que podemos enfrentarnos es a expertos o figuras públicas que promuevan este tipo de discursos en el marco de una entrevista. Ante esta situación, lo primero que hay que hacer es pedir datos que respalden las afirmaciones porque, en general, “el discurso de odio está sustentado sobre la base del prejuicio”, afirma Pérez. La especialista recuerda a modo de ejemplo que, en un momento, los jóvenes eran señalados como los responsables del aumento de casos de COVID-19 en Uruguay, pese a que no era lo que mostraban los datos oficiales.

“Hay que pedirle al entrevistado que sustente lo que está diciendo y después, en la presentación del material -por ejemplo, en el caso de los medios escritos-, hay que dar contexto, manejar otras cifras, mostrar otros datos o lo que sea necesario para que quede claro que esa afirmación parte de una base errónea y que, además, discrimina”, asegura la profesional.

En cualquier caso, lo importante es “no dejar pasar determinadas afirmaciones porque los periodistas creemos que no las estamos validando porque están entre comillas y creo que en algún punto sí, porque la gente no lo mira de esa forma”.


Imagen de Heather M. Edwards en Unsplash.