En Brasil, la señal de televisión Jovem Pan es conocida por poner al aire a presentadores y comentaristas que defienden abiertamente la retórica antidemocrática del expresidente Jair Bolsonaro y el intento de insurrección del 8 de enero. Este hecho, en el que agitadores tomaron edificios gubernamentales y pidieron a los militares que derrocaran al recién elegido presidente Lula da Silva, representó la última y más grave amenaza a la democracia brasileña.
Fundada originalmente como emisora de radio, Jovem Pan forma parte de una vasta red de sitios web, redes sociales y medios de comunicación pro-Bolsonaro que han ganado prominencia y dinero durante el mandato del líder de extrema derecha. La relación es recíproca: durante una manifestación pro-Bolsonaro el 7 de septiembre de 2022, la comentarista de Ana Paula Henkel, fue presentada por partidarios del presidente, que dijeron: "ustedes [Jovem Pan] son nuestra voz".
Eduardo Barbabela, politólogo de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, explica que el gobierno de Bolsonaro "utilizó un ecosistema de perfiles y sitios web para garantizar la circulación de las narrativas del gobierno. Jovem Pan es uno de los principales nodos de esa red". Incluso después de la derrota de Bolsonaro, "el canal continuó abriendo espacio para que los aliados del presidente sostuvieran que las elecciones habían sido amañadas o incluso defendieran el golpe contra Lula", dijo Barbabela.
"Durante el intento de golpe de Estado del 8 de enero, la cobertura de Jovem Pan fue esencial para mantener difundir la idea de que la avanzada contra los edificios gubernamentales había sido pacífica y que quienes causaron daños en los edificios eran infiltrados de izquierdas, minimizando el golpe al tratarlo como una manifestación", añadió.
Campañas de boicot
Dada la magnitud de la amenaza a la democracia brasileña, activistas han tomado medidas contra redes como Jovem Pan, sobre todo a través de campañas de boicot como #DesmonetizaJP, promovida por Sleeping Giants Brasil. Hasta la fecha, la campaña ha conseguido que casi 40 empresas patrocinadoras dejen de anunciarse en el medio.
La decisión de boicotear Jovem Pan se tomó después de que la cadena "cuestionara el resultado del proceso electoral, sugiriera la guerra civil como alternativa y afirmara falsamente que las fuerzas armadas podían intervenir sobre la independencia de los poderes judicial y legislativo", explica Humberto Ribeiro, director jurídico de Sleeping Giants Brasil. El canal de YouTube de Jovem Pan también fue desmonetizado por difundir desinformación.
En respuesta, Jovem Pan publicó un artículo en el que afirmaba que no estaba de acuerdo con el intento de golpe y que la emisora era simplemente un espacio abierto al debate.
Tras los acontecimientos del 8 de enero, la desinformación en Brasil se ha agravado, dice Sérgio Lüdtke, editor de Comprova, una coalición de 24 medios de comunicación que trabaja para combatir información falsa. De acuerdo con Lüdtke, la incapacidad del público brasileño para diferenciar los contenidos de opinión de la información rigurosa es un problema importante. "Reduce la capacidad de análisis crítico de lo que circula por la prensa o que circulan por las redes", señala.
Esta campaña de boicot tiene el potencial de privar a la red de anunciantes clave, dice Barbabela. "Jovem Pan se ha radicalizado para fidelizar a un público y así ganar más dinero con anuncios en redes sociales. Así que es justo que las empresas sepan que hay una parte de la sociedad que no está dispuesta a consumir productos de quienes fomentan este tipo de discurso".
Críticas al boicot
A pesar del apoyo que ha recibido la campaña de Sleeping Giants, no todos están de acuerdo.
"Es peligroso que la sociedad civil y la prensa legitimen movimientos que lleven adelante esas acciones, aunque tengan una justificación moral", afirma Madeleine Lacsko, periodista y experta en ciudadanía digital. "Es necesario que haya legalidad en el castigo, así como racionalidad, sentido de la proporción".
Aunque Lacsko no está de acuerdo con la línea editorial de Jovem Pan, también cree que es antidemocrático que un grupo en Internet pretenda hablar en nombre de la mayoría de los brasileños para silenciar a un medio de comunicación. "En la lógica de la multitud se pierden los fundamentos de la civilización y, desgraciadamente, la búsqueda de la pureza moral está de moda en las redes sociales", dice.
La campaña, aclara Ribeiro, pretende obligar a los anunciantes a decidir si quieren que su marca se asocie a la retórica de Jovem Pan. "No recomendamos boicots, lo que recomendamos es que medios, plataformas y anunciantes actúen con buenas prácticas y responsabilidad", explica.
Si bien la libertad de expresión es importante, no puede utilizarse sin repercusiones con el fin de "incitar a las masas a invadir la sede de los poderes de la república, socavar el Estado democrático de derecho o generar odio y violencia contra grupos minoritarios", agrega Ribeiro.
El futuro de la lucha contra la desinformación
La campaña de boicot no ha sido el único método utilizado contra la desinformación después del 8 de enero. Aunque las empresas tecnológicas se han comprometido a combatir el problema en Brasil, "quienes más ganan con las operaciones de desinformación hoy en día son exactamente las grandes empresas tecnológicas", dice Lascko, ya que se benefician económicamente de las audiencias.
Ribeiro añade que "las empresas deben incorporar cuestiones relacionadas con buenas prácticas de gestión en los procesos de toma de decisiones para evitar verse implicadas en actividades de desinformación y discursos de odio".
Desde el ataque a las instituciones democráticas brasileñas, la campaña de Sleeping Giant no solo ha causado repercusiones financieras a Jovem Pan, sino que también ha llamado la atención sobre el extremismo de los contenidos de la cadena. Para evitar más pérdidas financieras durante una investigación del Ministerio Público por difundir información falsa e incitar a protestas antidemocráticas, la cadena ha despedido a sus periodistas y comentaristas más radicales, como Rodrigo Constantino, que fue apartado de Jovem Pan a principios de año y vio suspendida su cuenta de Twitter por decisión del Tribunal Supremo por difundir información falsa con "potencial para incitar a actos antidemocráticos".
De cara al futuro, "los esfuerzos deben centrarse en llegar a quienes producen desinformación y contenidos falsos, a quienes ayudan a organizar estos grupos y a quienes financian estos actos deliberada e intencionadamente contra la democracia", señala Barbabela.
Al fin y al cabo, dice Lüdtke, todo se reduce a una pregunta: "¿Estamos analizando correctamente si lo que apoyamos es la desmonetización de vehículos de desinformación que ponen en peligro la democracia, o estamos apoyando el recorte de opiniones que no nos gustan?".
Imagen de Gustavo Leighton en Unsplash.