Un proyecto multimedia aborda los tabúes sobre la raza y el color en Brasil

por Kiratiana Freelon
Oct 30, 2018 en Diversidad e inclusión

Cuando Stephanie Nolen llegó a Brasil hace más de dos años para desempeñarse como Jefa de la Oficina para América Latina del medio canadiense The Globe and Mail, se dio cuenta de que los brasileños no hablaban sobre la desigualdad racial, y quiso saber por qué.

Su curiosidad la llevó a proponerle a sus editores la idea de investigar y publicar un artículo sobre la raza en Brasil. Debido a su éxito anterior con este tipo de proyectos grandes, The Globe respondió afirmativamente.

En el transcurso de diez meses, Nolen leyó libros, viajó por todo el país y entrevistó a cientos de personas. El resultado podría ser considerado como el más completo y actualizado esfuerzo periodístico por contar la historia de la raza en Brasil, explorando temas como el origen de la esclavitud en el país, el impacto que ha tenido en la cultura brasileña y la lucha de los brasileños que buscan su identidad en la sociedad moderna.

Nolen examinó este problema centrando su historia en la familia Araújo –cuyos miembros ejemplifican la variedad de "colores" diferentes con los que las personas se identifican en Brasil–, y a través de los prejuicios que enfrenta en su carrera Ícaro Vidal, un médico negro de Liberdade.

El proyecto final –"O Brasil por trás da aquarela" ("El Brasil detrás de la acuarela", en castellano)– tiene más de 8.000 palabras, está disponible en inglés y portugués, e incluye imágenes de archivo, datos, fotografías y videos.

IJNet entrevistó a Nolen para averiguar cómo trabajó en esta historia.

¿Cuándo te diste cuenta de que querías hacer un artículo sobre la raza en Brasil?

Vine a Brasil después de haberme desempeñado seis años como corresponsal en Sudáfrica y cinco en la India, así que tengo bastante experiencia de trabajo en países que están haciendo enormes esfuerzos por el cambio social y que están plagados de inequidades. Por eso Brasil para mí era un destino emocionante: se han producido enormes e innegables cambios aquí en los últimos 15 años, francamente mucho más exitosos respecto de la inclusión social que lo que vi en Sudáfrica o la India (aunque, por supuesto, es difícil hacer una comparación directa).

Pero desde mis primeros días acá empecé a preguntarme acerca de la desigualdad racial, que me pareció algo sobre lo que los brasileños, llamativamente, no estaban hablando. Se trata de un área en la que no han habido cambios ni avances (como sí ocurre con la igualdad de género y los derechos LGBT) y quise saber por qué.

La raza en Brasil parece ser un tema demasiado grande como para que un periódico lo aborde en un artículo. ¿Cómo convenciste a tus editores para que aceptaran el desafío?

Definitivamente es demasiado grande para un artículo, incluso para uno de 8.200 palabras. También lo sería para una estantería llena de libros. Creo que en la era de Twitter a menudo subestimamos a los lectores. Este proyecto intenta darle al lector una buena comprensión de las raíces históricas y del impacto actual del racismo en un país cada vez más influyente, a través de un elenco de personajes. Para lograrlo, se necesita una gran cantidad de palabras. Pero desde Globe and Mail creo que hemos demostrado consistentemente en nuestra cobertura extranjera que si haces artículos con palabras apropiadas, con el apoyo de un diseño atractivo, de gráficos útiles y de otros elementos, el lector estará más que dispuesto a invertir su tiempo.

¿Podrías describir cómo realizaste la investigación para este artículo? ¿Por dónde empezaste? ¿A cuántas personas entrevistaste? ¿Cuántas ciudades visitaste? ¿Cuánto tiempo te llevó?

Empecé a la vieja usanza: leyendo libros, y descubrí que no hay demasiados sobre el tema de la raza en Brasil. Recurrí a los autores de los pocos libros que encontré y les pregunté con quiénes creían que debía hablar. Busqué historiadores sobre la esclavitud y curadores de museos (y descubrí que no hay un museo de la esclavitud en Brasil). Busqué activistas de la igualdad racial, y me encontré con que hay menos de los que esperaba. A todas las personas que entrevisté les pedí que me sugirieran otra persona a la que pudiera entrevistar.

También quise encontrar familias interraciales, así que consulté a académicos que estudiaran el tema, y después buscamos a una familia concreta que nos dejara elaborar un perfil sobre ellos. Eso nos llevó un montón de tiempo a mí y a la productora Manuela Andreoni, dado que había que ir a los barrios y preguntarle a la gente. Luego pasamos tiempo con ellos: comidas, tardes en el sofá y vacaciones. Fueron increíblemente pacientes. Realicé mi investigación en Río, Salvador, San Pablo y Minas Gerais, pero el proyecto estuvo en mi mente en todos los sitios a los que viajé durante 10 meses.

Escribiste que muchas personas creen que es el mejor artículo sobre Brasil y la raza de la última década. Eres una mujer blanca de Canadá. ¿De qué modo tu propia identidad ayudó u obstaculizó tu investigación? ¿Qué consejo le darías a los periodistas que cubren comunidades a las que no pertenecen? ¿Cómo accediste a esas comunidades?

En primer lugar, muchas gracias por el elogio. Respecto de la cuestión de la identidad, me paraliza. Soy una mujer blanca de Canadá escribiendo sobre el racismo en Brasil, del mismo modo en que era una mujer blanca de Canadá escribiendo acerca de las castas de las aldeas Dalit en la India y del HIV en el Zimbabwe rural. Por un lado, me interesa mucho que la gente cuente sus propias historias y las de sus propias comunidades. Soy muy cautelosa en lo que respecta a la apropiación y la tergiversación de las voces; muy consciente de los límites de la empatía; súper consciente de mi propia falta de cualificación para entender muchas situaciones y, al mismo tiempo, consciente de mi situación de privilegio como canadiense blanca.

Pero, por otro lado, creo en el poder del periodismo. Creo en poder llegar, escuchar y hacer buenas preguntas; en tratar de escribir lo más honestamente posible; en ser tan consciente como pueda de mis propios prejuicios; en tratar de interrogar siempre a mis supuestos y en ser justa.

Cuando llevas ojos desconocidos a un lugar, ves cosas diferentes. Y, del mismo modo, cuando llegas desde el exterior –y te sientas en un lugar como el sofá de Simone [uno de los personajes en el artículo de Nolen]–, la gente en general te dará espacio para hacer preguntas y tolerará tu curiosidad de una manera que no concedería a alguien local. Le hice preguntas profundamente íntimas a Simone y a su familia. Me pregunto cómo hubiese sido esa conversación si yo fuera brasileña.

La respuesta sobre cómo accedo a las comunidades que investigo es, simplemente, preguntando. Llego, me presento y explico por qué estoy allí, con el mayor detalle posible, y le pregunto a la gente si hablaría conmigo. Casi siempre dicen que sí, y ese es el gran milagro del periodismo.

Los periodistas internacionales suelen utilizar asistentes que los ayuden en la investigación diaria de grandes proyectos como éste. ¿Cuál fue el papel de Manuela Andreoni, tu asistente, en este trabajo?¿Qué consejo le darías a otros periodistas internacionales para encontrar y trabajar con asistentes locales?

Manuela –a quien llamo “productora” más que asistente– fue fundamental en este proyecto, desde el primer día en que comencé a reflexionar en voz alta acerca de que no entendía el tema racial en este país. Ella tiene una increíble capacidad para convencer a la gente de que compartan sus propias historias, y debido a que mi portugués es todavía un proyecto en progreso (y era pésimo cuando comenzamos el proyecto), tuvo que hacer un montón de trabajo para establecer el primer contacto con las personas en las puertas de sus casas.

Manuela tuvo que traducir muchas conversaciones increíblemente íntimas –un trabajo realmente difícil– y en esa situación es importante trabajar con alguien que te conozca, te entienda (para traducir con precisión el matiz de tus preguntas) y en quien puedas confiar, pues así podrás creer en sus respuestas. Manuela dice que tuvo que ponerse en la piel de un extranjero para ver a esta historia como un reportaje, pero ella fue una pieza integral para contarla.

El artículo no es solo un artículo: se trata de un proyecto digital enorme, con video, imágenes y gráficos. Una vez que tú y tus editores decidieron hacer esta historia, ¿cómo planificaron el proyecto digital?

Fue concebido como un proyecto digital desde el principio, como todo en The Globe actualmente. Así que un equipo digital –de unas seis personas, si incluimos el video– estuvo involucrado desde el principio. Pero solo cuando la historia comenzó a tomar forma (es decir, cuando supimos qué piezas abordaríamos sobre esta amplia temática), supimos cuáles iban a ser los elementos que necesitaríamos: qué diríamos a través de un video, qué otras cosas a través gráficos interactivos y qué a través de la narración escrita.

Tuvimos una reunión en marzo para determinar a grandes rasgos lo que necesitaríamos, así podíamos comenzar a reunir datos e información como los documentos históricos sobre la esclavitud. Y una vez que tuve el borrador del texto, la genial líder del proyecto digital, Laura Blenkinsop, empezó a armar el rompecabezas juntando las diferentes piezas.

¿Cómo se te ocurrió la idea para el contenido del video?

Creo que es importante que un video alojado en la página web de un periódico no sea solo el resumen de dos minutos de una historia gigante. Quería que hubiera un video solo si reflejaba algo que no pudiera decirse con palabras, y por eso decidí desde muy temprano que mostraría algo que le pareció muy raro a mis ojos canadienses: la manera en la que los brasileños hablan (y no hablan) sobre los temas de la raza y el color. El video daría cuenta de cómo suenan realmente esas conversaciones.

Pero no tenía ni idea de si iba a funcionar. Simone y su familia aceptaron ser parte del experimento, por lo que fuimos a su casa con la videasta Nadia Sussman. Comencé a hacer las preguntas: “¿Cuál es tu raza? ¿Cuál es tu color? ¿Qué es lo que esto significa en tu vida?” Ya le había dicho a Nadia y a The Globe que no prometía nada; que no sabía realmente qué iba a pasar, pero fue impresionante. Todos nos reímos hasta perder el aliento. Y creo que Nadia editó el video de una manera que es a la vez divertida y digna.

El video ha tenido una respuesta maravillosa por parte de los brasileños, que dijeron: "nunca lo había pensado, pero sí decimos ese tipo de cosas y, cuando lo señalas, es extraño". Creo que en dos minutos, el video transmite de una manera increíblemente poderosa cómo las ideas sobre la raza, el color y la identidad se mezclan en la vida de los brasileños. Además es divertido, y creo que toma a las personas por sorpresa en el encabezado de una historia que seguramente suponen que será sumamente sobria.

Imagen principal con licencia Creative Commons en Flickr, vía AK Rockefeller. Imagen secundaria, captura de pantalla del video de la familia de Araújo. Tercera imagen de Stephanie Nolen cortesía de Nolen.