La reciente toma del canal TC, en Guayaquil, por un grupo de encapuchados armados y con explosivos, transmitida en vivo y en directo, deja al descubierto la desprotección que enfrentan los periodistas ecuatorianos.
La violencia contra los reporteros, eso sí, no inició en enero de este año pero sí ha crecido conforme el narco toma mayor control de algunos territorios.
Diego Ortiz, profesor universitario y exeditor del periódico El Comercio, recuerda el secuestro y asesinato de sus compañeros en 2018 como un punto de inflexión para el periodismo de ese país.
“Hace tres años nos tocó enviar un equipo y nos dimos cuenta lo peligroso de ser periodista en Ecuador. No sabíamos cuán confiable era enviarlos con los policías o militares. Había filtración de información que ponía en riesgo a los periodistas. A los tres los asesinaron”, se lamentó Ortiz, quien asegura que el Estado no tiene la capacidad de proteger a los reporteros, especialmente en zonas “calientes”.
Casi seis años después, la escalada de violencia contra los periodistas ha llevado a un aumento del 275% en las amenazas de muerte.
A finales de 2023, un periodista de una provincia costera fue amenazado después de publicar irregularidades en contratos que un municipio adjudicaba a último momento. Tras recibir una nota en donde se leía “o te callas o te mueres”, el vehículo del reportero fue vandalizado con una sustancia tóxica.
Su caso, según lo reporta la organización Periodistas Sin Cadenas, fue el décimo en 2023 de un periodista que debió abandonar el país por amenazas contra su vida.
Esta organización precisamente honra su nombre a los periodistas asesinados de El Comercio, quienes llevaban cadenas y candados y suplicaban por sus vidas, explica Susana Morán, periodista de la revista Plan V y una de las fundadoras de esta agrupación.
Morán explica que Periodistas sin Cadenas se dedica a brindar recursos para que las investigaciones no queden silenciadas, además de talleres de seguridad digital, y ahora ven la necesidad de llevar talleres de seguridad física.
“Lo que pasó el martes en el canal de Guayaquil es el retrato más doloroso de la situación de la prensa ecuatoriana. El periodismo es un blanco del crimen organizado. Hay periodistas que siguen haciendo su trabajo bajo una desprotección absoluta. Que un grupo armado entre a uno de los canales del país confirma esta situación y el Estado no está viendo como prioritaria la protección de los periodistas”, comentó.
Morán asegura que la prensa está asediada en todos los niveles, y que la amenaza se encuentra en las coberturas más sencillas. Las vulnerabilidades se pueden presentar en las coberturas más regulares: reportar un bache, escasez de agua o deficientes servicios públicos o malas administraciones de los gobiernos locales. “Los gobiernos locales en algunas zonas están muy infiltrados por el narco”, agrega.
El ambiente de desconfianza crece y esto también afecta el trabajo de los periodistas en su relación con las fuentes. La penetración del crimen organizado es tan alta que las filtraciones son imposibles de detectar. “Desde la Fiscalía hasta las autoridades locales, no sabemos quiénes están detrás de fuentes que producen las noticias”, explicó Morán.
Desaliento
De acuerdo con el profesor universitario Diego Ortiz, la violencia contra los periodistas de medios de comunicación aleja cada día más a los estudiantes universitarios de aspirar a trabajar para algún periódico, medio digital o televisora.
“Los estudiantes están cada vez más desinteresados de ser periodistas. Es peligroso, no es seguro profesionalmente hablando. No hay perspectiva de sobrevivencia monetaria”, dijo.
Pese a que el ambiente es pesado, Susana Morán considera que existen medidas que los periodistas pueden tomar para protegerse a sí mismos.
“El tema de la seguridad debe ser integral: lo digital, físico y seguridad editorial. Los medios tienen su responsabilidad. Deben reflexionar cómo están trabajando sus temas ahora que cualquier nota puede poner en riesgo a los periodistas. La colaboración con otros medios y periodistas nos permite mostrarles a estos personajes de las historias, que aunque sean peligrosos, hay un grupo fuerte detrás de cada nota. Es un tema de solidaridad interna”, explicó.
Morán también aseguró que el manejo de fuentes debe ser aún más cauteloso, y que se debe cuidar de cuentas en redes sociales que quieren imponer determinadas narrativas.
“En contextos difíciles hay que hacer un periodismo con otras formas y maneras”, concluyó.
Imagen: Foto aérea de Quito, con licencia Creative Commons en Unsplash, de Kiyoshi.