Estados Unidos tiene una epidemia de violencia por armas de fuego. Así lo demuestran los titulares día tras día. Pero ¿hasta qué punto nuestra férrea adhesión a las normas y rutinas periodísticas se convierte en una negligencia que puede perpetuar esta epidemia?
Un estudio reciente muestra que el 30% de los tiroteos masivos fueron potencialmente inspirados por tiroteos previos, y se cree que la cobertura sensacionalista y detallada es un posible factor de contagio. Como el difunto Steve Buttry escribió, “es innegable que la fama que el periodismo ofrece es un incentivo que atrae a los asesinos en masa”.
La evidencia inicial sugiere que el presunto autor del tiroteo en la Escuela Secundaria Freeman en el estado de Washington a principios de la semana pasada estaba "obsesionado" con tiroteos escolares anteriores y había buscado información sobre esos incidentes.
Pero muchos periodistas parecen ignorar o desconocer la conexión entre la cobertura de noticias y los actos de imitación. Hay una gran brecha entre lo que la investigación periodística nos dice y la práctica real.
Ejemplo de ello: hace dos semanas, funcionarios de Oregón anunciaron que habían culminado una investigación policial sobre el tiroteo de 2015 en el Umpqua Community College de Roseburg (UCC). Hacía mucho ya que el tiroteo no estaba en las noticias cuando se conocieron los resultados de la investigación. Entre la información difundida se encontraba un “manifiesto” del autor, en el que escribió con admiración sobre antiguos tiradores masivos, y 64 fotos en las que posaba con un arma.
Casi todos los medios nombraron, retrataron y citaron extensamente al perpetrador y su manifiesto, y el diario The Oregonian de Portland incluso subió un video tomado por cámaras de vigilancia en el que se lo ve comprando un arma apenas dos días antes del incidente, además de una galería con las 64 fotos. El Register-Guard de Eugene puso las fotos de las víctimas en la parte superior de la versión online de la noticia, pero en el periódico en papel del día siguiente, la portada mostraba al perpetrador posando con un arma.
La cobertura de la investigación policial de la UCC es, lamentablemente, un reflejo de los hallazgos recientes de la investigación académica, que demuestran que los periodistas suelen estar a favor de nombrar y mostrar a los perpetradores, y publicar sus declaraciones, videos o manifiestos. Más importante aún, los periodistas no suelen reconocer que existe una conexión entre la cobertura y el efecto de contagio, a pesar de la evidencia.
Es comprensible que los periodistas no quieran creer que su trabajo contribuye a una masacre. También es difícil para ellos conectar su historia específica, titular, foto o diseño de página a un acto específico de violencia.
El experto en Criminología Adam Lankford argumenta que incluso una cobertura responsable –que él describe como crítica de las conductas de los perpetradores y sin detalles escabrosos– tiene el efecto de atraer la atención hacia los jóvenes asesinos que buscan fama.
Una periodista y productora del Oregon Public Broadcasting anunció que no usarían el nombre del perpetrador del UCC ni citarían el manifiesto en un esfuerzo por minimizar el sensacionalismo mediático.
We're not sharing UCC shooter's manifesto nor including his name here. But we learned a few important details today. https://t.co/RkIbzBaa50
— Amanda Peacher (@amandapeacher) September 8, 2017
Otros periodistas han hecho elecciones similares, como Anderson Cooper de CNN, tras la matanza en la disco Pulse de Orlando, en 2016.
Entonces ¿qué hacemos?
Reconocemos que el periodismo es un negocio de 24 horas y que las redacciones están constreñidas por tiempo y recursos y soportan mucha presión en momentos de incertidumbre. Esos desafíos son enormes.
Pero quizás los tiroteos masivos –y el problema de la violencia general con armas de fuego– justifiquen un cambio en el enfoque periodístico para reportar una epidemia que ya ha causado más de 10.000 muertes en Estados Unidos solo este año.
No pretendemos tener todas las respuestas, pero tenemos algunas sugerencias para iniciar (o continuar) el debate:
Para empezar, se necesita un entendimiento más profundo acerca de los efectos de la cobertura de tiroteos masivos. Los investigadores necesitan encontrar la manera de atraer a los profesionales de las noticias. Y los profesionales de las noticias necesitan una educación continua –que no suele ofrecerse en la mayoría de las redacciones– que incluya las últimas investigaciones académicas.
Necesitamos repensar el típico modelo de cobertura noticiosa (algunos medios ya están haciéndolo) al momento de cubrir un tiroteo y sus consecuencias. ¿Publicar contenido centrado en el perpetrador en nombre del “interés público” es más importante que el daño potencial que podría ocasionar?
Dado el efecto de contagio, los periodistas deben considerar especialmente cómo informan sobre el “quién”. No Notoriety, una organización sin fines de lucro que aboga por cambiar la práctica en la cobertura de los tiroteos masivos, insta a los periodistas a “limitar la mención del nombre y la descripción del perpetrador” y “resaltar los nombres y descripciones de todas las víctimas asesinadas o heridas”.
Sabemos que algunos posibles perpetradores de tiroteos masivos quieren la atención de los medios de comunicación. No sigamos dándoles lo que quieren.
Lori Shontz es instructora de Periodismo en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Oregón.
Nicole Smith Dahmen es profesora asociada de la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Oregón. Su investigación se centra en cuestiones éticas y tecnológicas de la comunicación visual, con énfasis en el fotoperiodismo en la era digital.
Imagen con licencia Creative Commons en Flickr, vía UNClimatechange.