Esta es la tercera entrega de una serie de seis partes sobre nuevos desafíos del fotoperiodismo. Para leer la primera parte, haz clic aquí. Para leer la segunda, haz clic aquí.
Alex Potter ha tomado lo que ella llama un "camino poco ortodoxo" en su carrera. Esta fotoperiodista internacional, cuyo trabajo ha aparecido en publicaciones como The New York Times, The Atlantic y The Washington Post, en realidad estudió enfermería.
"Cuando me gradué de la escuela secundaria la economía colapsó y la industria periodística comenzó realmente a cambiar", dijo.
Aunque estaba interesada tanto en la enfermería como en la fotografía, siguió el consejo práctico de su familia de no dedicarse de lleno al fotoperiodismo.
Varios años después no lamenta su decisión por varias razones. En primer lugar, porque cree que sus estudios de enfermería siguen siendo importantes para su práctica como periodista y, en segundo, porque es una de los muchas fotoperiodistas independientes que intenta hacer un buen trabajo en una industria que atraviesa grandes desafíos financieros.
"La enfermería me fue útil porque podía viajar al extranjero y trabajar en una historia que me importara y luego regresar a Estados Unidos y conseguir un contrato temporal de enfermería que fuese financieramente viable", cuenta.
Cuando estaba empezando, Potter recuerda haber recibido muchas solicitudes para trabajar gratis. Pero su trabajo como enfermera la ayudó lidiar con el estrés financiero.
"Creo que entré en la industria cuando ya se había vuelto difícil, nunca fui parte de ella cuando era fácil", dice.
Allison Shelley, otra fotoperiodista freelance, ha solicitado subsidios para poder financiar sus fotorreportajes “poco populares” y cuenta que la han ayudado mucho.
Ella alienta a los profesionales a acercarse a fundaciones y organizaciones que otorguen subvenciones para pedir consejos y discutir sus ideas.
“Trato de tener un diálogo con ellas. Puedes contactarte por teléfono o Skype y contarles las ideas que tienes y consultar si coinciden con sus planes de subsidios”, aconseja la fotoperiodista. “Hay dinero allí afuera; más que antes”.
Tom Hundley, editor senior del Pulitzer Center on Crisis Reporting, una fundación que otorga subvenciones, cree que las dificultades económicas atraviesan todo el entorno de los medios.
"Todos están en el mismo bote", dice. "Es difícil a menos que tengas un gran nombre en el negocio. Es muy fácil para las publicaciones decirle a los freelancers que vayan a Siria y les muestren lo que consiguen. No necesariamente los envían a hacer trabajos peligrosos, pero no se comprometen ni firman nada con ellos".
E incluso cuando las publicaciones aceptan la historia de un freelancer, tienden a no pagar lo suficiente.
“Es un momento difícil para los fotoperiodistas”, dice.
Para Shelley, el modelo ha cambiado y el periodismo internacional se ha visto particularmente afectado.
"Muchas de las piezas que hago son gracias al apoyo de subvenciones”, cuenta.
Para ella, muchos fotorreportajes internacionales no existirían sin el apoyo de fundaciones, porque las publicaciones no están cubriendo los gastos que se generan sobre el terreno, por lo que los precios han disminuido.
"Todas estas asociaciones internacionales apoyan la producción de historias importantes que deben ser publicadas”
Potter, como Shelley, también puede trabajar gracias a subsidios. Incluso financió un viaje a Yemen vía Kickstarter.
Muchos fotoperiodistas tienen segundos trabajos para llegar a fin de mes, pero no todos hablan sobre eso. De acuerdo con el informe World Press Photo’s State of News Photography 2016, menos fotógrafos trabajaron a tiempo completo en 2016 que en 2015, pasando del 74% en 2015 al 61% en 2016. Menos de la mitad de los encuestados recibió todos sus ingresos laborales como fotógrafos.
"Es un tema tabú porque nadie quiere admitir que no gana lo necesario para tener una vida normal solo dedicándose a la fotografía", dijo Potter.
Trabajar en zonas de conflicto es aun más complicado. Ella se ha desempeñado en Irak como fotoperiodista y enfermera en una ONG. Durante la batalla de Mosul, los fixers podían cobrarle entre US$400 y US$700 por día para traducir y llevarla al frente. Si bien considera que es un precio normal y justo, como freelancer no le alcanzaba el dinero para realizar la cobertura sin una publicación que cubriera sus gastos y publicara su trabajo.
Era imposible ir por su cuenta y esperar ganar dinero.
"Sales al terreno, tomas fotos todo el día y le pagas US$500 al fixer. Con suerte puedes vender un paquete fotográfico a US$500 y recuperar lo invertido”, explica. “Nunca podría pagar eso; no como freelancer sin una publicación que me respalde”.
En Roads & Kingdoms, la editora Pauline Eiferman es consciente de la situación financiera diaria de su industria. Y a veces depende de que los autores tomen sus propias fotos, lo que resulta bastante frustrante.
"Me encantaría que todas las fotos de mi sitio fuesen tomadas por un fotógrafo profesional, pero creo que la mayoría de las publicaciones están en la misma situación: hacemos lo que podemos".
Imagen con licencia Creative Commons en Pixabay, vía PDPics.