En el campamento de Kutupalong en Cox’s Bazar, Bangladesh, una docena de hombres se sientan alrededor de una mesa dentro de un refugio de bambú. La mayoría son miembros de Voice of Rohingya, uno de los dos servicios de información dirigidos por rohingya que operan dentro del campo de refugiados más populoso del mundo.
En la misma mesa hay además dos hombres que trabajan para la Rama Especial de la policía de Bangladesh.
La vigilancia es parte de la vida del equipo de VoR, cuenta un vocero. Junto con el resto del grupo, desea permanecer anónimo por razones de seguridad. La situación es difícil, dice, pero es mejor que la anterior. "No tuvimos voz durante años en Myanmar", explica.
Bangladesh anunció recientemente nuevas restricciones a los servicios de telefonía celular en los campos de refugiados. La medida siguió a un intento fallido de repatriar a 3.540 refugiados a Myanmar el 22 de agosto y a un aumento de la violencia en las últimas semanas, con cuatro rohingya asesinados a tiros por la policía.
La prohibición dejaría a los rohingya aun más desesperados por noticias e información. También serían despojados, una vez más, de su voz.
Encontrar una voz
En agosto de 2017, más de 740.000 musulmanes rohingya huyeron de una ofensiva militar en Myanmar a la que Naciones Unidas ha comparado con una limpieza étnica, uniéndose a unos 200.000 que ya se encontraban en campamentos de refugiados de Bangladesh.
En los dos años transcurridos desde entonces, se han establecido varios servicios de información y medios informales dentro de los campos, para brindar noticias diarias a una población que ya es mayor a la de Bután.
"Estábamos asustados y muy traumatizados, y nadie estaba en pie como para alzar la voz de nuestra comunidad", cuenta el vocero de VoR. "Así que organizamos y construimos nuestro centro con el permiso de los líderes del campo".
Los representantes de VoR dicen que tienen una red de periodistas ciudadanos voluntarios en cada campo de refugiados de Bangladesh, así como en el estado de Rakhine, Myanmar, y entre la diáspora global.
“No han recibido entrenamiento como periodistas; son personas normales como nosotros. Cada vez que sucede algo, nos lo cuentan”, explica.
Los miembros de esta red cargan información a un grupo de WhatsApp. El equipo de VoR lo verifica con otras fuentes del área, y luego lo distribuye en redes sociales como Twitter y Facebook.
Nadie en el equipo usa sus propios nombres cuando publican historias por miedo a posibles repercusiones.
"No contamos con otro medio de distribución que no sean las redes sociales, pero es necesario compartir las noticias con nuestra comunidad", dice el vocero.
Jamtoli Information Line, un programa respaldado por una organización suiza sin fines de lucro, Fondation Hirondelle, es otra plataforma que brinda servicios de información a los refugiados, cargando sus programas en tarjetas SD y luego transmitiéndolos en altavoces portátiles. Los equipos transmiten desde áreas comunes de reunión, y pueden difundir sus contenidos aun más a través de Bluetooth.
"Un coordinador tiene el programa cargado en su teléfono y la gente puede tomarlo con Bluetooth y llevarlo a su casa para escucharlo con su familia", dice Dianne Janes, jefa de Proyecto de la Fundación Hirondelle.
Refugiados entrenados y remunerados producen el programa en idioma rohingya, y su objetivo es brindar información que les permita a sus pares "mejorar sus vidas de manera independiente y tomar decisiones que puedan ayudarlos", dice Janes.
“Cada programa aborda un tema diferente, como un brote de dengue, preparación para ciclones, salud materna o cómo llevarte bien con tus vecinos. Todos son problemas sociales y sanitarios relacionados con la vida en los campos", señala Janes.
El servicio siempre ha rehuido temas controvertidos. Bangladesh, que ocupa el puesto 150 de 180 en el Índice Mundial de Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras de 2019, es conocido por el estricto control de los medios de comunicación, y hace poco bloqueó el acceso a Al Jazeera.
Aumentan las tensiones
Pero a medida que la acogida a los refugiados se agota y las tensiones entre las dos comunidades aumentan, los refugiados dicen tener miedo.
Cuentan con un acceso limitado a radios y no pueden poseer legalmente tarjetas SIM porque los operadores de telefonía móvil de Bangladesh exigen que los usuarios se registren con documentos de identidad nacionales.
Eso resultó en que los refugiados pagaran a un ciudadano local para registrar una SIM a su nombre, o que consiguieran SIMs no registradas que son válidas solo por un corto período de tiempo. Por eso muchos rohingya se comunican a través de aplicaciones como WhatsApp y Signal que les permiten mantener el mismo número de teléfono a pesar de cambiar de tarjeta SIM. Incluso así la conectividad en el campamento sigue siendo baja, especialmente de noche.
Con operadores a quienes se les ordena detener los servicios de comunicación en los campamentos rohingya, los refugiados podrían terminar contando solo con el boca a boca para saber qué está pasando a su alrededor.
"El acceso a las tarjetas SIM ha sido vital para los rohingya durante años y las han utilizado de manera extremadamente efectiva para crear conciencia sobre su difícil situación en el mundo", dijo el director ejecutivo de la Red de Derechos Humanos de Burma, Kyaw Win, en un comunicado. "Al bloquear el acceso de los rohingya a la comunicación, Bangladesh los aislará del mundo y evitará que participen en comunicaciones básicas de las que han dependido para asegurarse de que el mundo escuche sus padecimientos".
Este artículo fue escrito con informes de Victoria Milko.
Este artículo fue publicado originalmente en Splice y es reproducido en IJNet con permiso.
Clare Hammond es la editora digital de Frontier Myanmar y trabajó enThe Myanmar Times. Actualmente escribe un libro sobre ferrocarriles de Myanmar.
Imagen principal con licencia Creative Commons en Flickr, vía UN Civil Protection and Humanitarian Aid.