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El jefe de los Centros para el Control de Enfermedades de Taiwán atribuyó la contención del nuevo coronavirus en la isla a la respuesta centralizada contra enfermedades contagiosas que se desarrolló a raíz del brote de SARS de 2003. Entre los casi 24 millones de habitantes de Taiwán, solo 500 han contraído COVID-19.
“Durante el brote de SARS no teníamos un sistema de comando centralizado”, dijo el director general Jih-haw Chou. “Siembre había tensión entre los gobiernos locales y el gobierno central y la gente no tenía orientación, ni sabía cómo seguir nuestras políticas".
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Frente al COVID-19, Taiwán desarrolló un sistema de comando central que ha demostrado ser muy exitoso, dijo Chou a la presidenta de ICFJ, Joyce Barnathan en un seminario web organizado junto a la Oficina de Representación Económica y Cultural de Taipei en los Estados Unidos.
A raíz de la crisis, Taiwán reescribió su manual de estrategias para el manejo de enfermedades transmisibles. Su plan centralizado se basa en el rastreo de contactos, las cuarentenas, el intercambio de información coordinada entre agencias estatales y la divulgación al público.
Como resultado, la vida hoy parece normal en Taiwán, dijo, aunque si la tasa de contagios aumentara, el gobierno restringiría las actividades diarias.
Debido a que la sociedad taiwanesa quedó marcada por la pandemia del SARS, todos, desde los funcionarios hasta los periodistas, estaban muy en sintonía con las noticias sobre el COVID-19 y listos para actuar desde el 31 de diciembre de 2019. “La sociedad está pendiente de las noticias del continente, en particular sobre enfermedades infecciosas de China”, dijo.
En enero, Taiwán se puso en contacto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero, ante la falta de orientación inmediata, se puso en acción prohibiendo la entrada a Taiwán a viajeros de áreas infectadas. El gobierno estimuló rápidamente la preparación de hospitales, la fabricación de equipos de protección y la creación de pruebas de diagnóstico de alta precisión.
Aunque en Taiwán las pruebas son ampliamente disponibles, poner en cuarentena a los pacientes que dieron positivo ha sido mucho más fundamental para frenar la propagación del virus, dijo. Si bien una prueba solo muestra si un paciente es positivo por COVID-19 solo el día en que se toma, "si podemos mantenerlos en casa durante 14 días, podemos garantizar que no disemine el virus".
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"Tenemos un muy buen sistema de cuarentena para asegurarnos de que la gente se quede en casa". El gobierno "endulza" el trato para los pacientes con servicios integrales y costosos. “Durante la cuarentena, podemos dar comida, ayuda médica y enviar personas a recoger la basura. Manejamos a los pacientes, pero también brindamos servicios”, dijo. "Es por eso que nuestro sistema de cuarentena tiene éxito".
Los registros médicos de Taiwán son completamente electrónicos. Los archivos hospitalarios están vinculados al historial de viajes y los pacientes infectados están marcados en el sistema nacional de seguros de salud. Los rastreadores de contactos cotejan la información que el paciente reporta con amigos y familiares.
Para superar las preocupaciones de privacidad, el gobierno hace “todo lo posible por explicar a la gente por qué necesitamos esa información y cómo la usaremos”, explicó. "Y garantizamos la forma limitada en que usamos la información". Gracias a esos esfuerzos, dijo, el 94% de la población apoya el manejo del COVID-19 por parte del gobierno.
Al comienzo de la pandemia, Taiwán tenía máscaras para dos meses y las importaba de China y Filipinas. Pero rápidamente aumentó su capacidad de fabricación de alrededor de 1,8 millones por día en enero a 20 millones por día a fines de mayo.
“También optimizamos la distribución”, dijo. El gobierno quería “mantener muy bajo el precio de las máscaras y garantizar a todos la oportunidad de obtener las que necesitan. Pueden conseguirlas convenientemente en cualquier tienda".
Antes de la próxima pandemia, Chou dijo que su objetivo será almacenar suficientes mascarillas para que los Centros para el Control de Enfermedades de Taiwán puedan ofrecerlas al público, y no solo a los profesionales médicos, como lo hicieron al comienzo de la crisis. También planea profundizar la integración de los sistemas de datos de salud, crear un modelo para ayudar a más pequeñas empresas a mantener sus puertas abiertas y buscar nuevas formas de combatir la desinformación sanitaria.
Jennifer Dorroh es directora senior de programas en ICFJ.
Imagen con licencia Creative Commons en Unsplash, vía Remi Yuan.