Ubicada a menos de dos horas al sur de Florida y a un paso de Cuba, Jamaica es comúnmente eclipsada por sus célebres vecinos. Y si bien es considerada una isla con relativamente pocos problemas, tiene una cultura política profundamente partidista, un sector público corrupto, y numerosos problemas sociales que pasan desapercibidos en la región.
Jamaica es uno de los entornos para ejercer el periodismo más seguros del mundo, pero carece de una prensa sólida para aprovecharlo. Para abordar la situación, la Agencia de Desarrollo Internacional de EE. UU., National Integrity Action y Global Reporters for the Caribbean eligieron a 27 personas de distintas comunidades jamaiquinas sin capacitación formal en periodismo para enseñarles habilidades y darles asesoramiento con el objetivo de que cubrieran historias que no aparecen en los medios.
La periodista Kate Chappell fue coordinadora del programa, en el que fue todo un desafío orquestar simultáneamente múltiples historias de investigación, sobre todo cuando ninguno de los reporteros lo había hecho antes.
Chappell cuenta que los participantes eligieron sus historias desde el principio. Se les pidió que llegaran con ideas de cobertura sobre sus comunidades, y que eligieran historias en base a su posibilidad de ser investigadas.
Los participantes tuvieron un intenso entrenamiento de dos días y luego se les asignó un mentor para trabajar durante los siguientes tres meses con el objetivo de completar las historias.
El programa piloto fue un éxito: de ahí surgieron 10 historias que se difundieron en televisión, radio y medios impresos. Una historia giró en torno a la falta de capacitación policial adecuada para enfrentar la violencia doméstica; otra en torno al estado de deterioro de los caminos rurales (que los residentes culpan de obstaculizar el tratamiento médico de un niño de 12 años después de un ataque fatal de asma). Otras refirieron a las consecuencias humanas dragar el puerto de la capital, y cómo una cultura de miedo impide a algunos residentes de la ciudad costera de Montego Bay denunciar actividades delictivas.
"Fue una de las cosas más difíciles que he hecho", cuenta Chappell. "Pero también la más gratificante".
Algo que Chappell revisaría para una próxima capacitación es cuánto pedirles a los alumnos, dado el tiempo con el que cuentan.
"A menos que lo hayas hecho antes, no sabes cuánto esfuerzo se necesita", dice Chappell. "Debes ser extremadamente diligente: no puedes llamar una vez si no recibes una respuesta, tienes que estar en el teléfono tres veces al día… El periodismo es un trabajo a tiempo completo".
Los participantes, que tenían entre 20 y 40 años, equilibraron los rigores del programa y la producción de historias con sus vidas cotidianas. A algunos inevitablemente les costó más que a otros, y algunas historias fueron desarrolladas por uno o dos miembros del equipo particularmente dedicados. Para Chappell, esa situación tendría que cambiar si el programa se relanza.
"Los participantes tienen empleos diurnos, familias, y obligaciones diversas. Creo que no nos dimos cuenta de lo poco realistas que estábamos siendo”.
Sin embargo, la intensidad del trabajo no disminuyó el entusiasmo final de los participantes por sus resultados, demostrado en su participación en la ceremonia de clausura del programa.
“Esperábamos que vinieran unas 80 personas” explica Chappell. “Vinieron doscientas”.
Invertir en el cuarto poder
Las historias descubiertas por los participantes más activos en solo tres meses sugieren que el periodismo de investigación tiene un espacio para crecer en Jamaica. Aun así, Chappell ve obstáculos significativos para fomentar una cultura dispuesta a financiar los costos del reporteo de investigación.
"Hay falta de dinero, falta de recursos…", dice Chappell. "Y una falta general de comprensión acerca de la importancia que tiene este tipo de periodismo".
Jamaica es una víctima más de una tendencia global de la industria: el periodismo de investigación es una actividad costosa dentro un negocio que está dispuesto a recortar costos y que a menudo empieza justamente por la investigación.
Si bien eso puede tener sentido desde el punto de vista financiero, no solo es frustrante para los periodistas, sino también dañino para las sociedades en las que trabajan.
"Las historias que llevan un mayor esfuerzo –las que exigen un discurso y exponen la corrupción– toman mucho tiempo", dice Chappell. "Y se necesita tiempo para trabajar por una sociedad más transparente".
Farahnaz Mohammed es periodista y ex becario Knight-VICE.
Imagen con licencia Creative Commons en Flickr vía John Lester.