El periodismo joven que escapó de Nicaragua

por Luis Fernando Cascante
Aug 29, 2021 en Seguridad digital y física
asas

“Ser periodista en Nicaragua en este momento es prácticamente una condena”, dice Alejandra González, una joven reportera que huyó de su país tras amenazas y acoso por sus trabajos en el diario La Prensa, el periódico más antiguo de ese país.

Alejandra comenzó a trabajar a los escasos 17 años de edad en la revista Domingo, y también participó en las coberturas de las protestas en Nicaragua, que estallaron en abril de 2018.

“La dinámica de La Prensa cambió totalmente y en ese momento escribir sobre la represión era lo más importante. Yo escribía para la Revista Domingo, que era un semanario, pero también hacía coberturas y turnos para cubrir ataques a los estudiantes atrincherados en las universidades, marchas para exigir justicia, barricadas que levantaron los ciudadanos en los barrios de Managua y de otros departamentos del país”, relató.

Por su alta exposición pública y sus críticas en redes sociales contra el gobierno de Ortega, Alejandra comenzó a recibir amenazas e intimidaciones.

“Al principio me daba igual, pero cuando empezaron a escribirme por mensajes directos para decirme que ya sabían quién era, quién era mi familia y mencionar algunos datos de mi vida privada, me asusté mucho y temí que pudieran hacerme algo. No quise esperar más y por eso decidí salir del país”, comentó.

El 17 de julio de 2018 Alejandra tomó un vuelo directo hacia Ciudad de México y hasta hoy no ha vuelto a poner un pie en su país. Ahora trabaja como coordinadora de comunicación en Hora Cero, una organización de incidencia política en Nicaragua.

Pese a las dificultades de ser migrante, la periodista ha encontrado una red de apoyo en México. “El país me ha abrazado muchísimo y lo agradezco profundamente. Hace dos años hice mi solicitud de refugio y ahora tengo el privilegio de ser residente permanente, lo que me permite quedarme en el país hasta que lo requiera, pero sin la posibilidad de viajar a Nicaragua. Es agridulce. He logrado hacer una vida acá: tener amigos, adoptar un gato, tener una nueva relación de pareja, pero también extraño mucho a mi familia, mi país”.

Esa nostalgia por volver a Nicaragua choca con la realidad de un país donde ser periodista se ha convertido en un deporte de alto riesgo.

“Es muy doloroso porque sé que los periodistas cada día corren peligro de ser amenazados, perseguidos, golpeados, secuestrados, torturados e incluso asesinados, como el caso de Ángel Gahona.

Alejandra lo sabe de primera mano porque tuvo que contar sobre el asesinato de Gahona, un reportero que murió mientras hacía una transmisión en vivo. También escribió sobre la vez que una turba de encapuchados prendió fuego una radio en la ciudad de León.

La historia de Alejandra es común entre una generación de reporteros jóvenes que corrieron con la mala suerte de querer hacer sus primeras armas en el periodismo justo cuando estalló la crisis política de ese país.

Yamlek Mojica comenzó a trabajar a sus 19 años para Confidencial, uno de los medios que recientemente fueron allanados por el régimen de Ortega. Sus trabajos se enfocaron en temas de ambiente, género, derechos humanos y posteriormente, política.

[Lee más: Por publicar investigaciones y dar talleres, periodistas en Nicaragua enfrentan a la Justicia]

 

Como en el caso de Alejandra, cuando las protestas y los enfrentamientos subieron de tono, la cobertura periodística se centró en estos eventos. Yamlek transmitió en vivo desde los lugares más convulsos y rápidamente llamó la atención de la policía.

“Los policías les tomaban fotos a todos. A mí me tomaron fotos. Cuando la violencia escaló, Confidencial no paró un segundo. Yo hacía Facebook Lives. Me tiraron bombas lacrimógenas, me pegaron mientras hacía videos. En Nicaragua también estaba de moda el live-tweeting. Informaba a través de Twitter, eso me trajo muchos seguidores. Muchos aliados sandinistas me enviaron mensajes directos donde me decían que sabían dónde vivía yo, donde vivía mi mamá y que anduviera con cuidado. Aun así yo no quería salir del país”, dijo.

sfasfa
Yamlek Mojica cubrió protestas en Managua cuando la crisis sociopolítica estalló. Esta fotografía fue durante la marcha organizada por la Iglesia católica después de los asesinatos que ocurrieron en Catedral, el 28 de abril del 2018. Foto: Óscar Navarrete.

 

La decisión de dejar todo y buscar refugio en Costa Rica la tomó en junio de 2018, un mes después de que un joven de la juventud sandinista entrara a su casa para tratar de hacerle daño con un destornillador y un cuchillo.

La joven ahora tiene 22 años y vive en condición de refugiada en Costa Rica. Trabaja para el medio regional La Voz de Guanacaste y asegura que ha cambiado su acento como mecanismo de supervivencia en Costa Rica.

“En Costa Rica no tengo ningún familiar: mi mamá está en Nicaragua y mi papá está en Estados Unidos. Yo me he hecho de una familia acá, amigos y compañeros de trabajo. Trabajé duro para sobrevivir y poder tener un plato frente a mí en el almuerzo. No tengo papás que me manden plata ni tíos. Si yo no tengo 3.000 colones (5 dólares) para comer, no como. Me ha ido bien después de todos estos obstáculos y papeleos migratorios”, agregó.

No todos corren con el privilegio de encontrar un trabajo estable en periodismo en un país vecino. Alfonso Malespín también huyó de Nicaragua tras hacer periodismo y crítica social en Ocotal, una ciudad del norte donde hay alta afinidad al régimen.

Afirma que encontrar trabajo le ha sido imposible en un país donde hay ignorancia sobre la cultura nicaragüense.

“Yo trabajo para una ONG tres días a la semana, y los otros tres días escribo para República 18, sino estaría dedicándome a otra cosa. Al nicaragüense solo le dan trabajos en construcción, agricultura, etc. pero no en oficinas. Ha sido complicado. Gracias al trabajo de organizaciones y a donaciones de personas, hemos podido salir adelante”, explicó.

[Lee más: Cubrir la pandemia en medio de una crisis política: la doble carga de los periodistas nicaragüenses]

Comunidad en el exilio

Muchos huyeron en 2018 y ahora se comienza a notar un exilio masivo de periodistas. En los últimos dos meses unos 32 periodistas nicaragüenses han solicitado refugio debido a la situación de hostilidad contra los comunicadores que critican o publican informaciones contra el gobierno.

El dato lo aporta Julio López, miembro de la organización Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua, y quien a sus 36 años debió dejar todo atrás y comenzar una nueva vida en Costa Rica, el país donde la mayoría busca refugio.

El país vecino es uno de los cinco mejores países del mundo para ser reportero, pero a su vez tiene una de las tasas de desempleo más altas de Latinoamérica (18%).

En junio pasado a López se le negó la salida del país y escogió huir por punto ciego, en la madrugada. Publicó trabajos donde evidenció cómo la policía fabricó pruebas en contra de líderes opositores en Nicaragua, y otro sobre el aparato mediático construido para controlar la narrativa en favor del régimen.

“Acá (en Costa Rica) la comunidad periodística nicaragüense es grande. No solo estamos los periodistas exiliados de los últimos dos meses, sino también los que se exiliaron desde 2018 en el contexto de la crisis sociopolítica. Acá hay bastantes organizaciones con las que manejábamos una relación de fuentes y ahora están acá porque también tuvieron que huir”, dijo López.


Foto de portada cortesía de Alejandra González: “Aún no sé si me veo en Nicaragua en el futuro, es un país que a mi corta edad me ha desgastado mucho y aunque volver está en mis planes, ejercer el periodismo otra vez allá es algo en lo que me cuesta pensar”, comenta la exreportera del diario La Prensa, ahora exiliada en México desde hace tres años.