El miedo oculto detrás de las fotos de la invasión de Ucrania

Jun 3, 2022 en Cobertura de crisis
asfaf

“Es la primera guerra que cubro y lo que más miedo me da es lo fácil que es quitar la vida”, escribió el fotógrafo español Diego Herrera en su cuenta de Twitter el 4 de abril de 2022, a poco más de un mes que las tropas rusas invadieran Ucrania. “Es horroroso tener la sensación de que la vida no vale nada”.

Hasta entonces, el mundo presenciaba el horror a través de las imágenes de los fotoperiodistas, que, como Herrrera, estaban en el terreno. Pero pocos hablaban sobre las repercusiones emocionales que supone ser testigo de cruentas escenas, como las del bombardeo al hospital maternoinfantil de Mariupol o la de los cuerpos de civiles esparcidos por las calles de Bucha.

“De un golpe, se corrió la cortina y ahí estábamos todos mirando el terror”, dice el fotógrafo argentino Rodrigo Abd, quien, a diferencia de Herrera, cuenta con experiencia en Afganistán (2010), Libia (2011) y Siria (2012). “Esa cobertura en Bucha resultó muy fuerte. Era hacer fotos de bultos con cadáveres día tras días. Yo había estado en otros conflictos. Pero esto fue distinto”.

asfaf

“Todo lo que ves es tristeza, desgracia y destrucción. Difícilmente ves algo positivo”, agrega el fotógrafo venezolano Ronaldo Schemidt, quien estuvo un mes en Ucrania como enviado de la agencia AFP. “Es toda la violencia que te puedas imaginar. Tienes que estar muy estable emocionalmente para que ese horror no te descontrole”.

En su caso, asegura que conversar a diario con sus jefes y con su pareja durante el tiempo que estuvo en la cobertura le permitió drenar las emociones. “Estás lejos y solo en una habitación. Así que necesitas hablarlo con alguien de confianza y que te escuche, porque tienes picos de estrés. Estás todo el tiempo alerta. En especial, cuando escuchas las explosiones”, comenta.

Abd, en cambio, prefiere no hablar demasiado del tema. Desde que regresó a Buenos Aires se ha dedicado a pasar tiempo con su hija, con su esposa y sus amigos. Aprovecha para nadar o correr. “Trato de no hablar mucho, porque no quiero que mi vida se reduzca a mis coberturas y a mis experiencias. Me han pedido muchas notas y eso está bueno porque hace que vean mi trabajo. Pero yo trato de no volver”.

Poner distancia

Tras regresar de Ucrania, la corresponsal española de TVE Almudena Ariza decidió retomar su podcast Plano Corto y ventilar sus emociones en conversaciones con otros compañeros que habían vuelto de su cobertura, pero que su mente seguía en el terreno del conflicto. En uno de los episodios, el periodista argentino Joaquín Sánchez-Mariño contó cómo ha sido su vuelta a su casa después de la guerra.

“Desde que estoy fuera de Ucrania siento tristeza. Todavía no lo puedo explicar. Uno sale herido con una energía oscura en la espalda. Hay gente que le da vergüenza decir que se siente angustiado por el mandato de ser fuerte. Y yo creo que no hablar de lo que uno vive es negar esta parte del trabajo que es verdadera. Los que volvemos estamos solos. Los que se quedaron no entienden lo que está en mi cabeza”.

Olmo Calmo, fotógrafo de ElDiario.es, asegura que mantenerse en el plano profesional y no cruzar la frontera es lo único que le ha permitido seguir haciendo este tipo de cobertura. “Cuando estuve en Boyarka, a 40 kilómetros de Kiev (Ucrania), me encontré con un médico forense de 42 años, que había hecho más de 400 autopsias, al menos 10 al día. Muchas con signos de tortura. Le preguntamos si no se sentía afectado, porque entre ellos había muchos conocidos. Él me dijo: es mi trabajo. Alguien lo tiene que hacer. Pasa lo mismo con los fotógrafos. Alguien lo tiene que hacer”.

Pero no todos tienen tan claros esos límites. La psicóloga social Yorelis Acosta afirma que, por más fuerte que alguien sea, siempre se produce alguna afectación emocional. El problema es que no muchos lo tienen claro. “Siempre hay un impacto al estar en la primera línea, en la segunda o en la tercera… Lo he constatado al escuchar a periodistas decirme que tienen pensamientos negativos recurrentes, el sueño alterado o pesadillas. Hay que aprender a protegerse, a poner distancia, a crear escudos, para no terminar sufriendo”.

En su opinión, cualquier corresponsal de guerra debe cultivar la conciencia del autocuidado. Después de la cobertura, los fotoperiodistas deben hacer una pausa del trabajo y retirarse a descansar, tomarse el tiempo para evaluar cómo se van sintiendo, identificar el contenido de su mente y buscar ayuda psicológica. “No debemos acostumbrarnos a callar o a evadir, porque en algún momento el cuerpo o la mente te pasará factura”.


Fotografías cortesía de Rodrigo Abd.