Alice Brennan recibió el llamado a principios de noviembre.
El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su sigla en inglés) estaba coordinando un proyecto de gran escala que involucraba una filtración masiva de datos, y quería que Brennan y sus colegas de Fusion ayudara en la cobertura. Millones de emails, archivos de bases de datos, PDFs y fotografías se habían filtrado del bufete panameño de abogados Mossack Fonseca, revelando de qué manera los ricos y famosos esconden su dinero en compañías ficticias.
Brennan, una periodista de investigación que había trabajado con ICIJ en el pasado, se interesó de inmediato. Ella y otros dos periodistas de la unidad investigativa de Fusion se embarcaron en el proyecto, sumándose a más de 300 periodistas de unas 100 redacciones de todo el mundo que ya estaban trabajando en el así llamado “Proyecto Prometeo”. Se les dio acceso a una base de datos encriptada, y comenzaron a explorar la masa de documentos.
“Tan pronto como tuvimos acceso nos encontramos con grandes nombres: Putin, el primer ministro de Islandia, Bashar al Assad”, cuenta Brennan. “Quedó claro de inmediato que quienes trabajaban en esto eran periodistas de investigación experimentados e increíbles. Y estábamos ante algo grande”.
El 3 de abril, una coalición de medios de comunicación, incluyendo BBC, The Guardian y LeMonde comenzó a publicar historias relacionadas con lo que hoy se llama “Panama Papers,” sacando a la luz un extenso sistema de evasión global de impuestos. La filtración hace referencia a 12 actuales y ex líderes políticos, a 128 funcionarios públicos y 28 multimillonarios de la lista de Forbes. Incluye información sobre más de 14.000 bancos, despachos, bufetes de abogados, empresas y otros intermediarios de más de 100 países. Y ya ha tenido repercusiones y suscitado investigaciones alrededor del mundo. El primer ministro de Islandia fue obligado a renunciar, y muchos miembros de la élite mundial han sido cuestionados.
El esfuerzo gigantesco –y el hecho de que los periodistas lo mantuvieran en secreto durante un año–, muestra la manera en que el periodismo está evolucionando en la "era de la violación de datos". También muestra el poder de la colaboración. Mientras que los periodistas han estado durante mucho tiempo trabajando solos y compitiendo entre ellos, los que trabajaron en los Panama Papers lo hicieron juntos. Aunque la colaboración no sea parte del instinto periodístico, el Consorcio la estimula.
"No hay un periodista capaz de lograr algo como esto”, dice Brennan. "Esta fue una campaña internacional. Y creo que deberíamos hacer más, y seguir colaborando”.
Todo comenzó a principios de 2015, cuando una fuente anónima filtró los archivos al periódico alemán Süddeutsche Zeitung. Abrumados por la magnitud de la filtración, contactaron a ICIJ, una organización con sede en Washington que ha trabajado en investigaciones colaborativas y de gran escala durante años.
ICIJ comenzó a construir un equipo. Reunió a los periodistas para que se conocieran personalmente en Múnich, Washington y Johannesburgo, y estableció reglas de juego de inmediato. Aunque los periodistas tenían autonomía respecto a los datos, tuvieron que firmar un acuerdo de confidencialidad y tenían la obligación de compartir las revelaciones más grandes con el grupo. Los reporteros debían seguir fechas de cumplimiento establecidas por ICIJ y firmar un acuerdo.
“Este acuerdo básicamente refiere a trabajar en colaboración, comunicarse regularmente y seguir las reglas”, dice Will Fitzgibbon, periodista de ICIJ. “La organización confía en la palabra y el profesionalismo de todo el equipo”.
Y tal vez lo más importante: ICIJ limpió, filtró y preparó los datos, y los cargó a una plataforma creada por ellos. iHub –la red social interna y base de datos, parecida a Facebook– era el lugar para que los periodistas se comunicaran y colaboraran. Todos tenían perfiles personales, podían enviarse mensajes y crear grupos y foros. Si necesitaban ayuda con una traducción, iHub era el lugar para buscarla. El sistema estuvo asegurado por varias capas de cifrado y códigos de acceso de 30 dígitos.
“Debatíamos, seguíamos pistas, hablábamos de hacia dónde iba tal o cual historia”, dice Brennan. “Dependiendo de a cuántos foros te habías sumado, podías tener 50 o 60 notificaciones en una mañana. Se convirtió en un foro activo y emocionante”.
ICIJ también tuvo un papel como curador y gestor del proceso, estando presente, leyendo los foros y asegurándose de que los participantes iban por el buen camino. Si alguien no posteaba lo suficiente, ICIJ lo contactaba directamente. “Nos cerníamos sobre ellos, como drones”, describe Fitzgibbon.
Finalmente a mediados de marzo, ICIJ permitió a los periodistas buscar a fuentes y a las personas involucradas en los documentos. Cuando los Panama Papers salieron a la luz, se la consideró la más grande filtración en la historia del periodismo de datos.
Para Brennan, fue la experta supervisión de ICIJ combinada con el equipo talentoso y apasionado de periodistas lo que hizo que el proyecto pegara tan fuerte.
“Podría haber sido un lío trabajar con 100 medios repletos de periodistas y de egos”, dice. “Pero ICIJ logró que funcionara. Ha sido fantástico”.
Dos semanas después, decenas de medios, incluyendo Fusion, continúan publicando historias relacionadas con los Panama Papers, y todavía aparecerán muchas más.
Imagen y video cortesía de Fusion.