Cómo ICIJ realizó una gran investigación colaborativa y transfronteriza

por Jessica Weiss
Oct 30, 2018 en Periodismo de investigación

A principios de febrero, los principales periódicos del mundo comenzaron a publicar artículos acerca de una gran investigación transfronteriza sobre el gigante bancario HSBC. Una serie de registros internos filtrados mostró que el banco había ayudado a sus clientes a depositar más de US$100.000 millones en cuentas en Suiza para evadir impuestos, manteniendo cuentas secretas de traficantes, políticos, celebridades y más.

La investigación denominada Swiss Leaks es el resultado de ocho meses de indagaciones, de un arduo procesamiento de datos y del trabajo periodístico del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su sigla en inglés): una red internacional de periodistas de investigación con sede en Washington. Los archivos fueron filtrados originalmente por el ex empleado de HSBC Hervé Falciani, y luego entregados a las autoridades francesas en 2008. Después de que la autoridad fiscal del país abriera una investigación, el periódico francés Le Monde obtuvo información de los archivos y contactó a ICIJ.

Para seleccionar los 60.000 archivos, ICIJ reclutó a más de 140 periodistas de 45 países. El producto final expone detalles privados sobre miles de cuentas de HSBC, proporcionando "un inusual vistazo dentro del súper secreto sistema bancario suizo, que el público no ha visto nunca antes", describe ICIJ. La publicación creó un efecto dominó e incluso incluyó una disculpa de un alto ejecutivo que admitió su fechoría.

¿Cómo hizo ICIJ para enfrentar un proyecto tan grande? Para conocer cómo se llevó adelante el proceso, IJNet habló con la directora adjunta de ICIJ, Marina Walker Guevara, de Washington, y con la periodista de datos de esta organización Mar Cabra, de España. A continuación te presentamos una selección de lo mejor de este diálogo.

¿Cómo formaron un equipo y empezaron a trabajar en un proyecto tan ambicioso?

Marina Walker Guevara: Después de recibir los datos el verano pasado, en ICIJ les dedicamos un tiempo para analizarlos. Los miramos e hicimos una lista de nombres y clientes por región y por país, siempre pensando en facilitar el futuro trabajo a los periodistas locales. En septiembre organizamos una reunión presencial en la sede de Le Monde, en París, con todos los periodistas que iban a ser parte del proyecto. Quienes no pudieron venir participaron a través de Skype.

Mar Cabra: Ya habíamos lidiado con grandes masas de información filtrada (leaks) en los últimos dos o tres años. En el primer gran proyecto, Offshore Leaks, aprendimos que desde el minuto en el que incorporas periodistas, estos empiezan a hacer miles de preguntas. Son animales ansiosos. Así que tuvimos que trabajar con los datos durante algunos meses antes de contar que los teníamos. Nuestro programador, Rigoberto Carvajal, creó un programa para extraer información de archivos planos y convertirlos en una base de datos. Después incorporamos un programa que identificaba toda la información de esos datos según el país. Gracias a eso, pudimos hacer una lista de periodistas por país y darles material para trabajar.

MWG: Todo el proceso fue orquestado y gestionado cuidadosamente: les damos a los periodistas acceso exclusivo y les pedimos algo a cambio. Mientras nosotros mantengamos nuestro compromiso, ellos mantienen el suyo, y mientras tengamos reglas claras y herramientas de comunicación eficientes, todo funciona. Las reuniones presenciales suman mucho. La confianza que se genera cuando conoces a las personas cara a cara y vas a tomar algo con ellos es especial. No creo que los encuentros digitales reemplacen esto.

Con un equipo desperdigado por el mundo, ¿qué herramientas facilitaron la comunicación online?

MWG: No podemos colaborar de manera efectiva solamente a través de emails, teléfonos y el Skype. No resulta eficiente. Así que usamos un software de código abierto llamado Oxwall, que personalizamos para construir nuestra propia red social, a la que le llamamos Voyager. Se convirtió en el lugar obligatorio a ir, como un Facebook interno de nuestro trabajo de investigación. Allí todo ocurre: damos a conocer información importante, compartimos nuestras primicias o avisamos sobre cambios de dirección. Ofrece cosas como foros temáticos, archivos e imágenes, y cada miembro tiene su propia página con una foto y su información. Se pueden hacer búsquedas en toda la plataforma. Los periodistas lo chequean todos los días. Se convirtió en un espacio común en el que interactuamos abiertamente con todo el equipo.

MC: Para los datos usamos dos plataformas. Para búsquedas de documentos usamos una plataforma de código abierto llamada Solr, que nos permitió indexar y subir los leaks a un lugar seguro, para que luego los periodistas los consultaran usando palabras clave o filtros como el país, el año u otras variables. Sobre Solr usamos también Blacklight, que es una interfaz para usuarios que hizo que la herramienta se volviera más amistosa.

Más tarde en el proceso, y mientras seguíamos trabajando con los datos, nos dimos cuenta de que las conexiones que surgían entre las personas que aparecían en los datos eran realmente la parte más importante de la investigación. Así que construimos una plataforma con la herramienta Linkurious que nos permitió visualizar las conexiones entre ellas.

Hicimos un manual para enseñar a usar estas plataformas. La capacitación online también fue clave para enseñarle a los periodistas a manejar los archivos y para compartir consejos.

¿Cuáles fueron los recaudos de seguridad que tuvieron al trabajar con un material tan sensible?

MC: Me he dado cuenta de que los periodistas son reacios a usar herramientas como la encriptación de correos. No las entienden y creen que son difíciles de instalar. Así que como término medio, cada vez que nos teníamos que comunicar por email utilizábamos un servicio web llamado Hushmail para las comunicaciones.

Gracias al financiamiento de la Fundación Knight estamos trabajando actualmente en el proyecto Global I-Hub, que se está desarrollando a partir de Oxwall para mejorarlo en términos de usabilidad y seguridad. [Aquí puedes ver una presentación reciente de Cabra acerca de herramientas de seguridad].

¿Qué tan importante fue para ICIJ ser el “comando central” del proceso?

MWG: Muy importante. Fue de mucha ayuda estar en contacto diario con el equipo a través de Voyager. Siempre estamos revisando qué novedades hay ahí, además de hacer nuestro trabajo periodístico, nuestra investigación y nuestra edición. Y así nos empezamos a dar cuenta de cuáles son las necesidades de los periodistas. Entendemos que nosotros somos un proveedor de servicios de alguna forma. Si las colaboraciones no son bien manejadas el proyecto puede convertirse en una pesadilla. Si no hay una cadena de mando clara, no hay reglas claras ni comprensión, puede ocurrir que la gente haga lo que quiera.

¿Cuáles son algunos de los desafíos que enfrentaron?

MWG: Los desafíos legales de este proyecto eran reales. Estábamos metiendo la mano en temas muy sensibles. Cuando estás hablando de un banco no puedes darte el lujo de equivocarte. ¿Estamos siendo precisos? ¿Estamos siendo conservadores? Eso nos mantenía en vilo toda la noche.

MC: Los usos horarios son asesinos. En la unidad de datos trabajamos desde Washington, D.C., Costa Rica, Venezuela y en España en mi caso. Así que empiezo a trabajar alrededor de las 4:00 p.m. de la hora local y termino alrededor de la 1:00 a.m. para poder trabajar al mismo tiempo que mi equipo. Es un modo distinto de trabajo y no todo el mundo puede con él. Cuando estás en la misma redacción puedes hacer una pregunta rápida en cualquier momento. Pero para nosotros no es así. Así que tuvimos que crear lazos personales y profesionales online. Soy fan de Skype. Una vez que te acostumbras, no es tan difícil trabajar de manera remota.

¿Cuál piensan que será el futuro de este tipo de proyectos colaborativos?

MC: Lo que hemos logrado es bastante notable. Las redacciones están atravesando una crisis económica. Ninguna redacción –excepto quizás el New York Times y algunas otras– tiene la capacidad de hacer algo así en una escala mundial. Pero estamos demostrando que es posible. Ponemos a disposición nuestros datos, creamos herramientas para comunicarnos y compartimos nuestros trabajos y nuestras interacciones para hacerlo posible.

MWG: Compartir no está en el instinto del periodista; no es la manera en la que hemos trabajado tradicionalmente. Pero lo alentamos. Estamos tratando de cambiar la forma en la que el periodismo de investigación funciona, porque creemos que así será y así debería ser en el futuro. La economía, la policía, los criminales, todos están trabajando de manera colaborativa desde hace tiempo. Los periodistas somos los únicos que nos hemos quedado atrás.

Imagen cortesía del usuario de Flickr Gyver Chang, con licencia Creative Commons.