¿Frustrado? ¿Cansado de buscar y no encontrar? No te desesperes. Las siguientes “mañas” pueden hacer que sufras menos y goces más haciendo solicitudes de información pública.
1. Explora rutas alternas. Antes de explorar la penosa ruta de las solicitudes, vale la pena explorar si esa información no está ya en un lugar más accesible. Por ejemplo, en el archivero de alguna fuente o en un buscador especializado. No está de más hacer algunos intentos con las búsquedas avanzadas de tu explorador. Vale bien la pena indagar si alguien más ya pidió –y consiguió– aquello que estamos buscando (en México hay un buscador que permite hurgar en el archivo histórico de las solicitudes).
2. Estudia la herramienta. Leer con lupa nuestra Ley de acceso nos ayudará a afinar la puntería. En México, la Ley federal obliga a los funcionarios a entregar información que “se encuentre” en sus archivos. Eso ya nos da una pista: los funcionarios solo nos darán aquello que ya existe. No van a generar información; tampoco van a responder a preguntas. ¿Qué dicen las reglas en tu país?
También te ayudará leer las reglas de archivo vigentes. Esto nos permitirá saber durante cuántos años se guarda la información y si ésta se va moviendo de un archivo a otro, conforme se vencen los plazos. Es común que exista un archivo de trámite (donde guardan materiales de los últimos tres años), un archivo de concentración (de tres a 10 años) y un archivo histórico (después de los 10 años). No está de más informarse antes de comenzar con el envío de cartitas a Santa Claus.
3. Cuidado con lo que pides. En México, la ley permite a los funcionarios entregar solo información existente. Y otra ley, la de los Servidores Públicos, les permite hacer solo aquello que tienen autorizado hacer. El maridaje de estas dos leyes hará que un funcionario pueda negarnos el acceso al “oficio” que pedimos, pues el documento que existe en sus archivos se llama “memorándum”.
Es importante conocer el nombre que se le dan a las cosas. Para eso están las normas y las leyes de documentos y de archivos, y también nuestras fuentes al interior de las agencias. También podemos utilizar el genérico “información” para no ingresar en controversias.
4. ¿Qué entienden por información? Normalmente se refieren así a todos los materiales en papel, audio, cine, video, fotografía, bases de datos, hologramas o e-mails. Incluye materiales generados por la dependencias pero también a información hecha por particulares que el gobierno tiene en resguardo. Por ejemplo, estudios y auditorías. Si tenemos fuentes al interior de esas agencias, podremos identificar en qué plataforma tienen la información disponible antes de lanzar nuestra petición.
5. Habla con ella. No todas las agencias tienen a un Thiago Silva como defensa en el área de transparencia. Hablar con esos oficiales antes, durante y después de hacer una solicitud, puede ahorrarnos tiempo y mejorar nuestra puntería, por varias razones. Una, para corroborar que esa agencia sí tiene la clase de información que buscamos. Dos, para saber más acerca de dónde la tienen y qué tan complicado es llegar a ella. Tres, para hacernos una idea de si estamos redactando la solicitud de manera clara y correcta. Y también para ver con ellos cosas tan básicas como si tienen scanner y cuántas páginas, como máximo, pueden subir al sistema.
6. Las fuerzas en contra. También hay funcionarios que están muy a la defensiva. Y por eso es muy importante contar con un plan de acción. ¿Cuándo pido qué y a quién? ¿Hago búsquedas generales o hago tiro al blanco? ¿Les pido que me envíen la información, pido copias o pido ir a revisar los expedientes personalmente? ¿Dónde más puede haber copias de esta información y en donde hay menos prurito para permitirme el acceso?
7. Nuestra carta de presentación. No tenemos por qué identificarnos como periodistas. El derecho de petición es para todos los ciudadanos. Hay países más afortunados que otros. Algunas leyes de acceso plantean que el ciudadano debe identificarse y dejar por escrito por qué y para qué quiere la información. Unos lindos prestanombres pueden salvarnos de este aprieto.
8. El gato encerrado. Un “no” no siempre tiene que ver con oscuras órdenes superiores. Con frecuencia, detrás de una negativa puede haber razones de lo más mundanas y absurdas como, por ejemplo, que la persona a cargo de búsquedas se enfermó. A veces la culpa es toda nuestra por escribir peticiones bizarras y confusas. Hablar con ellos a tiempo puede ponernos en aviso de esos posibles accidentes en el camino.
Hacer buenas solicitudes de acceso tiene su gracia. Exige informarse mucho para saber acerca del tema que investigamos, del tipo de registros que pueden existir y de dónde estos se encuentran. Y también conocer quiénes son las personas que estarán del otro lado del escritorio leyendo nuestras peticiones. Reporteo, ensayo y paciencia, mucha paciencia.
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio de CONNECTAS y es reproducido en IJNet con permiso. CONNECTAS es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas clave para el desarrollo de las Américas.
Foto con licencia Creative Commons en Flickr, vía CyberHades.