El fotoperiodista Aldair Mejía evita ponerse pantalones cortos cuando tiene que salir de comisión desde que, en enero del año 2023, un perdigón disparado por un policía le impactó en la pierna derecha, cerca de la tibia, mientras cubría las masivas protestas contra el gobierno peruano en la ciudad de Juliaca, en Puno. “Algo me roza [la pierna] y ya siento que me va a caer algo”, explica Mejía.
Como fotógrafo de medios locales y corresponsal de agencias internacionales, Mejía se especializa en la cobertura de conflictos sociales en las calles. “No es fácil, es exponerse muchísimo [...] hay que pensarlo muy bien para ser fotoperiodista”, afirma. La agresión de hace año y medio le ha ocasionado tanto secuelas físicas —dificultades para correr, por ejemplo— como en su salud mental: desde insomnio hasta flashbacks del hecho.
La experiencia de Mejía no es única. Entre fines del 2023 e inicios de este, la Sociedad Peruana de Psicoanálisis (SPP) llevó adelante terapias grupales para una asociación de fotoperiodistas. “Muchos fotorreporteros que cubren manifestaciones tienen dolores de cabeza, náuseas, depresión, ataques de angustia (...) síntomas asociados a situaciones traumáticas”, dice la psicóloga Rocío Franco, coordinadora del espacio.
No es para menos. En medio de una constante crisis política en el Perú, los periodistas y fotógrafos que cubren las manifestaciones en las calles se exponen a agresiones de las fuerzas del orden y de manifestantes. Durante todo el año pasado, se reportaron 127 agresiones físicas y verbales contra periodistas. “Mentalmente ya estás psicoseado que tienes que llevar sí o sí casco y chaleco antibalas”, asegura Mejía.
Aun así, la salud mental de los periodistas es un tema del que se habla poco en el Perú. Uno de los pocos estudios al respecto, publicado por la Universidad Católica de Loja el 2023, reveló cifras alarmantes. Más del 60% de periodistas encuestados en Perú tenía ansiedad e insomnio, y más del 40% reportaba agotamiento emocional. Además, dos de cada cinco tenían riesgo de estrés postraumático, y uno de cada cuatro registró riesgo suicida.
Pero, ¿por qué es importante hablar sobre la salud mental de los periodistas? Porque su estabilidad emocional influye en cómo entregan la información, según coincidieron los expertos entrevistados. “Proteger la salud mental de los periodistas tiene impacto social enorme en tiempos de crisis”, explica el psicólogo ecuatoriano Byron Bustamante, uno de los autores del estudio sobre el caso peruano.
En este contexto, cuatro periodistas peruanos de diferentes medios de comunicación, que han sido agredidos en las calles mientras trabajaban, hablaron para este reportaje sobre su salud mental. Síntomas físicos como insomnio, sentimientos recurrentes de culpa e impotencia, y los efectos de la precariedad laboral; además de una convicción en común: comenzar a hablar sobre cómo nos sentimos los periodistas.
Problemas físicos: una señal de alerta
“Cuando hago mi trabajo sufro de episodios de ansiedad y depresión”, dice Liubomir Fernández, periodista de investigación que labora en la región de Puno, al sur del Perú. Tanto la ansiedad como la depresión pueden manifestarse de manera física, con cambios en el apetito, alteración del patrón de sueño y pérdida de energía. “Cuando estoy con depresión y ansiedad como más, engordo, subo de peso”, reconoce Fernández.
En sus años como periodista, Fernández ha sido agredido físicamente más de una vez. En 2021, por ejemplo, fue golpeado en el vientre y enmarrocado por la Policía cuando cubría una intervención vinculada a un abogado. En marzo de este año, el gremio local solicitó medidas cautelares a favor de Fernández ante el sistema interamericano, luego de que el periodista recibiera amenazas por su cobertura de dicho caso.
“Uno quiere tener su mejor investigación y eso te tortura, te destruye; y hay días que no he podido dormir”, cuenta Fernández.
Alrededor del periodismo se ha construido una narrativa de superhéroe. Los que han pasado por una redacción la han escuchado en frases como: el periodista no descansa, es un apostolado y hay que estar siempre listos al pie del cañón. “Y luego esperan que no te quejes porque es parte del oficio y menos aún que expreses alguna afectación emocional”, explica el director ejecutivo de Fundamedios, César Ricaurte.
No por algo personajes como Súperman y Spiderman son periodistas, la diferencia es que ellos sí tienen súper poderes. En la terapia grupal con fotoperiodistas, el equipo de psicólogos de la SPP encontró el mismo patrón: un modelo de identificación que no da lugar a las emociones. “Al reprimir todo eso, las emociones no encuentran otra cabida que expresarse a través del cuerpo”, explica la coordinadora de dicho espacio.
Y el cuerpo habla en su propio idioma.
Fernández reconoce, por ejemplo, problemas de apetito y sueño cuando está frente al estrés del trabajo. Mejía también presenta dificultades para dormir: “Antes dormía 10 u 11 de la noche; ahora me acuesto a las 2 o 3 de la mañana”. Similar situación ocurre a Juan Zapata, reportero gráfico que ha cubierto las últimas protestas en Perú. “Bajé de peso porque no me alimentaba, a veces ni comía; bajé de peso un montón”, cuenta.
Zapata también ha sido agredido durante sus coberturas. En diciembre del 2023, por ejemplo, un policía lo golpeó con su vara reglamentaria en el rostro; mientras que en enero de este año fue impactado por un perdigón en el brazo. La última agresión en su contra ocurrió en el mes de julio, cuanto un segundo perdigón le impactó en la pierna derecha, cerca del tobillo.
"Uno no mide el riesgo porque te sientes protegido por tu trabajo [...], el instinto me dice que no me va a pasar nada, pero no necesariamente será así”, dice Zapata.
El único estudio reciente sobre sintomatología de periodistas en el Perú cuenta una historia similar sobre el cuerpo. Entre 106 participantes, el 64,6% presentó riesgo de ansiedad e insomnio, mientras que el 47,6% reportó riesgo de somatización: expresar malestar emocional a través de síntomas físicos. “Estos problemas se dispararon por no ser atendidos a tiempo”, explica Bustamante, uno de los autores del estudio.
Otra alerta corporal es el cansancio excesivo o pérdida de energía. “A veces me cuesta llegar al fin de semana no solo emocionalmente, sino físicamente”, cuenta la reportera de televisión Lourdes Paucar, que trabaja en uno de los principales canales de señal abierta y de televisión de paga. “Yo he llegado a veces [del trabajo] y me he tirado a mi cama con lo que tengo puesto”, agrega.
Culpa e impotencia: emociones recurrentes
Así como los demás entrevistados, Paucar ha sufrido tanto agresiones verbales como físicas mientras realizaba su trabajo periodístico: “¿Qué riesgos he pasado? Me han pegado en manifestaciones, me han arrastrado, me han insultado”. En agosto del 2022, por ejemplo, ella y su camarógrafo fueron agredidos por civiles, quienes le jalaron el cabello y lanzaron piedras, mientras cubrían un operativo policial.
Estas agresiones, que en el pasado eran esporádicas, han aumentado en los últimos años en un contexto de crisis política en el Perú. Un artículo publicado en el IJNet en 2022 ya advertía sobre el incremento de la violencia contra reporteros y fotógrafos de calle. En los primeros cinco meses de este año, la Asociación Nacional de Periodistas (ANP) reportó 23 agresiones físicas contra reporteros en Perú.
En la mayoría de los casos, los periodistas y fotógrafos se ven limitados al momento de protegerse. “El sentimiento humano es reaccionar, pero no puedes hacerlo porque te están grabando, porque en ese momento no soy Lourdes Paucar, soy Lourdes Paucar reportera de este medio en particular; entonces, te muerdes la lengua, pides que se calme y retrocedes de espaldas”, explica la experimentada periodista.
Al sentimiento de impotencia por no poder defenderte de los ataques, se suma la idea de que el trabajo del reportero y fotógrafo no ha permitido que las cosas cambien en el país. “Lo que haces no sirve de nada porque la Justicia y las cosas no funcionan”, dice Zapata. “Se han compartido muchas fotos y videos en esas épocas, pero nada de eso ha sido trascendental”.
Estas agresiones ocurren, además, en un contexto de cambios sobre cómo la gente ve a la prensa. Antes el periodista tenía una alta valoración social pero, en los últimos años, según explica el director ejecutivo de Fundamedios, el discurso estigmatizante contra los periodistas ha aumentado. “Me han dicho mentirosa, mercenaria, prostituta, puta, mermelera, me han dicho de todo”, cuenta Paucar.
Ante esto, algunos reporteros peruanos incluso adoptaron la práctica de quitar de sus micrófonos el logo de su medios de comunicación para evitar ser agredidos.
Los periodistas no solo se exponen al discurso estigmatizante en las calles: este alcanza a sus vidas privadas. “He perdido amigos, me han odiado gratis”, dice Fernández, quien suele bailar en las comparsas de la festividad de la Virgen de la Candelaria, en la región de Puno, pero siempre con una máscara para evitar situaciones incómodas donde lo reconozcan. “Tienes que vivir casi aislado”, explica.
Similares precauciones adopta Zapata. Cuando asiste al cumpleaños de un amigo, por ejemplo, suele pedir que no lo presenten como periodista ante desconocidos: “Quizás alguien me dirá ‘oye, qué chévere tu trabajo’, pero siempre va a haber alguien que me diga ‘ah, eres rojete’ (forma despectiva de llamar a personas asociados a la izquierda); yo siempre prefiero evitar sentirme incómodo e incomodar a alguien más”.
Entonces, aparece el sentimiento de culpa. Por un lado, dicha emoción intenta dar una explicación a los ataques recibidos. ¿Por qué personas que no conozco me atacan?, es un pensamiento usual entre periodistas que cubren en las calles. “Han generalizado, todos somos malos, todos estamos vendidos”, explica Paucar, “pero, ¿cómo le dices a un manifestante que no eres tú, que estás tratando de hacer un buen trabajo?”.
Por el otro, la culpa también aparece cuando la sensación de cansancio o el miedo ante una agresión se chocan con el dogma de que el periodista es valiente y fuerte. “El efecto traumático de una situación tiene que ver con la idea de que debería poder enfrentarla bien, o que esta situación no debería afectarme”, explica la psicóloga Franco, “y cuando una experiencia te quiebra, la identificación con ese ideal se rompe y eso asusta”.
Estar sano en la precariedad
“A todo esto hay que sumarle un factor: la creciente precariedad laboral”, advierte el director ejecutivo de Fundamedios. Esta organización dedicada a la promoción de la libertad de expresión y prensa en América Latina reconoce una crisis en los medios de comunicación, que se traduce en el despido frecuente y masivo de periodistas, o en la firma de contratos laborales bajo modalidades de precariedad.
Perú no es la excepción. A fines del año pasado, la ANP alertó sobre despidos masivos en medios tradicionales como Latina, uno de los principales canales de televisión, y La República, diario de circulación nacional. Este año se registraron casos adicionales en esos y otros medios tradicionales; así como despidos o ceses temporales en medios digitales importantes que no han sido reportados públicamente.
Aquellos que mantienen su trabajo no tienen asegurada su estabilidad económica. Los hallazgos preliminares de Worlds of Journalism revelan que alrededor del 70% de los reporteros peruanos necesita un trabajo adicional al periodismo. “Si tu cerebro tiene que estar partido para otra institución o dictar clases, el tema emocional y mental es complicado de manejar”, dice Liliana Kanashiro, investigadora a cargo del estudio.
Zapata y Mejía reconocen que, además del periodismo, realizan coberturas fotográficas adicionales para conseguir ingresos extra. Y eso que ambos residen en la capital de un país centralizado. Desde Puno, Fernández cuenta que “ha tenido colegas que lloraban porque el sueldo que les llegaba era nada frente a sus necesidades vitales”. Fernández asegura que su sueldo no le alcanzaría para vivir dos semanas en Lima.
Estas condiciones laborales son ignoradas porque, de acuerdo a Kanashiro, son “parte del sacrificio” que promueve la visión del periodismo como un apostolado.
Otra precariedad laboral que impacta en la salud mental de los periodistas es el poco tiempo de descanso. “Es sumamente importante porque es tu vida, no solamente eres un periodista, te da la capacidad de renovarte y distanciarte; sí creo que los medios deberían tener en cuenta eso”, asegura Paucar. Una de las respuestas recurrentes en Worlds of Journalism fue que el trabajo dura 24 horas, los 7 días de la semana.
Esto, a su vez, provoca un aislamiento social para los periodistas. Paucar reconoce que esto le solía ocurrir: “Cuando era joven cuántas veces le he cancelado compromisos a mi mamá; cuando en el trabajo, me han preguntado o me han impuesto[quedarme más horas], pero todos necesitamos nuestra vida personal”. La ausencia de estos espacios con familia y amigos, además, reduce los círculos donde recibir apoyo.
Una de las principales fortalezas de la terapia grupal, precisamente, es la interacción: el sentirse escuchado, según explica Franco, una de las psicólogas coordinadoras a cargo del espacio de 16 sesiones que llevó adelante el SPP con fotoperiodistas. “En el espacio grupal nos encontramos con otros y nos sorprendemos cómo esos otros comparten nuestras experiencias, el impacto emocional que vivimos”, agrega.
Esto ha resultado revolucionario en un gremio de periodistas y fotógrafos que no está acostumbrado a hablar sobre las emociones, e incluso lo estigmatiza. Los reporteros entrevistados para este reportaje reconocieron que no suelen hablar con gente externa a la profesión ni con periodistas sobre cómo se sienten. “¿Podrás creer que no recuerdo haber hablado con ninguno de mis compañeros de esto?”, dice Paucar.
Sin embargo, estos cuatro periodistas al hablar públicamente, por primera vez, sobre su salud mental, evidencian que esto ha comenzado a cambiar.
“No se me ocurre nada que agregar”, culmina Zapata su entrevista. “En realidad, creo que ha sido liberador hablar, gracias”.
*Este reportaje es parte de un especial sobre la salud mental de los periodistas en Perú. La serie fue realizada con el apoyo del medio peruano La Encerrona y en el marco de la beca Rosalynn Carter para Periodismo en Salud Mental, de la Universidad de la Sabana de Colombia y el Carter Center de los Estados Unidos.
Imagen principal cortesía de Leslie Moreno Custodio.