“La crónica es un género periodístico muy personal, cada quien tiene su manera de hacerlo; porque la mirada personal, la subjetividad, son algunos de los grandes vectores del género”, dijo Javier Sinay durante un reciente taller de crónica policial organizado por el Foro Pamela Howard sobre Cobertura de Crisis de IJNet.
Sinay es un periodista y escritor argentino interesado en historias criminales y judiciales que ha publicado cuatro libros de crónicas. Uno de sus trabajos, “Rápido, furioso, muerto”, publicado en la Revista Rolling Stone, ganó el premio Gabriel García Márquez de Periodismo en la categoría texto en el 2015.
En los dos encuentros que duró el taller Sinay habló sobre cómo identificar, investigar y escribir una (buena) historia para una crónica policial. Para ello puso como ejemplo la historia de Axel Lucero, el protagonista de Rápido, furioso, muerto, que tras intentar robarle la moto a un policía vestido de civil, este lo termina asesinando en la ciudad argentina de La Plata.
“A mí me gusta decir que la crónica tiene que ser más grande que sí misma, por lo que tiene que tener diferentes niveles de análisis: el debate político, el cultural, el drama violento. Es un género profundo y complejo”, explicó.
La complejidad en la crónica policial radica en varios aspectos. Por un lado, mencionó que existe un “sobredimensionamiento de los homicidios en la prensa”. En Argentina, el principal número de muertes violentas se da por accidentes de tránsito, luego por suicidios, por homicidios intrafamiliares y por homicidios en asaltos. “Hay un problema de inseguridad que es real, pero hay una proyección pública en los medios que está atrofiada, y esto pasa en muchos países”.
Por otro lado, señaló las tensiones que existen en torno a la crónica policial y a las historias de crímenes reales. Así, explicó que hay una tensión entre show y respeto, debido a que “la crónica policial siempre es un show, que a veces puede ser despiadado, y otras veces puede ser inteligente, dejar preguntas y encontrar respuestas”.
Así, se refirió al drama humano que hay detrás de un crimen real y que tanto la víctima, como sus familiares y hasta el acusado, merecen el respeto de quien cuenta su historia. A su vez, Sinay dijo que un delito siempre despierta interés social, por lo que hay que ser muy cuidadosos con la intimidad de sus protagonistas.
Las historias de crímenes reales pueden alimentar el control, la vigilancia, el miedo y el sensacionalismo en la sociedad, dijo Sinay, y aportó algunas prácticas e ideas para combatirlos. En este sentido, la clave para él es “combatir el sensacionalismo: la reducción de las historias de crímenes a que hay un bueno y un malo, donde el bueno pide control para vigilar al malo”.
Lo que Sinay propuso es “encontrar la ambigüedad de la gente, de los territorios y de cada caso, lo que hace que las historias sean más complejas”: “Al buscar la ambigüedad estamos generando una conversación pública más inteligente, así luchamos contra el sensacionalismo y el maniqueísmo”.
“La misión al escribir crónica policial no es tanto descubrir una pista, recoger un testimonio o conseguir un expediente (que también lo es), sino encontrar un tono. Es decir, dar contexto y aportar ideas, incluso en los detalles. Ahí es donde aparece esto de luchar contra el maniqueísmo y el sensacionalismo, y aportar complejidad a la sociedad en la que vivimos”, dijo.
Estas reflexiones no implican privarse de recursos literarios a la hora de describir la violencia. “Las escenas de violencia hay que escribirlas como corresponde: con violencia, con sangre y basándonos en las autopsias. Primero, porque es lo que ocurrió; y segundo, porque queremos que nos lean y este tipo de cosas ayudan a que nos lean. Lo que nos da miedo nos atrae”.
Sinay también habló sobre cuestiones más prácticas que atañen a la crónica policial y definió tres momentos: identificar una buena historia, investigar y escribir.
Para identificar una buena historia hay que identificar un caso en el que se pueda trabajar la ambigüedad o la complejidad. “Ahí es donde entra nuestra subjetividad y nuestra mirada, que son nuestras ideas y opiniones sobre una historia, lo que finalmente nos va a ayudar a moldearla”.
Por ejemplo, “la crónica Rápido, furioso, muerto es una historia real más grande que sí misma en la que se dan tres niveles de discusión”. Estos son la vida de la víctima, el uso continuado de armas de fuego por parte de la policía mientras está de civil, y el uso de las motos por parte de jóvenes en los barrios suburbanos.
Durante la fase de la investigación, el periodista destacó que busca detalles que le van a ayudar a construir las escenas. También intenta identificar los momentos bisagras en la vida de los personajes, que tienen que ver con su evolución y cómo van transformando su vida. Además, Sinay busca rescatar experiencias que permitan entender a los personajes y que generen empatía en el lector.
Una parte central de la investigación son las entrevistas. Por eso, Sinay planteó cómo encontrar fuentes para las historias de una manera ordenada: “Lo que hago es empezar desde afuera hacia adentro. Así me voy cargando de información útil hasta llegar al núcleo [de la persona cuya historia está contando], donde voy a necesitar saber mucho del tema para tener entrevistas más ricas”.
Sobre la fase de la escritura, el periodista hizo hincapié en la importancia de usar palabras propias y elegir las mejores y las más originales. “Eso muestra nuestra voz como autores”.
Puedes ver la primera parte del taller de Sinay aquí:
Puedes ver la segunda parte del taller de Sinay aquí:
Imagen de Max Fleischmann en Unsplash.