Redacciones con perspectiva de género, la prueba de fuego

May 30, 2022 в Diversidad e inclusión
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El femicidio de Ana Orantes en España lo empezó a cambiar todo. Una tarde de diciembre de 1997 Orantes se sentó en el plató de un magazine de Canal Sur y relató con detalles 40 años de un matrimonio violento y asfixiante. En ese momento las víctimas de violencia basada en género no contaban su experiencia en televisión, pero Orantes lo hizo y se convirtió en una referencia. Dos semanas después, su ex esposo, José Parejo, la roció con gasolina y prendió fuego en el patio de su casa de Granada.

En el informe “Contar sin legitimar. Violencias machistas en los medios de comunicación”, creado por el medio digital de periodismo feminista Pikara Magazine, se considera que el femicidio de Orantes fue un punto de inflexión: impulsó cambios legislativos, y transformó el tratamiento mediático y la percepción social ante la violencia machista. El informe, publicado en febrero de 2022 con el apoyo del Ministerio de Igualdad de España, analiza la cobertura de noticias relacionadas con violencias machistas que sucedieron después de Orantes. También analiza 16 de las principales guías sobre el tema y 200 piezas informativas, de las que publica 12 casos de violencia machista, entre ellos, el mediático caso de violación grupal “La Manada”, de 2016.  

Una de las conclusiones que se desprende fácilmente del informe es que a la hora de contar hechos de violencia machista los medios tienden a centrar el relato en la víctima, muchas veces con detalles innecesarios sobre su vida privada. Como es abrumadora la cantidad de información sobre la víctima y muy escasa la información sobre el agresor, se insta a los medios a poner el foco en éste, que a fin de cuentas es quien cometió el crimen.

Para redirigir el foco, Teresa Villaverde, coordinadora de la investigación y editora en Pikara Magazine, considera importante “resituar qué significa la presunción de inocencia en casos de violencias machistas”. Para ella, es “esencial dejar de defender la presunción de inocencia del agresor utilizando la presunción de falsedad del testimonio de la víctima, porque la sitúa como culpable”. Esta figura no suele usarse para otros delitos, como agrega Villaverde: “Cuando alguien denuncia un robo se puede respetar la presunción de inocencia del acusado, sin decir que a quien le han robado miente. Decir que ellas mienten no es respetar la presunción de inocencia, sino comprar el discurso de un presunto agresor. Poner el foco en él supondría analizar si él pudo o no hacer lo que hizo, no si ella pudo inventárselo o no”.

Un ejemplo es el de Juana Rivas, quien, según indica el informe, escapó con sus dos hijos de su expareja, desde Italia a Granada. Los medios contaron su historia por primera vez en julio de 2017, y mostraron que ella lo acusaba de maltratador. Rivas pasa a ser la “madre de España” a la que todos quieren ayudar, hasta que un magazine matinal entrevista a su ex pareja. Con la versión de él, automáticamente se siembra la duda sobre el relato de ella.

Villaverde también considera que se debe tratar a las víctimas como sujetos y no como objetos. Contar historias de violencia machista en las que no solo sean las cifras, las sentencias, la policía o la justicia las que predominen en el relato, mientras que las víctimas quedan relegadas a un segundo plano. “Es importante hacer seguimiento del hecho o rescatar la memoria de algunos casos pasados. Dar voz a víctimas y familiares que han reflexionado sobre el caso y quieran hablar. Esto ayuda a entender mejor cómo funciona la violencia y a empatizar con las víctimas”, comenta la coordinadora. Y pone como ejemplo de buena práctica el proyecto Por todas de La Marea, una investigación que relata lo que pasó antes y después de cada uno de los 55 feminicidios que ocurrieron en España en el 2014.

Para mejorar la cobertura de las violencias machistas, en el informe se sugiere hacer seguimiento de los casos y dar contexto. También se puntualiza en “no amplificar tanto los detalles negativos” de las historias porque se puede caer en la idea de que la violencia es solo aquella que es terrible. Así, se deja de lado las formas más sutiles y menos escandalosas en las que opera y que también son parte del problema, como pueden ser los llamados micromachismos.

Otra de las claves para mejorar las coberturas es que la perspectiva de género sea transversal a la línea editorial de los medios. Un ejemplo en palabras de Villaverde: “cuando hablamos de economía hay que entender que no es un tema que solo trata de señores blancos con traje hablando de grandes capitales, que también es el trabajo sumergido de las empleadas del hogar o la falta de recursos para madres solas. Lo mismo para empleo, sociedad, todas las secciones”.  

Ahora, en el informe que coordinó Villaverde no se les escapa que las condiciones precarias de la profesión y de los medios de comunicación influyen en la calidad de las coberturas. Puede que la falta de tiempo y la inmediatez con la que informan los periodistas les haga caer en lugares comunes que afecten de forma negativa a las víctimas.

Más allá de las condiciones en las que se ejerce el periodismo, se destaca como fundamental la formación para toda la redacción. Que las agencias de noticias, los cargos directivos de los medios, las productoras que aportan programas de entretenimiento, y los fotoperiodistas también formen parte de los cursos y encuentros con perspectiva de género. Dicen en el informe: “Tiene que estar preparada toda la redacción, esa es la prueba de fuego”.


Imagen de Vanilla Bear Films en Unsplash.