El desafío de denunciar la corrupción en Kenia

por Catherine Gicheru
Oct 30, 2018 en Periodismo de investigación

En la historia del colibrí, tal como está narrada por la célebre activista ambiental, defensora de los derechos de las mujeres y Premio Nobel de la Paz 2004 Wangari Maathai, el pequeño pájaro hizo todo que lo posible por apagar el incendio que destruía el bosque mientras otros animales, grandes y pequeños, se quedaron mirando cómo sus casas colapsaban bajo el fuego.

La corrupción está destruyendo a Kenia, y una encuesta revela que la situación ha empeorado en los últimos 12 meses. Mucha gente se retuerce las manos y se queja pero no hace nada; opta por no ponerse a sí mismos y a sus familias en peligro. Pero algunas personas han asumido el reto y están aportando su grano de arena para luchar contra la corrupción.

Estas personas e instituciones se hicieron acreedores de un premio de la Alianza de la Integridad Nacional –compuesta por Transparencia Internacional Kenia, la Asociación de Ciudadanos Contra la Corrupción, la Sociedad para el Desarrollo Internacional y los escritores de Angaza– que reconoce a los ciudadanos comunes que han tomado medidas, por más pequeñas que sean, para luchar contra la corrupción en sus propios espacios. Los premios "Campeones de la Integridad" se entregaron durante el Día Internacional de la Lucha contra la Corrupción, el 4 de diciembre de 2015. El público nominó a los ganadores de los premios, cuyo objetivo es transmitir esperanza y aumentar la participación ciudadana directa en la lucha contra la corrupción.

Para muchos periodistas, la pequeña corrupción que se ha vuelto tan frecuente en la sociedad es eclipsada por la corrupción multimillonaria que involucra a políticos, empresas e instituciones. En su papel de guardianes, formadores de opinión y marcadores de agenda, los periodistas le dan forma a las discusiones sobre la corrupción y contribuyen a cambiar la cultura que permite que esta prospere. A través de sus coberturas (o de la falta de ellas), pueden influir en que la gente acepte o se oponga a estas ilegalidades. Sus artículos pueden empoderar o debilitar la posición del público respecto a la corrupción. El periodismo tiene el potencial de modificar la percepción de lo que muchos consideran como una norma.

Pero para que los periodistas puedan hacer su trabajo con efectividad, deben darse cuenta de que la lucha contra la corrupción comienza desde su propia posición moral y ética. Deben considerar a la corrupción como un mal a combatir.

También deben comprender a la corrupción por lo que es: desde la gran corrupción estructural que implica un extendido comportamiento poco ético de parte de funcionarios públicos, a las pequeñas corruptelas diarias que benefician a un individuo o un grupo pequeño de personas. Y deben saber distinguir entre la corrupción y la ineficiencia o la incompetencia gubernamental. Malinterpretar esto puede dar lugar al cinismo del público y a sentimientos de impotencia ante los abusos.

Los periodistas no deben limitarse a exponer la corrupción del gobierno; también deben revelar la corrupción en el ámbito privado, como el fraude financiero o las manipulaciones de precios por parte de grandes monopolios locales e internacionales. Además deben tener una mirada crítica sobre la industria de los medios de comunicación, incluyendo su propiedad y su posición ante presiones políticas y económicas.

En Kenia, los periodistas han persistido en sus denuncias de la corrupción oficial, ampliando la demanda de acción de una sociedad enojada, y sugiriendo posibles soluciones al problema. Algunas de esas denuncias incluyeron el escándalo internacional de Goldenberg de subsidios gubernamentales para el oro, un caso en 2009 sobre la venta gubernamental de maíz importado, y un hecho de 2010 relacionado con un lucrativo contrato del Departamento de Defensa para el mantenimiento de aviones militares.

Lamentablemente, en algunos casos las investigaciones iniciadas por las autoridades como resultado de campañas de los medios casi siempre han sido dejadas de lado o se diluyeron, mientras que el seguimiento de los periodistas a veces es muy pobre. De hecho, el gobierno tiende a enterrar su cabeza en la arena, aún frente a la exigencia de que se expulse de él a quienes están implicados en actos de corrupción.

Después de exponer a individuos e instituciones al escarnio público debido a sus actividades corruptas, ¿qué puede hacer un periodista de investigación para que se tomen medidas?

Un ambiente propicio que conste de un marco legal regulatorio, y factores políticos y socio-culturales que exijan al gobierno que la información sea pública puede ayudar a los periodistas a luchar contra la corrupción. Sin leyes que garanticen los derechos a la libertad de expresión, de información y de asociación, los gobiernos suelen ser excesivamente reservados, alimentando así la corrupción y la anarquía. Mientras más información esté disponible al público, menos capacidad tienen los gobiernos para ocultar actos ilegales.

Los esfuerzos contra la corrupción que lleva adelante un gobierno pueden medirse por cómo este trata a los periodistas que denuncian las deficiencias de sus dependencias y de los funcionarios gubernamentales. Amenazar, arrestar y meter en la cárcel a los periodistas por haber escrito sobre el gasto público va en detrimento de cualquier esfuerzo de lucha contra la corrupción. Garantizar a los ciudadanos que se combatirán las irregularidades gubernamentales es una señal vacía de contenido si al mismo tiempo se advierte a los periodistas que cualquier denuncia de corrupción será considerada un intento maligno de difamar al régimen.

Pero, en este contexto, los periodistas deben aceptar que no pueden hacen milagros. Pueden exponer casos de corrupción, pero sus reportajes no necesariamente tendrán el impacto o la audiencia que esperan. A pesar de la frustración y las amenazas, deben perseverar y continuar en esta importante tarea de luchar contra la corrupción.

Nota: Gicheru fue reconocida en 2015 con el Premio Nacional a la Integridad en la categoría Medios.

Imagen con licencia Creative Commons en Flickr, vía Adam Bindslev.