Joseph Poliszuk, periodista venezolano exiliado en México, relata cómo la persecución del régimen de Nicolás Maduro le arrebató la posibilidad de ejercer un periodismo libre en Venezuela. Su salida no solo marcó un quiebre profesional en su carrera como editor de Armando.info, sino también personal.
“Me quitaron las alas”, dice, refiriéndose al impacto emocional de verse obligado a abandonar su vida en Venezuela. El exilio significó una reinvención de su labor como periodista: “Me gusta ir a los sitios, tener contacto directo con la gente. Eso ha sido una de las cosas más difíciles ahora: tener una agenda diferente y encontrar una aproximación diferente”.
Aunque la tecnología le ha permitido mantenerse en contacto con su audiencia, Poliszuk reconoce que el periodismo en el exilio no es ideal. “Hemos perdido muchas cosas, el periodismo en el exilio se ha romantizado, pero no es lo que debe ser”, reflexiona, a la vez que enfatiza que tanto él como sus colegas “han ganado en seguridad”. La distancia física con su país lo ha alejado de la cotidianidad de Venezuela, pero también le ha permitido adquirir nuevas perspectivas y adaptar su enfoque más profesional.
Uno de los momentos más significativos de su carrera ocurrió cuando publicó una investigación que involucraba a Gustavo González López, exjefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN). La investigación destapó los negocios de González López en Panamá, una historia que podría haber tenido consecuencias letales si se hubiera publicado dentro de Venezuela.
“En Caracas hubiera sido temerario publicar esa historia. Quién sabe qué hubiera pasado”, asegura, señalando los riesgos que enfrentan los periodistas en un país donde la censura es cada vez más represiva. “Hay ocho periodistas presos en este momento. Es algo inédito”, apunta en referencia a los arrestos recientes que tuvieron lugar en Venezuela tras las elecciones del pasado 28 de julio.
Poliszuk ha sido testigo de la erosión progresiva de la democracia en Venezuela y de cómo los gobiernos autoritarios han socavado los canales de comunicación con la prensa. “Fuimos perdiendo un proceso democrático. Los líderes autoritarios comenzaron a saltarse a la prensa y las instituciones”, observa, y compara la situación con lo que ocurre en otros países de la región. A su juicio, el fenómeno de control de los medios no es exclusivo de Venezuela, sino que se ha expandido a otros gobiernos, como el de López Obrador en México, quienes, mediante sus propias redes y medios, evitan a la prensa tradicional.
De acuerdo con un informe de la organización Espacio Público, en los últimos 20 años han sido cerrados 400 medios de comunicación, “entre impresos, radios, canales de televisión y plataformas digitales”.
El deterioro de la libertad de expresión ha hecho que los periodistas se enfrenten a obstáculos cada vez mayores para acceder a la información y contrastarla con las autoridades. “En Venezuela no tenemos la posibilidad de contrastar una información con las autoridades. Los canales de interlocución con el gobierno han sido dinamitados”, lamenta Poliszuk. A pesar de estos desafíos, se ha mantenido firme en su misión de documentar los cambios en su país, lo que considera un privilegio.
En 2006, mientras trabajaba en El Universal, Poliszuk cubrió una masacre en La Paragua, un pequeño pueblo en el sur de Venezuela. En un principio, la historia parecía un accidente, pero la investigación reveló que era una represalia de militares que no habían recibido su coima. “Aprendí que el periodismo no es solo contar lo que pasa, sino entenderlo profundamente, investigar más allá de los hechos. Esa historia me marcó”, señala.
A raíz de esta experiencia, Poliszuk se inclinó hacia el periodismo de investigación. Tras una pasantía en El País de España, regresó a Venezuela y, al retornar a El Universal y hablar de su experiencia durante su estancia en Europa, se le ofreció la oportunidad de trabajar en la sección de investigación. Allí pudo profundizar en historias complejas, pero pronto las condiciones políticas y económicas del país comenzaron a empeorar.
A medida que la crisis económica y política se intensificó, el régimen de Maduro comenzó a comprar medios de comunicación. El Universal no fue la excepción, aunque la compra no fue directa: “El gobierno no compró el periódico directamente, sino a través de empresarios ligados al chavismo”, explica Poliszuk. Ante esta situación, él y una colega decidieron fundar un medio propio, dedicado exclusivamente a la investigación periodística: Armando.info.
La fundación del medio coincidió con la adquisición de El Universal, y aunque sabían que la tarea sería difícil, creyeron firmemente en la necesidad de crear un espacio para el periodismo de investigación. “Queríamos investigar, contar quiénes están detrás del poder, de los negocios, de la corrupción, el lavado de dinero y las violaciones a los derechos humanos”, afirma.
En un país con un sistema de Internet deficiente y con bloqueos selectivos a los medios de comunicación, Armando.info sufrió restricciones en su audiencia. “El chavismo siempre trató de arrinconar la información. A veces, desde una zona de Caracas puedes acceder al sitio, pero desde otra no”, cuenta Poliszuk.
De acuerdo con la organización VesinFiltro, en el país hay más de 60 medios informativos, nacionales e internacionales, cuyo acceso a Internet ha sido bloqueado.
El medio también tuvo que hacer frente a la escasez de recursos y la inflación galopante, lo que dificultó el sostenimiento del proyecto. “No solo se trata de hacer buen periodismo, sino de sostenerlo. Eso es uno de los grandes retos en Venezuela, donde además el modelo de negocio de los medios es golpeado por la censura y la crisis económica”, explica.
Crear un medio de investigación en Venezuela significó también asumir múltiples roles. “Era el jefe de redacción, pero también el que hacía el café y botaba la basura en la oficina”, recuerda Poliszuk, con una mezcla de frustración y humor. Sin embargo, a pesar de las dificultades, Armando.info logró posicionarse como un referente del periodismo de investigación en un contexto extremadamente adverso.
A pesar de los sacrificios que ha significado el exilio, Poliszuk se siente comprometido con la misión de seguir luchando por la libertad de expresión y la democracia. Aunque reconoce que la distancia con Venezuela es una barrera, también señala que el periodismo en el exilio es una forma de resistencia. “El periodismo no se puede hacer solo desde el exilio, pero cuando no se puede ejercer en el país, hay que seguir luchando desde cualquier trinchera”, afirma.
La historia de Poliszuk es un testimonio de la resistencia del periodismo ante la represión y la censura. Su trabajo, primero en Venezuela y luego en el exilio, es un ejemplo de cómo los periodistas pueden adaptarse a las circunstancias extremas y seguir desempeñando un papel fundamental en la lucha por la verdad y la libertad de expresión. A pesar de los desafíos, Poliszuk sigue siendo un firme defensor del periodismo independiente y comprometido con la realidad de su país, aún desde lejos, porque para él, “el periodismo no es solo una profesión, es una misión”.
Luz Escobar trabajó de 20014 a 2022 en Cuba en el diario digital 14ymedio hasta que salió al exilio en España, donde vive y trabaja como periodista en Diario de Cuba. En 2022 ganó el Premio Internacional de Periodismo de EL MUNDO en la categoría Libertad de Prensa. Es productora y presentadora del Podcast de derechos humanos Palos Vienen.